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miércoles, 31 de marzo de 2010

EL TAMBOR Y EL ESPEJO

EL TAMBOR Y EL ESPEJO




Esos que tienen el cerebro enorme
Pero están corazonados en pequeño;

esos,
depositarios del odio,
se han condenado solos
a no ver nunca
                        el sol
como yo lo estoy mirando.
Alejandro Aura



El que esté lleno de culpas

El que no pueda dormir habitado en fantasmas

Al que el rencor el sueño quite

A quien no sepa perdonarse

A quien se inmole en el martirologio masoquista

Y se regodee en el dolor mezquino de su pequeño mundo



Seguramente:

Con poco esfuerzo irá descubriendo suficientes piedras en el camino

Encontrará la fuerza suficiente para lanzarlas duro

Alcanzará argumentos para encontrar aliados y obligarlos

                   a pelear batallas ajenas como si fueran propias

Encontrara a Caín y Edipo en la vereda.



Atinará que siempre el costo alguien más se lo impuso

Que nunca ha sido por propia decisión.

Hasta el pálpito del tambor molestará su oído

Es la vida que grita: para tomar el ritmo del latido,

date un descanso.



No es un dejar pasar

Un argumento impío ante la crítica.

Siempre hará falta la reflexión certera,

la acción en consecuencia.



Pero cargar la culpa, sin entender al dios de los cristianos

Al ente del perdón y de la gloria.



Al dios que ríe cuando pecamos con alegría:

la gula, la lujuria, redimibles sean.



Al dios que sufre cuando pecamos con rencor:

ira, envidia, soberbia… cuanto dolor desborda tu costado.



El que esté lleno de culpas

Con poco esfuerzo irá descubriendo suficientes piedras en el camino

Encontrará la fuerza suficiente para lanzarlas duro



Pero al final del día

En la solitaria soledad de inconfesables yerros



habrá logrado justo: lapidar al espejo.

LAYO II

LAYO II




¿En su casa, en el campo, en tierra lejana?


¿Dónde fue asesinado Layo?


Edipo a Creón





Ausencia de tu voz

de tu insegura letra

ausencia de mi sangre

que es tuya y me penetra

ajena de mí

indiferente.



Layo está sin rencores

con el mortal pecado de ser origen

el poder ha dispuesto cumplir con el destino:

el costo de un albedrío que se pretende libre.



Edipo: no hay tirano

sólo un ser miserable que victima al destino

un débil individuo que reclama tu mano

enfermo, dolorido de ti

pero orgulloso al fin de abdicar a tu trono.



Estas ahí

en el altar maldito de un siniestro Abraxas

totalitario híbrido de la casta Yocasta

de bondad y maldad igualmente inhumanas.



Hemofílico al fin

yo soy el que nos mata

al negarme te niego a negar lo que niegas

y en el juego de espejos

al olvido me tiro

recordándome así

que contigo y sin ti

todavía estoy vivo

y tu puedes, altivo

sostener la mirada.



Si el instintivo amor

ni siquiera te alcanza

no te toca

no te llega

no llena tus pulmones:

Layo no irá

por la ira de amor que rebasa sus manos.





Te presumo sin fuerza para el último tajo

no te expongo

y en el sombrío espacio

de oscuro soliloquio

en la inutilidad de mi falso costal totalmente vacío

me retiro cobarde

ya no busco tus ojos…

si no buscas los míos.

LAYO I

LAYO I




El monarca abdicó al trono

El sucesor lo mato en su corazón

Layo partió

Edipo cerró la puerta

Las ventanas tapió

Cera puso a sus oídos

Y al suicida mató.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Si Pudiera Ser Tuyo

Si Pudiera Ser Tuyo



Si lograra entregarme

si pudiera

si alcanzara vencerme

luego entonces ganarme


Si supiera abordarte

por asalto tomarte

a tu mano aferrarme

si pudiera


Pero mi balsa se niega a tocar tierra

abordar y vivir un territorio

un territorio inmenso como el tuyo

inexplorado y virgen como tú

donde pueda ser fértil mi simiente

hundirme en un surco de la tierra

de la humedad terrena de tu cuerpo

y regresar semilla

grano voraz

alimento de dioses


Mas eso fuera si pudiera

si pudiera entregarme

si supiera vencerme


Pero soy tabla rasa

bergantín frágil

bote sin vela

que tiembla ante el primer oleaje

que la brisa sacude

que se niega a encallar

y en la tormenta se hunde

lunes, 22 de marzo de 2010

LILA DOWNS

La literatura en la historia: "Pacotillas" de Porfirio Parra

La literatura en la historia: Pacotillas de Porfirio Parra




Los objetos de conocimientos son híbridos,
pero actuamos como si no lo fueran.
Bruno Latour

I. PRELIMINARES

EL periodo de la historia de México conocido como porfiriato es fundamental para el arribo del país a su modernidad. La ciudad de México es la urbe más moderna y cosmopolita del siglo XIX en este país; es un imán, lo mismo atrae a viajeros, campesinos desarraigados e inversionistas extranjeros, que a los estudiantes de provincia, quienes después se incorporarán a las instituciones del Estado y tejerán desde el centro, las relaciones políticas. Estos nuevos actores serán los representantes de las provincias que conforman la República, serán los agentes que estarán participando en la configuración de un país con diferentes puntos de vista y desde distintos frentes. El periodismo, la cátedra, la ciencia, la filosofía y la literatura serán manifestaciones culturales en las que se expresan estos personajes. Aunando lo anterior a su vida privada, los agentes se conforman como fragmentarias unidades individuales interactuando en un escenario social, pleno de determinaciones.

Durante el gobierno de Porfirio Díaz podemos hablar de varias facetas del país, por un lado podemos afirmar sin equívocos que: “Díaz es el constructor del primer Estado fuerte y moderno del siglo XIX. Su habilidad política generó un largo periodo de paz y produjo desarrollo económico y riqueza. Con estos recursos, los ‘científicos’ y ‘positivistas’ porfirianos impulsaron un programa antes imposible de imaginar, que se propuso unificar al país alrededor de una identidad cultural compartida por sus diversos grupos sociales.” (Florescano 389) Es justamente a estas circunstancias de México a las que responde la acción política e intelectual de Porfirio Parra, es fundamentalmente sobre ese escenario donde se mueve nuestro personaje, por lo mismo a esa parcela de la realidad estaremos aludiendo principalmente cuando evoquemos el contexto del Dr. Parra; sin embargo no olvidamos que el régimen de Díaz también significó otra situación muy disímbola para otros mexicanos, un testigo de aquellos años señala que Porfirio Díaz: “Creo una maquinaria cuyo lubricante ha sido la carne del pueblo. Premió a todos excepto al pueblo; éste fue al sacrificio. Tan inevitable como la oscuridad de la noche, en contraste con la gloria luminosa del dictador vino la degradación del pueblo: la esclavitud, el peonaje y todas las miserias que acompañan a la pobreza” (Turner 99).

La literatura puede servirnos como fuente documental, tomada con las reservas del caso, para la reinterpretación histórica(1) de un periodo y de un espacio, afortunadamente cada vez entendemos con mayor claridad que las fronteras entre las ciencias son porosas y no podemos delimitar tajantemente dónde termina un campo del saber y dónde empieza otro, dónde concluye la historia, por ejemplo, y dónde comienza la sociología o la literatura; por eso parece pertinente buscar en la expresión literaria elementos donde se vean “reflejadas” (no se trata de revivir la teoría del reflejo), de alguna manera, las aspiraciones, las formas de pensar y de ver el mundo de los narradores, quienes, finalmente, son hombres de su tiempo y en ese horizonte toman decisiones sobre su vida pública y sobre la temática y problemática a desarrollar en su discurso, en este caso literario.

Aquí se vislumbra lo que podría ser una grieta hacia la fragmentación, a primera vista pareciera que los fines interiores de la literatura de estos personajes son contradictorios con su actuación política, como si fueran individuos “inconsecuentes” o incongruentes, pero no es así, la modernidad convierte a los individuos en poliedros con tantas facetas como circunstancias diversas tienen que enfrentar y, sin embargo se manifiestan como unidad congruente, hay un hilo conductor de sus acciones y del sentido de estas, de su práctica política con la expresión del discurso literario.

¿Será posible a partir de la narrativa de Porfirio Parra poder conjeturar elementos de reflexión sobre la modernidad del México decimonónico? ¿En la narrativa de este autor podremos rastrear hilos que nos lleven a tejer elementos para repensar y reconstruir el pasado de la ciudad de México, como lugar central de una región denominada país? Sin arribar a afirmaciones definitivas podemos conjeturar una respuesta afirmativa a los anteriores cuestionamientos, faltaría demostrarlo, intentemos andar por el camino que nos muestre algunos elementos al respecto.

Al leer un texto, podemos tener presente el registro que la historia literaria nos ofrece en relación con los diferentes movimientos que se han identificado a través del tiempo (lo que puede ser útil además de necesario). En la recepción crítica no sólo se actualiza el texto literario y la historia de la literatura, sino también su horizonte pertinente, su contexto de producción, lo concatenado a la historia social y otros campos del conocimiento científico, como elementos de una lectura posible; así como la literatura se alimenta de las redes de la urdimbre social, así la narrativa y “la teoría literaria invade[n] el territorio de los historiadores, así como el de los sociólogos y los antropólogos sociales, todos los cuales tienen cada vez mayor conciencia de que en sus propios textos existen convenciones literarias, reglas que han venido siguiendo sin darse cuenta.” (Burke 32). Peter Burke reafirma que las fronteras, entre los campos del saber y entre realidad y literatura, son flexibles y porosas, por lo tanto juzgamos pertinente, rescatar no sólo el pensamiento social de un personaje a partir de sus obras literarias, sino redimensionar el espacio físico donde se escribe la narrativa, así como la geografía en que se mueven los personajes que evoca e invoca una determinada novela.

La literatura “sólo puede hablar de este mundo con la condición de hablar de él como si no hablara de él” (Bourdieu 20), lo que implica que descubre y devela a partir de elementos fictivos que se conectan con la llamada realidad social e histórica de un determinado horizonte cultural, campo social o contexto histórico; pero el discurso literario no es la “verdad” histórica, aun cuando hablemos de obras realistas, naturalistas, costumbristas o de novela histórica. Las convenciones entre el discurso literario y el historiográfico son diferentes aún cuando en ambas subsistan elementos ficticios y “verdaderos”.

II. PORFIRIO PARRA

… la sociedad está hecha de las creencias en las que los miembros de una comunidad están de acuerdo o en desacuerdo. Las creencias son el tejido aglutinador de una sociedad simplemente porque ellas constituyen los vínculos entre las conciencias individuales al margen de las circunstancias materiales.
Nicola Chiaromonte


Porfirio Parra es un intelectual que, como los de su tiempo, participa en política o viceversa; arribó a la ciudad de México, en 1870, desde el norteño estado de Chihuahua. Como Rafael Pimentel, Ramón Corral y José Ives Limantour (connotados “científicos”), Porfirio Parra nació en el año de 1854(2).

Parra estudió medicina en la ciudad de México y se tituló de medico cirujano en 1878; es importante señalar que la profesión de Galeno fue una de las que más cerebros aportó al positivismo en nuestro país: “Los pensadores y publicistas que participaron en los debates internos y externos del positivismo mexicano provenían de disciplinas tales como la medicina, la ingeniería y el propio derecho”. (Rodríguez 2001:53)

El Dr. Parra fue profesor en la Escuela Nacional de Medicina, y en las nacionales de Agricultura y la Preparatoria, además de haber trabajado en el Hospital Juárez. Justamente a partir de 1872, año en que muere Benito Juárez, va a ser varias veces diputado federal suplente, a partir de septiembre de 1898 será titular por los estados de Chihuahua y Durango(3). El 1º de septiembre de 1910 arribará al Senado de la República, poco tiempo durará en el cargo, muere el 5 de julio de 1912.

Porfirio Parra, médico, periodista, poeta, dramaturgo(4) y narrador, fue discípulo de Barreda y, como él, abrazo la causa del positivismo, se le considera seguidor del Dr. Gabino Barreda(5). Hilda Bautista, en la presentación de la edición de 1982(6) de la novela Pacotillas, nos recuerda que está considerado como maestro de la segunda generación de positivistas mexicanos; de acuerdo con sus convicciones intelectuales fundó varios periódicos, entre ellos: El Método y El Positivismo. Publicó, además, trabajos sobre Lógica, Sociología e Historia.

Como reputado intelectual Parra participo en las sociedades científicas de la época, que tuvieron un crecimiento importante en cuanto a número, “de 45, en 1893, aumentaron a 56, en 1907, las sociedades científicas y literarias en el país.”(Villegas 690). Poco después de ser creada la Sociedad de Estudios Sociales, en 1905, se fundó la Academia de Ciencias Sociales a la que pertenecieron Sánchez Azcona, Julio Guerrero y Porfirio Parra, entre otros. Parra también perteneció a la Sociedad Médica, pero eso era natural por los estudios realizados por él, lo interesante es que también es reconocido por sus pares como un científico social y participa en el debate político. Agustín Aragón nos recuerda que “… sólo él tuvo el honor de ser individuo de las tres Academias de su tiempo: la de Medicina, la de Lengua y la de Ciencias”. (Aragón, 33)


II.1 Liberalismo y cuestión indígena

Trayendo a colación algunos elementos del pensamiento social de Parra, que no se pueden rastrear propiamente en Pacotillas, Abelardo Villegas nos comenta, en lo respectivo al tópico indígena, que Porfirio Parra compartía las ideas de los liberales de su tiempo, para ellos existía una población mestiza progresista y una población nativa que no puede progresar porque prefieren el descanso al salario, si lo que ganan en dos días les alcanza para toda la semana, sólo trabajan dos días (Villegas 152). En el norte del país, en Chihuahua, la tierra natal de Parra, la lucha contra las tribus indias era frontal, el gobierno del estado pagaba $ 250.00 por indio prisionero y $200.00 por cabellera; dado lo ruidoso de las manifestaciones públicas ante la llegada de cabelleras, el gobierno “se recató un poco” prohibiendo esas celebraciones. “Sin embargo, para Porfirio Parra tan legítima era la alegría norteña al exterminar bárbaros, como la campesina al matar leones, porque todas las vidas eran respetables [sic] y mucho más la del hombre civilizado.” (Ibidem 246) Los indios, los bárbaros eran una traba para el progreso, para la inserción del país en la modernidad civilizada.

Sin duda para los liberales del XIX y para los positivistas como Parra había diferencias importantes entre los indios del altiplano, atrasados, pero sumisos en apariencia, con los indios nómadas y bárbaros del norte que habían hostilizado a las poblaciones asentadas desde la colonia y no había sido fácil someterlos con la violencia, la evangelización o con las promesas de progreso que el proceso modernizador planteaba a la sociedad decimonónica; el progreso positivista carecía de sentido para los pueblos definidos como chichimecas, sin importar sus diferenciaciones específicas.

La exaltación del pasado indígena no riñe, en la concepción liberal, con el corte de cabelleras chichimecas, Parra escribe, en el prólogo a La historia de la medicina en México, “… sabido es que ántes que las espadas de los conquistadores subyugasen estas regiones, estaban pobladas por una raza singularísima, que había alcanzado una civilización peregrina y muy notable, enteramente independiente y distinta de la que los conquistadores importaban” (Historia XX)(7). Los impulsos que nutren al patriotismo criollo de fines del siglo XVIII son similares a los que alimentan la búsqueda del nacionalismo en la siguiente centuria, en ese sentido “quizá el cambio mayor que experimentaron los intelectuales del Porfiriato fue aceptar las ideas de Clavijero, Mier y Bustamante, pues reconocieron que la república liberal tenía un sustrato indígena y difundieron esa interpretación dentro y fuera del país” (Florescano 391). Sin embargo esta posición ideológica no fue suficiente para incluir a los indios en el nuevo proyecto modernizador que suprimía los derechos de los pueblos (los fueros) para darle centralidad a los del ciudadano.

II.2 Locura y positivismo

En Ensayo sobre la patogenia de la locura, Parra hace uso del positivismo y el cientificismo para abordar el problema de las enfermedades mentales. Hay una argumentación contra la psicología y los esfuerzos “escolásticos” de explicar las enfermedades de la mente. Esta situación debe ser tratada desde la fisiología, ya que la ciencia esta en condiciones de “arrancar al tejido nervioso el secreto de sus misteriosas propiedades” (Ensayo 8)(8). Investigar la estructura del cerebro y no cuestiones ontológicas alrededor del pensamiento humano es la propuesta. Ya que la locura es producto de la modificación de las propiedades fisiológicas del cerebro, de la alteración del elemento anatómico y no de la desviación de las facultades del espíritu. (Ensayo 9) Su explicación esta muy apoyada (siguiendo el ejemplo de Comte con la sociología) en la física.

Parra arremete contra los espiritualista y los metafísicos, “Los mejores intérpretes de la ciencia moderna han renunciado de común acuerdo a la tarea de averiguar cual es la naturaleza íntima, la esencia de nuestras facultades mentales”, “… tenemos que limitarnos á considerar las aludidas facultades [mentales] como simples hechos de observación” (Ensayo 11). Como vemos se trata de cuestiones de método, hay que basarse en los elementos empíricos, definir los fenómenos desde la perspectiva del método científico positivo y para el análisis de todos los ámbitos del quehacer humano. Por lo tanto la estática y la dinámica que pasan de la física a la sociología ahora se expresan en elementos clínicos de la mente humana, “… así, en el hombre que piensa, [como] simple hecho de observación, distinguiremos, el factor material, ó estático cerebro y el factor inmaterial, ó dinámico pensamiento.” (Ensayo 11)

Continúa desarrollando Porfirio Parra sus ideas basadas en elementos de la física, en “… lo que se ha llamado naturaleza inerte, encontramos los mismos factores inseparables, á saber: uno material, tangible ó estático por ejemplo el cuerpo caliente, otro inmaterial, intangible, dinámico, su correlativo, el calor; así han convenido los físicos en designar con el nombre de ‘Fuerza’ el conjunto de factores dinámicos, y con el de ‘Materia’ su conjunto correlativo de factores estáticos.” (Ensayo 11)

Porfirio Parra reta a sus adversarios en el debate científico y lanza una pregunta retórica: “Conocemos mejor acaso en su intimidad y mecanismo la transformación del calor en movimiento tantas veces consignada por los físicos [Parra plantearía que no], ¿y tendremos por esto la audacia de burlarnos de la Física? cuando nos aseguran los químicos que el cloro y el hidrógeno expuestos á los rayos solares entran inmediatamente en combinación, estamos muy lejos de conocer por qué poder secreto interviene la luz en este sorprendente fenómeno, y no se nos ocurre ni por asomo dudar por esto de la Química.” (Ensayo 16) Entonces, en el caso de la locura, y de otros fenómenos, lo que interesa son sus manifestaciones concretas más que los procesos que la producen, el input y el output, interesa que el hidrógeno y el oxigeno (input) producen agua (output), más que el proceso por el cual este fenómeno se lleva a cabo o el fin último del agua. Hay que basarnos en los hechos tangibles, positivos, era la propuesta metodológica del Dr. Parra.

Finalmente toda su argumentación continúa en la lógica del positivista francés Augusto Comte, llevando hasta sus últimas consecuencias la adaptación de los elementos de la física, en este caso, a la medicina: “Las metamorfosis de la fuerza nerviosa … no son las únicas que la celdilla cerebral hace experimentar a la actividad nerviosa de dirección centrípeta, tenemos que estudiar todavía una importantísima, la transformación en impulsión motriz; desde este momento se torna en centrífuga la actividad nerviosa hasta aquí centrípeta, completándose con ella el complicado arco reflejo, que representa esquemáticamente el conjunto de las funciones cerebrales” (Ensayo 21).

Cercana a la locura encontramos la conducta delictiva, sobre la que Parra sostiene un debate con otro médico de su tiempo. Los argumentos se detienen en el determinismo biológico, genético, de los seres humanos y su comportamiento académico: “El médico Francisco Vázquez Gómez, en célebre polémica con Porfirio Parra, sostuvo que la criminalidad aumentaba por igual entre alfabetos y analfabetos” (Villegas 423) A diferencia de Vázquez, Parra en su adhesión a la educación, sostenía que la criminalidad aumentaba entre los grupos analfabetos y disminuía entre los alfabetizados. Ante las afirmaciones “medicas” en 1878, de que los criminales eran locos, viciosos y holgazanes debido a la herencia y el medio, Parra adopta una postura ecléctica “para quien algunos infractores de la ley penal eran locos, pero la mayoría degenerados, criminales natos y normales; de los criminales natos no todos infringían las leyes penales.”(Ibidem 424) La ciencia era fuente de respuestas inagotables, en ese sentido la antropología criminal y la psiquiatría, entre otras ramas del saber, darían cuenta del tema debatido de acuerdo a sus progresos, una vez más Parra apostaba al desarrollo científico para caracterizar las conductas de los individuos.

II.3 Ideas sobre la ciencia: medicina y sociología

En el prólogo del libro Historia de la medicina en México: desde la época de los indios hasta la presente, Porfirio Parra escribe, “Ya la prosperidad política de una nación; ya la situación geográfica en el trayecto de las principales vías comerciales; ya el influjo de una administración sabia; ya el fomento y patrocinio con que un gobernante ilustrado favorece los adelantos científicos; ya otras más circunstancias, hacen que en cierto momento histórico sobresalga alguna de las naciones en la noble tarea á la que nos referimos.” (Historia XV) La metáfora es clara, Parra esta describiendo las bondades de México que están permitiendo el progreso de la ciencia, de la producción y transmisión del conocimiento científico; entre líneas, para el autor de Pacotillas la prosperidad política de la nación, la eficiencia de las rutas comerciales son producto de la sabia administración política del porfiriato. La geografía es importante, pero sólo puede cobrar relevancia con un gobierno que impulse el progreso.

Las leyes generales positivas del progreso son lineamientos científicos ya que, “Lo que es cierto de la ciencia en general, tiene que serlo forzosamente de cada una en particular.” (Historia XVI) El progreso científico es cierto para la sociología y para todas las ramas de la ciencias, ya sean naturales o sociales.

Del trabajo de Francisco Flores, Parra señala: “No se contento el autor con la trivial distinción de: época anterior á la conquista, época de la dominación española, y época de México independiente, sino que escudriñando lo que en cada uno de estos períodos pudo tener de característica la medicina, en sus concepciones fundamentales y en su ejercicio, eligió la famosa generalización que, conocida con el nombre de , presentó como característica de toda evolución humana, uno de los filósofos más insignes del presente siglo.” (Historia XVIII-XIX) El trabajo de Flores no es únicamente médico, sino histórico, la aplicación de teoría de la historia de Comte, esto es, la ley de los tres estados, es utilizada en la historia de la medicina en México y entonces entendemos por qué es Parra quien prologa a Flores, ambos pertenecen no sólo a la misma profesión, sino que sobre todo se adscriben a la misma corriente de pensamiento.

¿Cómo se dividen las etapas de la historia de México con la aplicación de la teoría comteana? en interpretación de Parra y de Flores: “De la aplicación de esa ley [de los tres estados] resulta una distinción de épocas que, sancionando en parte la división puramente cronológica, la corrige y perfecciona, y además, caracteriza mucho mejor los periodos que à la luz de tal principio se descubren. Por ejemplo: si es verdad que la caída de la monarquía azteca marca una nueva era en la historia de la medicina en México, no sucede lo mismo con la consumación de nuestra independencia, pues es sabido que desde el año de 1821 hasta el de 1833, nuestra patria, aunque emancipada políticamente de España, no lo estaba intelectualmente, y que esa emancipación intelectual no pudo considerarse consumada sino hasta el año de 1833”.

“Así que siguiendo el método puramente cronológico, esta Historia habríase dividido en los tres periodos que siguen: Desde los tiempos más antiguos que se tiene noticia hasta 1521; desde el año de 1521 hasta el de 1821, y desde este último hasta hoy. El Sr. Flores acepta, pues, lo que hay de bueno en la división cronológica, desechando y corrigiendo sus inconvenientes”.

“Dijimos que el principio de división de épocas que sirve de base al Sr. Flores, tiene la suprema ventaja de caracterizar con toda perfección las bases propias de la evolución de las ciencias médicas entre nosotros. En efecto, la medicina azteca, sacerdotal en su ejercicio é inspirándose en las nociones religiosas que poseyó aquel pueblo, merece con toda propiedad el nombre de período teológico con que la designa el Sr. Flores. La medicina, tal como fué durante los trescientos doce años de su segundo período, à saber: universitaria en su enseñanza; fundando sus doctrinas en abstracciones puras, y sus razonamientos en meras deducciones; tomando por distinto en las cosas lo que sólo lo es en el dominio de las ideas; prefiriendo el razonamiento á la observación y la autoridad de Aristóteles, de Hipócrates y de Galeno, á lo que pueden enseñar los hechos, no puede ser calificada mejor que como lo hace el Sr. Flores llamándoles periodo metafísico. Asimismo la medicina contemporánea, observadora sagaz, prudente razonadora, circunspecta en sus conclusiones, atenta siempre al elocuente aunque difícil lenguaje de los hechos, general en sus doctrinas y especial en sus prácticas; la medicina contemporánea que da más valer á un hecho clínico que á las discusiones de un claustro de doctores, por más luminosos que sean; que encuentra más fecunda enseñanza en las salas de un hospital que en los salones de una biblioteca; que hojea las frescas páginas del gran libro de la naturaleza, de preferencia à las vetustas y amarillentas de los in folio que duermen en los archivos; medicina que así procede, que así se aprende, que así se enseña, ¿qué otro calificativo merecerá que sea más propio que el de medicina positiva, como la llama el Sr. Flores?” (Historia XXIX-XXX)

La cita en extenso reafirma la concepción positivista comteana de Parra sobre la historia y la ciencia, es necesario apuntar: que el prólogo esta lleno de referencias a laboratorios, ramas de la ciencia, compuestos químicos, aparatos de medición, salas, clínicas, avances y evolución de la ciencia; la presencia de Képler, Copérnico y Galileo son reiterativas; domina el campo semántico que define a la ciencia y el progreso como luz, faros, antorchas, fanales, astros que brillan, fulgores de la verdad positiva. Parra es contundente al resaltar la importancia de los productos obtenidos en los laboratorios que podrían señalarse como “pruebas irrefutables” de que estamos en la etapa positiva, científica, en la cúspide del desarrollo de la humanidad; tal parece que no hay lugar para más violencia, para nuevas revoluciones. Parra y los liberales-conservadores, los positivistas del porfiriato, podrían haber decretado, como lo harían después los posmodernos, el fin de la historia y de las ideologías, y sin embargo la segunda década del siglo XX negó frontalmente esos argumentos.

Las referencias a las clásicas culturas madres de occidente: Grecia y Roma son obligadas en el prólogo de Parra. La historia de la medicina es un monumento bibliográfico. La historia de Flores implica, a juicio de Parra que se empieza a escribir la ciencia en busca de la erudición. Pero la historia médica no como un archivo, no como un museo arqueológico “sino como parte integrante de la suma de conocimientos que debe poseer el médico verdaderamente sabio.” Remata el Dr. Parra.

II.4 Elementos histórico-sociológicos

La temática histórica y sociológica es constante en las publicaciones de Parra, ya la veíamos con claridad en el apartado precedente. Pero hay textos específicos que abordan la problemática de manera central, básicamente en un estudio sobre la Reforma y en una propuesta para la elaboración de la historia del estado de Chihuahua, su tierra natal.

En un escrito de argumentación médica y jurídica el Dr. Parra señala que “La sociología nos enseña que en la sociedad, lo mismo que en los organismos vivientes, la división del trabajo y la especialización de las funciones es un signo de progreso y una causa de bienestar para la comunidad” (Parra 96:25)(9) este argumento une elementos del positivismo con el organicismo spenceriano. Es común que el positivismo, el organicismo y el evolucionismo se expresen tejidos como un solo discurso en los pensadores del porfiriato. La ciencia es infalible para ellos, la aplicación de la misma por el hombre no lo es tanto, al contrario “… si puede decirse de la ciencia que es infalible en muchos casos, del hombre, aunque sea sabio, debe decirse que propende siempre á la falibilidad.” (Parra 96:25)

Decíamos que Parra publicó un estudio histórico sobre México. Este trabajo fue presentado al concurso abierto, en 1905, por “La Comisión Nacional del Centenario” la contraseña con que es publicado el libro en 1906 es “Labor longa, locus brevis”, o sea que no es dado a conocer públicamente bajo la firma de Porfirio Parra sino con la frase latina como seudónimo. Su titulo en la primera edición es Estudio histórico sociológico sobre la Reforma en México; Empresas Editoriales S.A. reedito el libro en el año 1948 con el título de Sociología de la Reforma, en el prólogo se hacen las aclaraciones pertinentes referidas al texto de 1906, como el libro cambió de título la nueva publicación se presenta como la “primera” edición. Después, Sociología de la Reforma tuvo una segunda edición en 1967 con el mismo sello editorial. Las citas de este apartado corresponden a la última publicación.

Sociología de la reforma sigue argumentando la historia de México desde la perspectiva de la teoría de los tres estados, así, en la etapa teológica en nuestro país “Ninguna resistencia era lícita, la oposición al poder temporal se llamaba rebelión y era castigada con penas atroces; la oposición al poder espiritual se llamaba herejía, y era también castigada cruelmente aquí abajo, y además, con el fuego eterno, más allá de esta vida.” (Parra 67:20)

A diferencia de otros positivistas que plantean con claridad que la etapa positiva empieza en el porfiriato, parece que para el Dr. Parra la etapa metafísica inicia con la guerra de independencia y termina con el triunfo juarista en la Guerra de Reforma, comenzando entonces el periodo positivo. “No eran posibles la paz, el orden ni el buen gobierno mientras el régimen colonial persistiese dentro de la nación independiente; la estructura de aquel régimen dió á la colonia y la que el régimen moderno había de imprimir á la nación libre, eran incompatibles. Cabalmente la Reforma trataba de hacer desaparecer aquélla y sustituirla con ésta, para poner a México en armonía con los pueblos modernos, que rompieron ha mucho con el capullo medioeval.” (Parra 67:33)

Por otro lado, en el Plan de una historia general de Chihuahua ó índice razonado de los capítulos que deben formarla, Estudio presentado al “Concurso Científico y artístico del centenario” promovido por la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación; Parra expone el estudio en nombre de la Academia Mexicana de la Lengua (correspondiente de la Real de Madrid) y vincula la historia del liberalismo mexicano a la de Chihuahua.

Recurriendo una vez más a la explicación organicista, plantea la existencia de una relación entre región y nación, por eso el devenir histórico del liberalismo nacional puede servir de eje conductor para la reconstrucción histórica de un estado: “Se produce pues, dada la solidaridad que es propia de las diferentes partes de una colectividad social, una constante acción y reacción como la que se observa en la organización humana entre el estado general del cuerpo y la vida de cualquiera de sus miembros. Si el organismo es vigoroso y sano los órganos florecen, si sufre y se agota, sus órganos experimentan á su vez el funesto influjo; pero las partes pueden también influir sobre el movimiento vital del conjunto, ya estimulándolo y favoreciéndolo ya embarazándolo y debilitándolo.” (Parra 11:4)

El recuento del pasado debe tener como fundamento fuentes concretas y no disertaciones especulativas, la historia como cualquier otra rama de la ciencia tiene que ser positiva, no metafísica; la “Historia ha dejado de ser subjetiva para convertirse en la exposición objetiva de los hechos y de las relaciones que los unen; la historia de las sociedades humanas se traza hoy con la misma serenidad de ánimo con que describe el naturalista las revoluciones geológicas…” (Parra 11:39)

La geografía ha cambiado a lo largo del tiempo, la división política depende de las correlaciones de fuerza de los grupos de poder y de los recursos con que cuentan los conglomerados humanos. Durante la Colonia Chihuahua “en lo intelectual dependía completamente de Durango, en cuyo seminario estudiaban los hijos del Estado que querían profesar las artes liberales” (Parra 11:17)

El porfiriato no sólo ha impulsado el progreso, sino que ha coadyuvado a la consolidación de los estados, como es el caso de Chihuahua: “Difíciles y vacilantes fueron los primeros pasos dados por el Estado en la nueva era pacífica que se inauguraba en la República; pero al cabo de pocos años pudieron notarse ya sus grandes beneficios. El año de 1884, Chihuahua, por medio de las cintas de acero del ferrocarril, se encontraba unida a la capital de la República y á la frontera americana, lo cual la ponía en contacto con el mundo entero. Los hilos telegráficos comunicaban instantáneamente el pensamiento chihuahuense con el que se agitaba en el resto de la Nación, y en la vasta superficie del globo terráqueo. Había cesado para siempre aquel funesto aislamiento que había mantenido á Chihuahua casi incomunicada del resto de la Nación y del mundo entero.” (Parra 11:19) Telégrafo y ferrocarril símbolos de la modernidad se han diseminado por el país gracias a la paz porfiriana, nos dice Parra.

Insiste en la importancia de la paz porfiriana. “El 15 de enero de 1876 se publicó en Tuxtepec, pueblo de Oaxaca, el Plan de ese nombre, fué secundado tal plan en gran parte de la República, y el mes de Noviembre del mismo año las fuerzas que le sostenían derrocaron al Gobierno del Sr. Lerdo. El Sr. Gral. D. Porfirio Díaz ocupó la Presidencia, pero con carácter de interino, y después con el de Presidente Constitucional. Así terminó la última de las revoluciones, y se inauguro la era de paz y prosperidad de que aún disfruta la Nación.” (Parra 11:30) Porfirio Díaz es, a la vista de los positivistas, el dictador necesario, como lo definiera Emilio Rabasa. Para los positivistas no se trataba de una interpretación del régimen, sino de lo que era en la realidad, ya que “… el historiador contemporáneo es simplemente el intérprete, y el fiel relator de los sucesos.” (Parra 11:35)

Entonces la concepción sobre la reconstrucción del pasado nos lleva, para el positivismo, al conocimiento objetivo de la verdad: “La Historia, tal y como la conciben hoy los pensadores más autorizados, es una exposición objetiva de hechos, y no la expresión de estados subjetivos del historiador, ya se les llame simplemente juicios, ya revistan la forma más vigorosa, laudatoria ó condenatoria, que se llama el aplauso ó la censura.” (Parra 11:36)

Finalmente el sujeto que escribe la historia, es un hombre que puede estar más allá de las pasiones y de la interpretación subjetiva: “El historiador, como cualquier otro hombre de ciencia, no está obligado sino á lo que le imponen la sinceridad y la honradez, es decir, á no alterar el valor de los datos, ni á forzar su interpretación; á no presentar como cierto lo que tan sólo es probable, ó como real o efectivo lo que únicamente es conjetural é hipotético.” (Parra 11:38)

II.5 La producción literaria

Aunque Porfirio Parra escribió poesía, en este trabajo nos interesa fundamentalmente como prosista, como narrador, su novela Pacotillas es producto de esa faceta. Sería interesante detenerse también en su poesía y su obra ensayística, ya que, como en su novela, se encuentran marcados elementos de carácter positivista, sin embargo no será posible en este trabajo. Son asuntos que nos proponemos investigar más adelante.

La narrativa de Parra no se inscribe en la novela histórica, pero el realismo-naturalismo con que se expresa es una forma recurrente de manifestación de los narradores latinoamericanos de esa época de conformación de las ciudades burguesas en esta parte del continente.

La escritura y publicación de la novela en cuestión tiene que ver con los últimos años del siglo XIX en México, podríamos conjeturar que termina de escribirla alrededor de 1990. El domingo 13 de septiembre de 1891 se inicia la publicación por entregas de la obra narrativa Pacotillas de Porfirio Parra, en el periódico "El Universal" de Reyes Spíndola(10). Unos días después, el martes 22, se inicia, en el mismo medio, la publicación de La Guerra de tres años de Emilio Rabasa, ambas novelas publicarán sus entregas de manera simultánea.
Más tarde, la primera edición de la novela, en forma de libro, fue publicada en el año de 1900, el tiraje se hizo en Barcelona, con la Tipolitografía de Salvat e hijos, de esta publicación se hace la edición facsimilar PREMIA-SEP de 1982 en México; siento que es necesario y factible realizar una revisión-comparación crítica entre la versión periodística y la primera edición de la novela. Queda la tarea para los estudiosos de la literatura.

Considero que la obra no tuvo mucho éxito, sin embargo como documento de su tiempo nos permitirá, junto con otros elementos, tejer en la interrelación del pensamiento de su autor y el momento cultural y social en que vivió.

III. PACOTILLAS, LA NOVELA

Sólo a través de la narrativa y de la dimensión de lo imaginario podemos saber algo de la experiencia individual.
Nicola Chiaromonte

En términos literarios, la trama de la novela se corresponde con la historia que nos describe, es decir el conjunto de acontecimientos narrados tal y como van apareciendo en la lectura corresponden al orden lógico casual, cronológico, de los mismos acontecimientos, en este sentido Pacotillas es una novela lineal, con elementales evocaciones del pasado narrativo. La novela de Parra implica la vida de un estudiante de medicina venido de provincia, por momentos pareciera que de alguna forma nos estuviera relatando elementos de su propia experiencia, autobiográficos, aunque no estamos sugiriendo una identificación del autor con el personaje. El estudiante tuvo una posición económica holgada, pero a la muerte de su padre se encuentra pobre; las andanzas de Paco Téllez —Pacotillas— son el pretexto que sirve a Parra para presentar la vida pública de la ciudad de México a finales del siglo XIX.

El ambiente político, negociante de compadrazgos y combinaciones, los atropellos a las instituciones y a los individuos, la corrupción y tráfico de influencias, las diferencias de la sociedad, la dura lucha de una clase media volátil, que sube y baja con la misma facilidad en la escala social, y la falta de caminos para la juventud honrada e idealista, está desarrollado metódicamente y con sencillez en la narrativa de Porfirio Parra; la historia que describe la novela está bien articulada, aunque un poco lenta para mi gusto, sin embargo no es la calidad literaria lo que nos ocupa ahora.

Pacotillas ha terminado el tercer año de Medicina, vive con Amalia, una muchacha huérfana, también venida a menos como él. Ambos comparten las altas y las bajas de la fortuna económica.

Pacotillas vive en la ciudad de México desde los 12 años, hasta los 25, aproximadamente, en que muere; llega de León, Guanajuato, para ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria y termina, con rezago, el tercer grado de Medicina en la Escuela de Santo Domingo. Su padre es un comerciante: “su padre, honrado comerciante de aquella plaza [León, Guanajuato], comenzó a acariciar la idea de hacer del niño un letrado, y, si Dios quisiere, un hombre ilustre, que diera brillo a su casa, satisfacción a sus parientes y gloria a la nación mexicana” (P:36)(11). Además de las idealizaciones del padre de Pacotillas, el arribo de los elementos modernos al país plateaban necesidades prácticas para que un clasemediero vendedor de provincia se interesara en la educación de su hijo. “Lo que placía al honrado don Francisco Téllez [padre y vástago llevaban el mismo nombre], era que su hijo había de llegar a hacerle comprender bien aquel endiablado sistema métrico decimal, que para él siempre había sido indescifrable y seguía siéndolo aún… El buen comerciante estaba tan hecho a la vara castellana, la yarda inglesa, a la libra, el cuartillo, a la fanega y a las demás medidas antiguas.” (P: 36)

La globalización implica una tendencia a uniformar en el mundo los patrones de pesos y medidas, siendo así que durante el gobierno de Manuel González (1880-1884) se implantó en México el Sistema Métrico Decimal.

Pacotillas de niño, al lado de su padre, fue débil, nervioso y soñador; ya como estudiante en la ciudad de México su carácter sigue igual: es capaz, idealista e impetuoso. Por momentos lo embarga la vaciedad, la sensación de que no hay futuro en las convicciones que lo atan a la modernidad, así lo dice el personaje: “…es tal el fastidio que inspira cuanto nos rodea, que no sabe uno por qué decidirse”(P 23), además “he amado a la ciencia con la intensidad, con la violencia, con la fiebre que pongo en todas mis inclinaciones; hoy me parece hueca, me parece vacía, hoy la encuentro incapaz de satisfacer el corazón o la inteligencia, y por eso me fastidia” (P 24-25), sus dudas y contradicciones son propias de la bohemia. A pesar de las dudas, su pureza y convicciones no tienen como objetivo enfrentar a la modernidad (la bohemia es un impulso a lo moderno, no su negación), sino participar activamente en los cambios que trae aparejada esta forma de vida.

Por sus problemas económicos Paco necesita ponerse a trabajar, lo hace en un periódico, pero tiene que abandonar el puesto por incompatibilidad con el turbio general y diputado que es dueño de la empresa y director de la publicación, más adelante nos detendremos un poco en este asunto. Pacotillas y Amalia, su compañera, pasan por alternativas de enfermedad y de hambre hasta que el joven se hace gacetillero de El Independiente, un periódico de crítica seria y decente, aunque intransigente. En ese trabajo Téllez empieza a tener estabilidad económica decidiendo retomar su carrera de medicina, presenta sus exámenes de tercer año; viene a interrumpir la “buena suerte” una serie de artículos que Pacotillas escribe sobre ciertos negocios del gobierno: la venta y especulación de unos terrenos. Por este motivo cae sobre el estudiante el odio de su viejo condiscípulo, el Chango, y de un ministro. El Chango es secretario particular del ministro en cuestión. Detienen a Pacotillas y por medio de un proceso judicial irregular, le es negada la libertad bajo fianza, enferma de tifus en la cárcel y muere en su humilde vivienda.

Paralelamente a la vida de Téllez van esbozadas las conductas de otros compañeros suyos de escuela; acomodaticios e indiferentes a los problemas sociales, unos van abriéndose camino como Patillitas (un lagartijo de buen corazón llamado Rómulo Álvarez); otros, francamente absorbidos por el medio, hacen fortuna aprovechando las oportunidades y tienen influencia en el gobierno, como es el caso del Chango (Juan Robles).

Hay en la novela algunas descripciones de interiores y bastantes calles alrededor del Zócalo, cerca de donde vive el protagonista de la novela, sin embargo Parra no logra dar sabor ni carácter a lugares de tanto interés, que son importantes para la configuración espacial y para el rastreo histórico de la ciudad.

Parra escribe con más soltura y gusto cuando hay un dato censurable que presentar. Es un buen ejemplo de esto la carta que el charro Rodríguez, labrador acomodado, escribe a su esposa dándole cuenta de la impresión que le ha producido la ciudad; la carta reúne observaciones accidentales dispersas en la novela: “Hay datos relativos a toda la serie de taras urbanas universalmente tratadas por los novelistas realistas: los sucios barrios alejados de las calles del centro, la pobreza extrema o el lujo con que las gentes viven, las modas de peinados y polisones, la multitud de cantinas, los muchos mendigos que piden limosna.” (Navarro 79-80)

Si nos atenemos a los parlamentos de los personajes de la novela y el simbolismo de algunos elementos presentes en las descripciones, parece evidente en Parra la influencia del iluminismo, la fe en el progreso y la ciencia, un profesor dice al padre de Pacotillas “… es preciso salvar esa inteligencia juvenil de las siniestras garras del oscurantismo, hay que evitar que esta cándida criatura paloma de blancas alas sea víctima del buitre sombrío del retroceso. Usted sabe que, para nuestra mengua, esta sociedad esta dominada por el fanatismo... formadle [a Paco] para la democracia, preparadle para el progreso y educadle para la libertad” (P: 39)

Uno de los personajes secundarios, el general y diputado López, es un hombre moderno: “Era amigo de las copas, no enemigo de las faldas, y estaba siempre sediento de ganancia y lucro. Era valiente como un león, astuto como una zorra, leal como un perro y marrullero como un gato” (P: 78), “Llevaba quince años de posarse en una cómoda curul de la Cámara de Diputados, representando unas veces a un distrito y otras a otro.” (P 78) López es un personaje del que se pueden analizar varios elementos centrales, ya que tiene una presencia importante en la novela(12).

Hablando de la Cámara de Diputados, hay en su descripción interna un claro lenguaje naturalista: “Sobre el tapiz rojo del recinto central y de las galerías resaltan las bruñidas escupideras de latón, que al pie de cada curul, esperan las colas de puro, las viejas de cigarro y otras cosas menos pulcras que los señores diputados, por vía de desahogo pectoral, tengan a bien depositar en ellas.” (P 80) Justamente, en el recinto sagrado de la democracia parlamentaria, lo que los diputados echan por sus bocas es el humo de puros y cigarros, en vez de discursos, además de escupitajos como lo sugiere el autor.

Parra nos muestra como se manifiesta la “profesionalización” de los políticos de la época: “Éstos eran dos generales como el mismo López, un antiguo periodista, y un más antiguo político, de ésos que en todas las administraciones, y bajo todos los gobiernos, logran ser diputados por lo menos. Váldes, que así se llamaba este tipo, había sido continuamente diputado en tiempo de Juárez, en tiempo de Lerdo, en tiempo del general Díaz, y lo era ahora en tiempo del general González.” (P 81)(13)

Los diputados se reúnen en la cámara para justificar una actividad, más que para legislar, para validar procesos, legalizar situaciones de facto. Un diálogo entre los diputados nos muestra los negocios personales de éstos al amparo de la administración pública:

—Buenas tardes queridos compañeros —dijo el general López, tendiendo la mano a sus amigos.

—¡Mis plácemes, querido general! Ya sabemos que arregló usted el pingüe negocio de los terrenos. ¡Ah, qué mi general tan listo! Donde otros se pierden, usted se halla. ¡Oh! Tiene usted un pico que puede beber agua en el lago de Chapala.

—No es cosa, señor compañero; ese negocio tiene más enfados que ganancias, muy pocas ventajas podré sacar. Usted sí que merece felicitaciones —añadió guiñando el ojo—, por aquello de los alcances; ése sí es negocio seguro, fácil, que no causa molestias y puede dejar muchísimo.

—¡Qué felices son ustedes! ¡Como que están en el candelero! Sólo yo nada puedo conseguir. ¡Ya se ve, al gobierno le parece mucho tenerme aquí de flojo, abonarme tres mil pesos anuales porque venga a charlar aquí con ustedes!

—Donde lloran está el muerto —dijo el periodista—. Es verdad que el señor Peña no saca tajada de la Tesorería General; pero en su Estado, ¿qué tal? Todo se sabe, todo se sabe, ya estamos al tanto del valioso corretaje que le dieron cuando arregló lo del ferrocarril. (P 81)

Aunque resulte paradójico, estos políticos que mezclaban su actividad en los espacios públicos para sacar ventajas en los negocios privados, estaban impulsando los cambios que la modernidad requería, eran el aceite que la máquina de la modernidad necesitaba para caminar: “Sin duda, los miembros de las nuevas burguesías, especialmente en las capitales, lograron controlar simultáneamente el mundo de los negocios y el mundo de la política, y operaron de los dos para desatar y aprovechar el proceso de cambio” (Romero: 268)

Las sesiones del congreso eran rituales y tediosas, había pasado la época de la confrontación política y del debate legislativo, el orden se impone, no sin problemas, en los espacios públicos. Uno que otro tema, justamente producto de la modernidad, causa algún ruido como el hecho de que “se presentará una iniciativa, proponiendo el divorcio.” (P 83)

Como muchos especuladores que habitan en las ciudades decimonónicas del XIX en Latinoamérica, que están haciendo fortuna y todavía no terminan de establecerse, el general Juan López vivía en un céntrico y lujoso hotel, el Humboldt.

Uno de los modernos restaurantes de la ciudad, el Tívoli, y el servicio que en él se presta contrasta con la estrechez de Amalia esperando en su cuartucho a su pareja, además estos espacios también se contrastan simbólicamente: En uno señorea la corrupción de los negocios un tanto turbios y en el otro la espera incondicional y solidaria de la persona amada: la comida del Tívoli entre López, el gobernador, el ministro y los redactores de su periódico se confronta con la pureza de la estancia de Amalia(14).

La comida del Tívoli es importante en al medida que lo podemos ver cómo en un campo de poder concurren quienes, como Pacotillas, apuestan al prestigio intelectual enfrentándose, en desventaja, con los personajes posicionados en el polo del poder político y económico; López, el gobernador y el ministro, fundamentalmente quienes tienen un pie en la política y otro en los negocios tienen la correlación de fuerzas a su favor. Hay otros personajes que se están desplazando en el campo hacia el segundo polo, quienes tienen que mostrar su adhesión a los políticos-negociantes: el Chango y el estudiante, dejando aislado a Pacotillas que desfavorecido pierde parte de su capital apostado en el juego del periódico la "Bandera del Progreso". La pérdida se concreta cuando Téllez es corrido del periódico y se rumora, falsamente, que fue por jugarle una mala pasada al general López. Paco pierde parte de su prestigio “artístico” e intelectual en esa tensión que se manifiesta desde la reunión celebrada para exponer cada uno sus motivos de trabajar en el rotativo, la resistencia continua en la comida donde su intervención es incómoda a los personajes encumbrados y, más adelante, por su forma de escribir que no es de la conveniencia del general.

El general López castiga a los adversarios políticos y a sus rivales en amores. Patillitas se mete con la amante del general, es vigilado, pescado in fraganti y tremendamente golpeado; Pacotillas, aprovechando el general que es amigo del “adultero”, como no se ha mostrado servil en el periódico es corrido del mismo acusado de complicidad con su amigo, quien ha agraviado a la moral y las buenas costumbres de la época encarnadas en el general y diputado.

¿Quién es la mujer en disputa? Mercedes la tapatía; es una mujer de 28 años, sensual, morena, de familia de clase media; sus padres la habían expuesto a su destino: ellos tenían una cantina y pedían a Mercedes que les ayudara en el negocio; se enamora de un estudiante en Guadalajara, donde vivía, es usada y no correspondida. Más adelante por su perseverancia un capitán logra convencerla para que se case con él, el marido muere a los dos años y Mercedes termina convirtiéndose en el segundo frente o amante de algunos ricos que tienen a bien mantenerla por un tiempo; le toca su turno a López y la mujer decide engañar al general con Patillitas, con el desenlace que ya hemos señalado.

En cuanto a las relaciones de pareja Patillitas representa la modernidad, el amor y la conquista fácil, sin compromisos; Pacotillas la tradición, amor puro, romántico. Aunque hay un elemento que separa la relación de Pacotillas y Amalia del romanticismo para atraerlo a la modernidad: viven juntos, duermen juntos, aunque no se han casado, sin embargo la aspiración de Paco es casarse cuando termine la carrera de Medicina.

El capítulo XVII de la primera parte del libro se denomina “Unos suben y otros bajan”. Pacotillas, la Tapatía, Amalia y la viuda del editor bajan en la escala social. El Chango sube, se casa con Rosita, la hija de un empresario, y en dos años pasa de la pensión de mala muerte a su casa propia en el paseo de la Reforma; morada lujosa, de nuevo rico; el dinero para la casa del Chango se lo dio su suegro, don Librado(15), pero había un acuerdo tácito: el Chango desde la antesala del ministro con quien se colocó, por medio de información privilegiada e influencias, ya le había dado oportunidad a su suegro de obtener más ganancias de lo que había invertido en él, todo esto a partir de la especulación de bienes y servicios de la cosa pública.

“—¿Para qué estudiar? —discurría el Chango—, cuando con buena suerte, mejores amigos y óptimas recomendaciones se puede escalar de un salto el templo de la fortuna.” (P: 170) El Chango abandonó la escuela, había encontrado una forma rápida de ascender socialmente, de progresar, de adherirse a un nuevo grupo de poder, pero no importaba el grupo, no había lealtades ideológicas, de filialidad u otro tipo, sino lealtad al progreso, al ascenso individual a costa de lo que fuera. “El progreso, manifestado en el desarrollo de la ciencia y la técnica y, en consecuencia, de la producción, operaba indirectamente sobre la estructura social puesto que ocasionaba la formación de grupos nuevos; pero, en la realidad, el desafío no se planteaba como un problema de grupos sino como un problema de individuos, capaces o no de aceptar nuevas posibilidades de éxito económico.” (Romero: 311)

IV. LA PRENSA EN EL MUNDO POSIBLE DE PACOTILLAS

Uno cree entonces, no porque la experiencia nos haya llevado hacia allá, sino para defendernos de la incertidumbre, que con toda seguridad no es la que asume por lo general la fe genuina.
Nicola Chiaromonte

La prensa es un espacio de circulación de la palabra, de las ideas y es un campo de batalla entre las relaciones de poder que se manifiestan dando y quitando prestigio, su importancia radica en que, como dice Habermas (261): “Estos medios penden del desarrollo de tecnologías de la comunicación porque éstas posibilitan la formación de espacios de opinión pública, es decir, cuidan de que las redes de comunicación, por tupidas que sean, queden conectadas con la tradición cultural; en última instancia siguen dependiendo, pues, de la acción de sujetos capaces de responder de sus actos”, por eso la necesidad de impedir que Pacotillas siga escribiendo, sobre un negocio de terrenos, en la coyuntura en que se están preparando transacciones desventajosas para el Estado por propios personajes del gobierno. Éstos pretenden aprovecharse y sacar ventaja del acuerdo; ante esto, la posibilidad de Pacotillas de crear espacios de opinión pública adversos a los negocios fraudulentos al amparo del poder, es una amenaza que debe ser combatida para no acotar la toma de decisiones del ministerio. Esta tensión es la que lleva a la muerte —aparentemente involuntaria— de nuestro personaje.

Una de las temáticas recurrentes en la narrativa del siglo XIX es la de la prensa. El personaje principal de Pacotillas se va a desempeñar como redactor en tres medios impresos diferentes: uno oficial, otro independiente y uno más que no queda definido en la novela. En algunos casos, la cuestión de la prensa, es utilizada de asunto principal en la literatura decimonónica, tal y como lo hace Emilio Rabasa en El cuarto poder y, en menor medida, en Moneda falsa. En la mayoría de las novelas se aborda a la manera en que se hace en La bola, del mismo Rabasa, de modo tangencial, cual si fuera un telón de fondo en un pasaje determinado; es un argumento que apoya el desarrollo central de la narrativa decimonónica. En Pacotillas, sin ser el tema principal, la prensa ocupa un lugar preponderante en el desarrollo de la historia, sin el cual perdería la fuerza de su argumento y la lógica de su desarrollo.

Si pensamos en función de los vasos comunicantes que existen entre literatura y sociedad, podemos ver en ésta situación un fenómeno normal, explicable como parte de los elementos del realismo literario que se manifiestan aun en las novelas de costumbres, naturalistas, de folletín o, incluso, en las románticas.

Los narradores de la centuria decimonona escriben, prácticamente sin excepción, para la prensa, ya sea en periódicos o revistas(16), las publicaciones incluyen en sus páginas lo mismo nota roja que crítica literaria y ensayos, pasando por el amarillismo sensacionalista y los más variados temas. Porfirio Parra acompaña a Ángel de Campo, Manuel Payno, Federico Gamboa y Emilio Rabasa, entre otros intelectuales de la época, que no sólo escriben en la prensa, sino que trasladan el tema a su propia narrativa, alimentan la novela de la experiencia periodística, en un juego de espejos entre ficción y realidad, en ese sentido es que este tipo de literatura deviene en fuente para el estudio de la historia social, cultural y política de esos años, además de ser fuente de la historia de la literatura.

La crítica a los medios impresos, por la situación que atravesaban los mismos y la importancia que jugaron en el periodo, intentando influir en las decisiones de Estado, aspirando a conformarse en un cuarto poder, se observa como un espíritu de época. Por eso es que necesariamente un texto nos remite a otro, ya que el tratamiento a la prensa, por los autores señalados, implica cierta relación entre los textos y la realidad, una intertextualidad, como un conjunto de productos culturales que se constituyen, y constituyen a la vez, una red en un determinado contexto histórico y sus espacios de opinión pública.

Como ya habíamos señalado, Pacotillas trabaja en tres periódicos, primero: “Un editor de periódico se prendó de los talentos del joven, de su frase enérgica, de su nervioso estilo y lo hizo redactor de planta, retribuyéndole con cuatro pesos semanarios, lo cual fue para el joven un oportuno incremento de sus escasos recursos” (P: 68). Su segunda incursión es en "La bandera del progreso"; donde Pacotillas manifestaba un romanticismo político, que aparentemente se oponía a la modernidad, ya que “despreciaba la política como el toma y daca de grupos de intereses” (Hert: 44) en una sociedad donde no había conflicto parlamentario fuerte.

El diputado y general Juan López busca nombre para su periódico, las opciones, aunque demagógicas, juegan a identificarse con sus lectores, con sus proyecciones que son las apuestas del momento al iluminismo, a la razón, a lo positivo, al progreso que trae consigo la ciencia, hagamos un recuento de esos nombres posibles: La Luz, El Faro, El Sol, El Porvenir, La Libertad, El Ideal, La Antorcha de la Civilización, El Brillo de la Idea, La Esperanza de la Humanidad, El Bien de la Patria, La Prosperidad Nacional, La Dicha de la República, La Grandeza de México. Finalmente, lo liberal y lo militar, se sintetizan en el nombre elegido para el periódico: "La Bandera del Progreso". Podríamos intentar la delimitación de un campo semántico con las opciones barajadas para nombre del periódico, y encontraríamos que éste se podría contener en una sola palabra: iluminismo.

"La Bandera del Progreso" se mantiene por una subvención ministerial y de varios Estados, así como por el pago de las suscripciones y la contratación de periodistas baratos (Pacotillas, su condiscípulo el Chango y “un estudiante destripado” llamado Pedro Torres) como si fueran chícharos de taller mecánico. La fundación, del periódico, se basa en la adquisición de una imprenta en condiciones bastante ventajosas, en prejuicio de una viuda venida en desgracia: “La adquisición de imprenta y demás útiles necesarios para instalar la publicación, hizo honor también a la habilidad del general. Un amigo suyo, propietario de un periódico con la respectiva imprenta, había muerto hacía dos meses, dejando muy comprometido el negocio del periódico.”

Aprovechar negocios con ventajas poco éticas era otro signo de la época, lo importante era acumular poder, prestigio y dinero. No es algo exclusivo la temática elegida por Porfirio Parra: “Quiebras fraudulentas, suicidios, descensos a la última miseria de los más altos niveles de la riqueza, fueron temas predilectos de la novela naturalista de la época” (Romero 269), sobre el particular abunda Romero, “El naturalismo novelístico trataba de penetrar los secretos de esta nueva sociedad devorada por la tentación de la fortuna fácil y del ascenso social acelerado; y aunque condenaba lo que creía en ella inhumano y cruel, compartía lo que pudiera llamarse sus sanos principios”(Ibidem 290)

En sus tratos con la viuda, López “Convenció sin dificultad a la inocente señora que la imprenta valía muy poco.” Es clara la importancia estratégica de un periódico para un político que hacía negocios al amparo del Estado. Por ejemplo, Weetman Dickinson Pearson, guardando las proporciones, que no era un inversionista extranjero en México durante el Porfiriato, sino un contratista, como parte del cúmulo de empresas que hacen el imperio de su fortuna tenía, en Inglaterra, un periódico la "Westminster Gazette", que sin temor a dudas le sirvió para influir en asuntos de política internacional para favorecer sus negocios en México(17).

Un emblema de clase en los hábitos de consumo lo constituyen el puro y el cigarro, de la misma forma que señala diferencias de status el tipo de bebida que se consume: pulque o champaña. “Cuando el general sacó y encendió el puro, sacó el Chango una cajetilla de cigarros, ofreció a sus amigos, éstos aceptaron.” Los amigos, en este caso Pacotillas, se encontraban en una situación lumpen, ni para cigarros tenían, por su posicición de clase aceptaban la invitación de cigarros y no de los puros que les alargaba el general para engancharlos en su proyecto periodístico. En ese sentido hay un guiño de Parra, Pacotillas está cerca de la bohemia, como ya lo habíamos observado. En los primeros capítulos, cuando los estudiantes deciden no entrar a clases e irse a caminar, terminan en una cantina de segunda, atendida por un matrimonio francés, beben fiado y hay entre los parroquianos “dos extranjeros, graves, silenciosos y pensativos, [que] sumergíanse en las ondas cavilaciones que les sugería la partida de ajedrez que traían empeñada.” (P 22)

El general definía su estrategia periodística de manera militar, no empresarial, que era una buena forma de entrar en la batalla de la acumulación “originaria” de su capital en transición hacia una reproducción ampliada: batir al enemigo, plan de batalla, hacer un recuento de las provisiones de guerra, asegurar la retirada, contar las provisiones, desempeño de comisiones, etc.

Aunque con diferente forma de ponerlo en práctica, de hecho todos los personajes de la novela están empeñados en el progreso, en la modernidad. El general López manifiesta así esta esperanza: “se necesita que nuestro periódico sea de veras, y no solamente de nombre una bandera del progreso; creo que debe contribuir a la ilustración de las masas, a fin de que el pueblo, conociendo sus derechos sepa defenderlos y oponer un dique a los avances de la tiranía creo además que nuestro periódico, perteneciendo al partido liberal, debe contribuir al incremento de las libertades públicas entendidas en su más lata acepción, y propagadas a los más remotos confines a que pueda alcanzar la palabra escrita.” De lo anterior podemos desprender que para Porfirio Parra estos opositores al “avance de la tiranía” son tan perniciosos como la tiranía misma, pero a diferencia de los demagogos del partido liberal, como López; la tiranía puede garantizar la paz social que los otros están empeñados en socavar. Además muchos liberales, como López, se habían formado en las “bolas”(18) en el desorden, en el caos, convirtiéndose en los pescadores gananciosos del río revuelto.

Así define su carrera el general López: “el principio de mi carrera fue muy dificultoso. Yo me metí a la bola el año de 1854 para derrocar la tiranía de Santa Ana, y, aunque me foguié varias veces, no hubiera pasado de subteniente, si una vez no se le antoja a mi jefe hacer mención de mí. Cuando triunfó el plan de Ayutla apenas era yo teniente, y no pueden figurarse lo que le agradezco a Comonfort que en la acción de Ocotlán me encargara una misión de mucho riesgo” (P 92)

Pero ya no estamos en el periodo militar, ni en la etapa metafísica, sino en la era positiva, ahora el ascenso no es por vía del combate militar o ideológico. El Chango asegura su ascenso escribiendo en "La Bandera del Progreso" la biografía del ministro, pero no solamente se trata de la satisfacción del ego del político, sino del posicionamiento del grupo de poder que se forma alrededor de él, por lo mismo accede de buena gana López a que el Chango se vaya de secretario del ministro, a pesar de que pierde a su redactor estrella. López sabe que tiene derecho de picaporte en el ministerio al “colocar” al Chango como abre puertas del ministro y filtro de los que piden audiencia. “Generalmente sensibles a la adulación, los dictadores [y los ministros, agregaríamos] poseían su corte a la que era necesario llegar para poder llegar luego al favor presidencial: las antesalas fueron los escenarios de las luchas por el poder delegado, que era también la lucha por las mercedes, los honores y los beneficios.” (Romero 303)

En la comida organizada por López en el Tívoli, para celebrar la aparición del periódico, agasajar al ministro y al gobernador de su Estado, entre los asistentes encontramos al señor Guerrero: “Hombre de negocios al fin, placíase en fantasear concesiones muy lucrativas; líneas de ferrocarriles por aquí, líneas telegráficos por allá, zonas mineras por otra parte, pintábase en su mercenario espíritu, prometiéndole montañas de pesos fuertes, pirámides de onzas de oro y abultados rollos de billetes de banco.” (P 114) un periódico era un elemento de influencia importante, sobre todo en la estrategia de tener un valioso elemento con qué negociar.

V. LA CIUDAD QUE EMERGE DE LA LITERATURA

Hay varias paradojas en la sociabilidad de la Nevsky. Por un lado, pone a las personas cara a cara; por otro, empuja a las personas a pasar a las demás a tal velocidad y con tal fuerza que a cualquiera le es difícil mirar a otra detenidamente: antes de poder enfocar con claridad, la aparición ya se ha ido.
Marshal Berman

En las descripciones de Parra encontramos elementos de la modernidad que se van incorporando a la ciudad de México de la época porfiriana, el ruido citadino es un ejemplo: “Los sonidos más diversos poblaban el aire. Frases sueltas, palabras aisladas, confusos murmullos, la voz humana en todos sus tonos revoloteaba en torno al oído, arrullándole con el monótono zumbar de sus hirsutas alas. El rodar de los coches, el pesado correr de los vagones, el resonante trotar de caballos y mulas, y el sonido ronco y estridente de la corneta del tranvía, producían ruidos desapacibles y estruendosos, dominados periódicamente por el grave y acompasado son de la campana mayor de la Catedral” (P 20-21), además de evocarnos esta cita “El fango del Macadam” (Berman 155-173), me parece que los sonidos de la ciudad nada tienen que ver con el bucólico trinar de los pájaros en el campo, con el silencio pastoril que llama a la meditación; los ruidos de la ciudad son violentos, rápidos y desmesurados. En la modernidad podemos reconocer los espacios geográficos de manera auditiva, por los sonidos sabemos si nos encontramos cerca de una fábrica, de la línea del ferrocarril, de la calle donde circulan los coches o en las aglomeraciones urbanas como el mercado y lugares de recreo.

El alumbrado público es un fenómeno que por su rápida reconversión industrial fascino a los habitantes de la ciudades en el silgo XIX, así evoca Parra la iluminación de las noches citadinas: “… corría el encendedor de un farol a otro, y hacía surgir en el diáfano seno de cada uno la radiante mariposa del gas, que vertía en contorno el denso haz de sus dorados hilos; los focos de la luz eléctrica, de súbito y por invisible mano encendidos, proyectaban en el suelo y paredes sus fantásticos y plateados rayos.” (P 21) En un planteamiento más histórico Rodríguez Kuri nos recuerda cómo es abordado el tema en la época en cuestión:

En 1886, en una alocución dirigida a los estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria, Justo Sierra mostró un enorme entusiasmo por la novedad tecnológica más importante del último tercio del siglo XIX: la generación y distribución a escala industrial de energía eléctrica. Su percepción del fenómeno se integra en una retórica que suma elementos clásicos y modernos: subraya por un lado la intuición de la filosofía griega sobre la “física molecular” a la que Sierra denomina el mundo de los “titanes invisibles”; de otra parte, encara las potencialidades de la electricidad no sólo para la vida cotidiana, sino para el pensamiento. (Rodríguez 1996:181).

En el párrafo citado de la novela se evocan las lámparas de gas y las eléctricas como elementos tecnológicos que están presentes de manera simultánea en las calles de la ciudad, sin duda esto es así debido a que desde 1860 y hasta 1896 el alumbrado público es básicamente de gas, paulatinamente se van instalando bombillas eléctricas y es ya a partir de 1896-1898, cuando se extiende masivamente el alumbrado eléctrico en la ciudad de México (Ibidem 184-185).

Esa luminosa transformación, almacenamiento y control de la energía es importante en la metamorfosis del espacio urbano, su impacto entre los habitantes de la urbe es enérgico: “La iluminación pública a gas deslumbró a quienes estaban acostumbrados al aceite, y la eléctrica colmó de asombro a los espectadores el día que encendieron los primeros focos. Los tranvías a caballo fueron remplazados por los eléctricos, y más tarde empezaron a circular los autobuses.”(Romero 281).

La vivienda se movía entre dos polos: por un lado las residencias de los nuevos ricos que se construían hacia en sur de la ciudad y en el paseo de La Reforma y por otro las vecindades del centro de la ciudad en largos patios y viejos edificios coloniales. En Reforma vivía en Chango, en las vecindades vivían Pacotillas y Amalia, en “Uno de los barrios más feos, al mismo tiempo más poblados de la capital.” (P 28).

Estamos en años de transformación del paisaje urbano al ritmo de la fuerza motriz que impulsa el movimiento del transporte en la ciudad, los países industrializados imponen el ritmo, pero México se va incorporando a esos cambios de acuerdo al ritmo de su endeudamiento y la importación de tecnología e inversiones extranjeras. “En el caso de los Estados Unidos, 70% de la fuerza motriz de los tranvías urbanos era proporcionada por caballos en 1890, mientras que para 1902, 97% de esos tranvías se movía gracias a la electricidad.” (Rodríguez 152).
Las calles, las avenidas, las vías metálicas son los caminos de la velocidad que imponen los transportes tanto públicos como privados, “La perspectiva del nuevo hombre del coche generará los paradigmas del diseño y la planificación urbana modernista del siglo XX. (Berman 167).

No sólo el paisaje urbano está cambiando, hay una sensación de movimiento en descripciones que evocan el pasado reciente de la geografía ahora modificada por las máquinas del progreso, “En la época en que Paquito dejó por vez primera su ciudad natal y su hogar tranquilo para venir a México, la locomotora no cruzaba todavía las feraces llanuras del Bajío.” (P 45).

El movimiento y la transformación es un fenómeno que se manifiesta en las ciudades pero no se circunscribe a ellas, a pesar de que en el campo pareciera que nada se mueve.

VI. CONCLUSIONES

El culto a la verdad es de hecho un culto privado esencialmente, asunto que incumbe a las personas, a los grupos pequeños y a las sectas.
Nicola Chiaromonte

Podemos afirmar con Jeffrey Hert que “No existe modernidad en general. Sólo hay sociedades nacionales, cada cual se moderniza a su modo.” (Hert 17) Y en el modo en que asume su modernización nuestro país, juegan un papel fundamental, a finales del XIX, la literatura, los “científicos”, el positivismo y la ciudad de México como eje político, geográfico y cultural integrador de la Nación, así como el régimen político y los personajes que se expresan en varios de esos campos y otros más. Me parece que para contribuir a la caracterización del periodo es necesario detenernos más en personajes como Porfirio Parra y reflexionar en cómo contribuye cada uno al modo de modernización que se configura en México.

En cuanto a la novela de la que hemos venido hablando, Pacotillas es personaje incorruptible e idealista, el cual es regido por un novelista de un positivismo estricto, por lo mismo es llevado fatalmente a la destrucción lógica, antes que claudicar frente al medio. Aunque una lectura posible implicaría que su muerte fue inútil. No importa, me parece que para Parra la muerte de su personaje es más esperanzadora, que una posible destrucción emocional o moral, la muerte dignifica. Aunque el proyecto modernizador sea una apuesta, contradictoria en los hechos, por la vida.

Parra trata a la sociedad mexicana con seriedad y pulcritud, en la narración hay una lentitud minuciosa de profesor que quiere dejar todos los hechos bien definidos, pareciera que hay un trasfondo pedagógico, el autor quiere de alguna forma educarnos al denunciar la corrupción. Esta misma ecuanimidad metódica y científica hace dudar un poco, al final del libro, del propósito que le llevó, a Porfirio Parra, a escribirlo; indudablemente es una crítica a la época, ubicándose la mayor parte de la novela en el periodo del gobierno del general Manuel González entre 1880 y 1884, pero tampoco queda claro que el autor apruebe la conducta del héroe Pacotillas. No es posible decir si el autor toma partido por la oposición o si la novela es una censura contra el gobierno y al mismo tiempo contra la oposición. Su actitud crítica parece ser por la preservación del orden y la moral, el progreso dentro de la ciencia pudiera ser lo que al novelista interesa, y por ello no hay acusación específica contra un régimen político determinado, sino una exposición “objetiva” de los hechos. De este modo, positivismo, dictaduras centralizadas y literatura realista, no son expresiones aisladas, como fenómenos políticos, culturales e históricos de finales del siglo XIX mexicano, son fases expresivas de una misma composición social dominante, de un mismo proyecto modernizador, que expresa, en ese marco, una autocrítica señalando los excesos para poder superarlos, no para romper con el régimen, no para hacer la revolución, sino para reformar a la sociedad y al Estado, porque, como lo señalamos en el transcurso del trabajo, para el Dr. Parra el positivismo implica el fin de las luchas, la instauración del orden y la consolidación del progreso permanente, en esa dinámica de estática y dinámica social, de quietismo y movimiento.

Los componentes estructurales como la cultura, la sociedad y la personalidad (en este caso de Porfirio Parra), se concatenan con procesos de reproducción cultural, de integración social y de socialización que producen esquemas de interpretación susceptibles de consenso en la sociedad (como un saber válido que explica la realidad), Parra esta inmerso en esa red y colabora en su tejido como vamos encontrando a lo largo de éste trabajo. De alguna forma la literatura de Parra, y en general la mayoría de sus escritos, puede interpretarse como un estudio de la tradición cultural y su efecto en la política, como la ruta liberal hacia el modernismo en México.

La movilidad social es un punto interesante, una posibilidad que ha prometido la educación a los habitantes de las ciudades modernas, situación que ha sido relativamente cierta, hemos visto que el ascenso social, sobre todo en terminos económicos, que trajo consigo la ciudad moderna latinoamericana recompensaba más la aventura fáustica que la educación metódica: se trataba de una “sociedad cosmopolita y aventurera, en la que las fortunas subían y bajaban vertiginosamente.” (Romero 254).

Pacotillas, el personaje intenta, como periodista, “una carrera literaria: encarnación típica de esa bohemia, condenada a las privaciones materiales y a las decepciones intelectuales.” (Bourdieu 41).

Se trata de una objetivación del ser en personajes de papel que develan velando y produciendo un efecto de realismo. Parra toma en serio la ficción, no trata de evadir la realidad en mundos imaginarios, no trata de huir de la realidad en su literatura.

Finalmente quisiera terminar con una cita de Bourdieu: “Objetivar la ilusión novelesca, y sobre todo la relación con el mundo llamado real que supone, significa recordar que la realidad que nos sirve de medida de todas las ficciones no es más que el referente reconocido de una ilusión (casi) universalmente compartida”. (Bourdieu 65).

VII. NOTAS

1. Al respecto señala Françoise Perus : “las relaciones entre historia y literatura, y entre sendas disciplinas, podrían reducirse a un intercambio de información: las obras literarias representarían para el historiador un tipo de “documento” particular, más bien poco fiable debido a su carácter ficticio y a las ambigüedades de su lenguaje, mientras que para el literato la historia proporcionaría los elementos de información necesarios al esclarecimiento de aspectos secundarios (referenciales y no propiamente artísticos) de las obras estudiadas” (Perus 8).


2. Al respecto Luis González señala: “los que en alguna forma llegaron a ostentar la marca científica nacieron generalmente en el marco temporal 1841-1856” (González 37), visto desde este criterio (no es el único) vamos definiendo a Porfirio Parra como integrante de la generación de los científicos.

3. En el AGN (ramo gobernación, legajo 543, caja 1, año 1888), encontramos una serie de telegramas que remiten los gobernadores de los estados al Secretario de Gobernación, Manuel Romero Rubio, el motivo de los comunicados es informar el resultado de las elecciones en cada demarcación; uno de esos telegramas, fechado el 9 de julio de 1888, viene del estado de Chihuahua y lo firma Celso Guzmán: Porfirio Parra aparece en ese documento como electo diputado suplente (“el día de ayer”) del sr. Leopoldo Rincón, en el distrito de Iturbide.

4. En su obra Algunas poesías Parra incluye “un cuadro dramático en un acto y en verso denominado Lutero”, en el prólogo a “Sociología de la Reforma” (probablemente escrito por Martín Luís Guzmán, la edición es parte de una colección denominada El liberalismo mexicano en pensamiento y en acción, colección dirigida precisamente por Martín Luís Guzmán) se menciona la comedia “A caza de un marido”, trabajo que no conozco.

5. Parra al “Ser el continuador de las ideas de Barreda indica en sí que se mantuvo en un positivismo de una actitud más crítica, más reformista, más alejada del mundo porfirista que la de los positivistas del grupo de Sierra” (Navarro 78)

6. Esta es una edición facsimilar de la primera publicada en 1900. La primera edición se puede consultar en la Biblioteca Nacional.

7. Las citas que correspondan a Flores, Francisco A. (1887?). Historia de la medicina en México: desde la época de los indios hasta la presente, s/d, México. Serán referidas como Historia, seguido del número de la página correspondiente. Esta lectura será la base del apartado “Ideas sobre la ciencia”. En el caso de las citas de los textos del siglo XIX se respetará su ortografía.

8. Las citas que corresponden al libro: Parra, Porfirio (1878). Ensayo sobre la patogenia de la locura, Facultad de Medicina de México, tipografía literaria, calle de la canoa núm. 5, México, serán referidas como Ensayo seguido por el número de página.

9. Esta cita corresponde al texto de Porfirio Parra: Juicio crítico de la clasificación médico-legal de las heridas. Tanto en lo que se refiere al Código Penal, como en lo que respecta al Código de Procedimientos, y modo de remediar los inconvenientes que la clasificación presenta.- presentación de un proyecto de clasificación, imprenta del Gobierno en el Ex Arzobispado. Esta memoria fue presentada por el autor con el lema: Dura semper lex est, al concurso abierto por la Sociedad Médica Pedro Escobedo, con fecha 27 de mayo de 1896. El argumento central de Parra es la reforma al artículo 213 del Código de Procedimientos, así como varios artículos del Código Penal en lo que a la clasificación de las heridas se refiere en situaciones que implican la intervención judicial.

10. Consultando el fondo reservado de la biblioteca Sebastián Lerdo de Tejada, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, encontré en su colección de "El Universal" a partir de 1891 (no tienen ejemplares de 1885 a 1890), que en ese año se destaca la polémica, de la que varios historiadores han dado cuenta, sobre la enseñanza del positivismo en la Escuela Nacional Preparatoria a propósito del plan de estudios y el libro de texto en la enseñanza de la Lógica, el debate, que se desarrolla alrededor del Congreso Pedagógico, implica centralmente la discusión protagonizada por Porfirio Parra y José María Vigil. El debate no inicia ahí, desde 1878 Vigil crítica la propuesta educativa de los positivistas: “En contra del sistema educativo que Gabino Barreda había impulsado en la escuela preparatoria, el cual le daba prioridad a la formación científica y a las ideas filosóficas positivistas fundadas en el evolucionismo de Comte y Spencer, Vigil proponía un programa basado en los estudios mexicanos” (Florescano 389-390)

11. Para señalar citas de Pacotillas, utilizaré la letra P y el número de página a que corresponda la referencia con la edición de Premia-SEP.

12. Como señalábamos al inicio del ensayo, Parra fue diputado por dos Estados de la República y, finalmente, senador; este tipo de cargos públicos durante el porfiriato eran prácticamente vitalicios, podemos considerar que la experiencia personal de Parra lo lleva a este tipo de afirmaciones que no dejan de ser autocríticas.

13. Parra mismo había sido diputado durante esos mismos periodos de gobierno.

14. Este personaje me parece muy interesante y que requiere una reflexión especial, es importante señalar que para Augusto Comte el hombre como género es el individuo, sólo importante en función de la humanidad (el ser social, la colectividad); la mujer es quien eleva al hombre a su objetivo social, la humanidad; ella es el ser intermedio que convierte al individuo en un ser social, básicamente con su labor en el seno de la familia, en ese sentido Amalia merece una reflexión profunda, que no haremos en este trabajo por falta de tiempo. Amalia es un personaje “carnal”, no idealizado al estilo de las enfermizas heroínas de la novela romántica (Hermana de los Ángeles), no es una pecadora a la manera de la novela naturalista (Santa, por ejemplo), no es el ángel del hogar, aunque se le parece bastante, Amalia es un ser conforme siempre con lo que tiene, que no se queja y siempre comprende a su hombre, como una metáfora de la inteligencia contrapuesta al ímpetu varonil, la mujer es el equilibrio, la estática enfrentada a la dinámica muchas veces desenfrenada de los hombres.

15. “Don Librado era uno de esos tipos muy comunes entre nosotros, que, con la avidez y la codicia más insaciables en los negocios, adunan la mayor sencillez en el trato íntimo, y las virtudes más patriarcales en el seno del hogar. En público se decía de él que era un ladrón judío, que medraba a costa del Erario, que sus rapiñas podían contarse por las fincas rústicas y urbanas que poseía.” (P: 184)

16. Sólo por hacer una mención breve, a continuación señalamos algunos autores del XIX que combinan periodismo y literatura: José Joaquín Fernández de Lizardi, Manuel Payno, Justo Sierra O’Reilly, Fernando Orozco y Berra, Ignacio Manuel Altamirano, José Tomás de Cuellar, Aurelio Luis Gallardo, Pedro Castera, Manuel Sánchez Mármol, Rafael Zayas Enríquez, José Rafael Guadalajara, Juan A. Mateos, Vicente Riva Palacio, Ireneo Paz, Victoriano Salado Álvarez, Heriberto Frías, Emilio Rabasa, Manuel H. San Juan, Rafael Ceniceros y Villareal, Cayetano Rodríguez Beltrán, Ángel de Campo, Salvador Quevedo y Zubieta, Justino Sarmiento, entre otros.

17. Sobre el carácter de las actividades como contratista en México de Pearson y las compañías que funda como producto de ese negocio, véase el libro de Priscilla Connolly El contratista de don Porfirio. Obras públicas, deuda y desarrollo desigual, coeditado por el Fondo de Cultura Económica, el Colegio de Michoacán y la UAM Atzcapotzalco.

18. Emilio Rabasa, en su novela La bola, platea una diferenciación entre la bola y la revolución: “No calumniemos a la lengua castellana ni al progreso humano, y tiempo es ya para ello de que los sabios de la Correspondiente envíen al Diccionario de la Real Academia esta fruta cosechada al calor de los ricos senos de la tierra americana. Nosotros, inventores del género, le hemos dado el nombre, sin acudir a raíces griegas y latinas, y le hemos llamado bola. Tenemos privilegio exclusivo; porque si la revolución como ley ineludible es conocida en todo el mundo, la bola sólo puede desarrollar, como la fiebre amarilla, bajo ciertas latitudes. La revolución se desenvuelve sobre la idea, conmueve a las naciones, modifica una institución y necesita ciudadanos; la bola no exige principios ni los tiene jamás, nace y muere en corto espacio material y moral, y necesita ignorantes. En una palabra: la revolución es hija del progreso del mundo, y ley ineludible de la humanidad; la bola es hija de la ignorancia y castigo inevitable de los pueblos atrasados. (167–168; las cursivas son añadidas)


VIII. FUENTES CONSULTADAS

Archivo General de la Nación

Biblioteca Nacional

Biblioteca Sebastián Lerdo de Tejada, SHCP

Biblioteca del Instituto Mora

Hemeroteca Nacional


IX. BIBLIOGRAFÍA

Aragón, Agustín (1933). Diez retratos literarios de médicos mexicanos eminentes, comité del centenario de la facultad de medicina, imprenta del departamento de Salubridad Pública, México. Págs. 25-27.

Berman, Marshal (2003), Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI, México.

Bourdieu, Pierre (2002), Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Anagrama, Barcelona, pp. 9-65.

Burke, Peter (1997), Historia y teoría social, Instituto Mora, México.

Connolly, Priscilla (2002), El contratista de don Porfirio. Obras públicas y desarrollo desigual, Fondo de Cultura Económica, México.

Cosió Villegas, Daniel (1970), Historia de México. El porfiriato. Vida social, Hermes, México.

Florescano, Enrique (2001), Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas, taurus, México.

Flores, Manuel (1880). Educación del médico. Tésis inaugural, imprenta de Ignacio Escalante, México.

Flores, Francisco A. (1887?). Historia de la medicina en México: desde la época de los indios hasta la presente, s/d, México. Prólogo de Porfirio Parra págs. IX a la XXXI.

González, Luis (1984), La ronda de las generaciones. Los protagonistas de la Reforma y la Revolución Mexicana, SEP-Foro 2000, México.

Habermas, Jürgen (2002), Teoría de la acción comunicativa, II. Crítica de la razón funcionalista, Taurus, México, pp. 161-280.

Herf, Jeffrey (1993), El modernismo reaccionario. Tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich, Fondo de Cultura Económica, México.

Illades, Carlos y Rodríguez Kuri, Ariel (2001), Ciencia, Filosofía y sociedad en cinco intelectuales del México liberal, Miguel Ángel Porrúa-UAMI, México.

Navarro, Joaquina (1992), La novela realista mexicana, Universidad Autónoma de Tlaxcala, México.

Ocampo, Melchor (1901). Obras completas tomo III Letras y Ciencias. En peregrinación de Pomoca a Tepeji del Río, edición de Ángel Pola y Aurelio G. Venegas. Prefacio del Dr. Porfirio Parra (págs. I-XII), F. Vázquez editor, México.

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Parra, Porfirio (1906). Algunas poesías, imprenta de El Correo Español (calle de Chavarría nº 5), México.

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Perus, Françoise (compiladora) (2001), Historia y literatura, Instituto Mora, México, pp 7-28.

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Turner, John Kenneth (2003), México bárbaro, Porrúa, México.

martes, 16 de marzo de 2010

EL APANDO: DENTRO DE LA CÁRCEL, LA CÁRCEL, FUERA DE ELLA TAMBIÉN.

EL APANDO: DENTRO DE LA CÁRCEL, LA CÁRCEL, FUERA DE ELLA TAMBIÉN.
                                        Artemio Ríos Rivera

¡A la chingada cualquier creencia en absolutos!

Los hombres se inventan absolutos… porque necesitan

un asidero para defenderse del Infinito, porque tienen

miedo de descubrir la inutilidad intrínseca del hombre.

Sí, lo asombroso no es la inexistencia de verdades absolutas,

sino que el hombre las busque y las invente… el hombre no

tiene ninguna finalidad, ninguna de vivir…

¡Luchemos por una sociedad sin Clases!

¡ Pero no, no para hacer felices a los hombres,

sino para hacerlos libremente desdichados,

para arrebatarles toda la esperanza, para hacerlos hombres!

José Revueltas en “Los días terrenales”.

Pp 488-489, Obra literaria Tomo I.

EL AUTOR

José Revueltas nació en Durango y neceó con su heterodoxia -dentro de la ortodoxia-, por todos lados. Vio la luz por primera vez el 20 de noviembre de 1914, su efeméride paradójicamente será la misma que celebrará la Revolución Mexicana, esa revolución en la que finca su esperanza y lo persigue policiacamente las más de las veces. 1914, el mismo año en que nacieron Octavio Paz y Efraín Huerta. El periodo es en vísperas de la consumación de la Revolución de Octubre, movimiento que conmovió al mundo y al propio escritor; sin embargo, los “curas rojos” adoradores del stalinismo de la burocracia Soviética lo expulsaron de sus organizaciones varias veces.

José inició su militancia comunista a los 14 años de edad, en el Socorro Rojo Internacional. Ingresó en 1932 en el Partido Comunista Mexicano (PCM), en el que trabajó en la reorganización de la Federación de Jóvenes Comunistas. Lo mejor de su lucha lo dio fuera del Partido. Fue Delegado al séptimo Congreso de la Internacional en la URSS (1935), donde la delegación mexicana aclamo a Stalin –según Revueltas- con el fraternal grito de ¡Chigue a su madre Stalin!

Expulsado del PCM en 1943, formó parte del grupo El Insurgente que se fusionó con otras organizaciones para fundar, en 1947, el Partido Popular (de Lombardo Toledano), en el que permaneció hasta mediados de los años cincuenta. En 1956 ingresó en el Partido Obrero Campesino Mexicano, que dejó al año siguiente para fundar la Liga Leninista Espartaco, de la cual fue expulsado en 1963. Además de cofundador del Grupo Comunista Internacional (1968) de tendencia troskista, fue secretario juvenil de la Confederación Sindical Unitaria de México.

Formó parte del personal docente del dormitorio para niños del Cuadrante de la Soledad, cercano al barrio de La Merced donde su familia tuvo una tienda de abarrotes. De esos barrios se alimenta de elementos sórdidos que más adelante utilizará en sus narraciones.

Ocupó la secretaría del interior y la secretaría general de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, cargos a los que renunció después de publicar una serie de artículos contra el empresario William Jenkins en la revista Hoy.

Fue encarcelado numerosas veces: la primera a los 14 años de edad y la última en la penitenciaría de Lecumberri, por su participación en el movimiento estudiantil de 1968. Quedó en libertad en 1971. En dos ocasiones fue recluido en las islas Marías, y estuvo además en la prisión de Tlatelolco, en la Correccional para menores y en la Cárcel de Belén, entre otras.

En 1961 viajó a Cuba para iniciar los trabajos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. Impartió cátedra en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, fue reportero de varios diarios y revistas mexicanas. Escribió para órganos partidarios. Sus trabajos literarios, periodísticos y políticos han sido publicados aun póstumamente. Obtuvo el premio de la editorial Farrar & Reinhart de Nueva York y el Premio Nacional de Literatura en 1943. En 1951 rechazó un reconocimiento del gobierno franquista español, recibiendo en 1968 el Premio Xavier Villaurrutia.

Pepe fue un hombre de lucha y producción literaria fecundas. De su última estancia en Lecumberri, en compañía de los jóvenes del movimiento estudiantil, tomó las notas para realizar su novela corta El apando. Nada mejor que las propias palabras del autor para reconocer su concepción de sí mismo, como literato y político: "Mis experiencias literarias, son siempre experiencias políticas, desde los Muros de agua hasta Los errores o El apando... a veces los escritores viven por experiencia literaria y no por experiencia existencial: viven para escribir y no escriben para vivir. Hay algo en mí de eso. La vida social y política, la lucha me han servido para impregnarme de la realidad del país, porque yo no soy un escritor comprometido, soy un escritor ¡dentro del compromiso! Yo no me comprometo desde fuera, soy simplemente una gente comprometida desde dentro: mi vida es la Revolución, y otra expresión de mi vida es la Literatura”.

Revueltas muere el 14 de abril de 1976 en la ciudad de México.

LA RECEPCIÓN

Pablo Neruda dijo de él: “es una síntesis del alma mexicana. Tiene como su patria, una órbita propia, libre y violenta. Tiene la rebeldía de México”. José Agustín (67:646) escribe que “Revueltas es el primer escritor en nuestro país que no teme llamar a las cosas por su nombre y que sabe reproducir el habla coloquial”. Salvador Novo, citado por Agustín, se expresa de la siguiente manera “Pepe Revueltas es ya un gran novelista. Su estilo es depurado, profundo, rico. Pero también creo que no está destinado a ser un novelista popular. Exige la misma lenta disposición de ánimo que Proust para entregarse al lac de délices de sus introspecciones aplicadas a personajes estéticos”. En 1943 Octavio Paz (91:572) señalaba el carácter polémico que tuvo la recepción de la literatura de nuestro escritor, “La novela de Revueltas ha provocado, al mismo tiempo, los más encendidos elogios y las críticas más acerbas. Algún crítico marxista lo ha acusado de pesimismo; otros entusiastas, en cambio, no han vacilado en citar a Dostoievski”.

Sin duda después de 1968 la obra de Revueltas amplió su público y el gusto de éste por su obra; sin embargo, lo que sucedió con anterioridad fue muy distinto, tal como lo relata José Joaquín Blanco:

…el público, aun el escaso público culto de la época, lo vio como un autor excéntrico, quizás fanático, desaliñado y perdido en extrañas manías. La respuesta de la izquierda fue feroz, tanto con respecto a Los días terrenales como a Los errores: y como un protagonista de estas novelas, el propio Revueltas sufrió persecución por parte de sus camaradas, e incomprensión e injurias precisamente de aquellos para quienes sobre todo escribía (96:195).

La obra literaria (novela y cuento) de Revueltas se conforma básicamente por los siguientes textos: Los muros de agua (1941), El luto humano (1943), Dios en la tierra (1944), Los días terrenales (1949), En algún valle de lágrimas (1956), Los motivos de Caín (1957), Dormir en tierra (1960), Los errores (1964), El apando (1969), Material de sueños (1974), Las cenizas (póstuma). Su producción ensayística, teatral y de guiones cinematográficos no la mencionaremos en este trabajo.

Revueltas fue siempre un crítico de las religiones (desde la Iglesia católica hasta las capillas comunistas), de sus sacerdotes y acólitos, de los individuos que aterrorizan y torturan a los más nobles, ingenuos, a los más sensibles y necesitados, a los más desvalidos de los personajes de sus relatos. Según el autor sus personajes son extraídos de la realidad.

En un momento en que los “escritores comunistas” deberían escribir en el marco del “realismo socialista”, José opta por el “realismo dialéctico”, en “la decisión de jamás apartar los ojos de la realidad, así fuera ésta terrible y lacerante” nos dice Ignacio Solares (Ruffinelli 77/2:23). Pero no se trataba de reflejar la realidad, sino tomarla como punto de partida, como experiencia de vida que se refuncionaliza en experiencia literaria.


LOS CUENTOS

Los cuentos son lo más logrado de la obra literaria de Revueltas según varios críticos. De Dios en la tierra, Ruffinelli (77/1:66) apunta que es “un certero rosario del dolor humano, de las formas del sufrimiento, como si el autor se empeñara en realizar una encuesta cuyo resultado global y particular no hace más que confirmar la visión sombría del mundo, la realidad que éste es para los hombres”.

En Dormir en tierra, texto de cuentos de donde recuerdo “La hermana enemiga”, como en otros escritos, hay una constante: los sueños. Pero los sueños son generalmente pesadillas asfixiantes donde se castiga a la naturaleza humana, sus desnudeces, su maduración física. Pesadillas que aplastan a los personajes y los hacen arrastrarse a nivel del suelo, reptar en el piso sin permitirles un rato de descanso. El despertar sobresaltado implica enfrentarse a una vigilia más sórdida que los propios sueños. Los más débiles son duramente hostilizados, como en este caso lo hace la hermanastra con la niña huérfana.

Cuentos en blanco y negro, en colores sepia, oscuros, como la sotana del padre o el cuarto y la suerte de la niña, como el trapo que pendía del techo o la conciencia de la hermanastra. Una oscuridad condenatoria que no permite ver la claridad de la vida, oscuridad que castiga, en la hija huérfana, el pecado de su madre, el adulterio que es castigado con la pena capital. Como en El apando la madre quién sabe en qué mal momento concibe a la hija, la maternidad no es un acto consciente, sino un accidente de la vida, un error que merece castigo.

La inocencia es, en el universo de Revueltas, una porquería que se autorreprime. Autocastigo para placer de aquellos que creen tener la verdad absoluta en sus manos. Para regocijo de la hermanastra, de modo que la madrastra tenga a mano un ejemplo del lugar inexorable a donde conduce el pecado de la inocencia.

EL APANDO

El apando es una novela corta (cuento largo o noveleta) que “cuenta la historia de tres presos comunes, drogadictos, y sus tentativas de ingresar droga al penal”, según resume la anécdota Ruffinelli (77:129). Espacialmente inscrita en una cárcel dentro de la cárcel, el apando es un espacio de reclusión dentro de la prisión, que a su vez se encuentra recluida en la cárcel-sociedad o en el presidio-realidad. Así nos podríamos ir sumergiendo en espacios de reclusión cada vez más estrechos, profundos y asfixiantes: como en una mazmorra-cebolla, donde cada capa de la realidad es un encierro enajenado de otra realidad hasta llegar al cuarto en que dormimos o al claustro matriz. La vagina que promete los paraísos artificiales, el alivio al dolor por medio del tapón de droga que trae entre las verijas la madre del Carajo. La tumba es también una cárcel matriz, un hoyo que guarda al ser humano en su seno, uno cada vez, o más en casos extremos.

“Estaban presos ahí los monos –nos dice el narrador al inicio de la novela-… caminaban, copulaban, crueles y sin memoria, mona y mono dentro del Paraíso, idénticos, de la misma pelambre y del mismo sexo, pero mono y mona, encarcelados, jodidos”. Paradójicamente los monos viven en el Paraíso. Los animales darwinianos que evolucionan para convertirse en humanos, o al revés, los hombres que involucionan para convertirse en animales, en bestias impías, se encuentran en el jardín del edén, en el paraíso de la creación cristiana. Pero el paraíso mismo es una cárcel de la que hay que tratar de escapar. Estamos encerrados en una escala zoológica que se involucra con el espacio, con el tiempo, con la “geometría enajenada”. Estamos presos fuera de nosotros mismos, ajenos a nosotros. La inconsciencia es una prisión: “Todo era un no darse cuenta de nada”.

En 1961 -ocho años antes de El Apando-, Revueltas escribe "A propósito de Los muros de agua". Podemos encontrar en ese texto elementos que nos muestren de dónde va a alimentarse el denominador monos. Tal vez de su visita a un leprosario, del que queda fuertemente impresionado. José observa el proceso de degradación del ser humano, de la carne que se va secando como la ceniza del cigarro. De ahí el regreso en la escala zoológica, la lepra destruye físicamente al hombre; emocionalmente lo va convirtiendo en mono:

¿Por qué {tenían los leprosos}… aquellos rostros de leones, {…} aquellos ojos redondos? Y ahora, de pronto, doy con el secreto: ¡eso mismo! Ahora me doy cuenta de lo que hay de extraño en los ojos: probablemente no es que se muestren muy abiertos y como sin párpados, sino que se hacen redondos, circulares, pierden su aspecto rasgado y se van haciendo como los ojos de los monos, pero peor aún. (Revueltas 80:14)

Pero también hay que recordar que a los empleados de la excárcel de Lecumberri, donde suponemos se desarrolla la novela, se les denominaba con el genérico monos, ellos mismos utilizaban el vocablo para denominarse a sí mismos, trabajaban de monos en Lecumberri. Sin embargo, monos somos todos, no sólo los carceleros y sus familias, también los demás presos y sus visitas. El que vigila es mono, lo es también el vigilado: “Monos, archimonos, estúpidos, viles e inocentes, con la inocencia de una puta de diez años de edad. Tan estúpidos como para no darse cuenta de que los presos eran ellos (…) con todo y sus madres y sus hijos y los padres de sus padres”.

El sustantivo mono ligado a elementos del orden, como policías o agentes represivos ya lo encontramos presente en Los errores:

Los policías pitaban, en el colmo de la desesperación, con los silbatos incrustados en los dientes, igual que labios artificiales, como si tuvieran otros órganos del habla, a tiempo que ejecutaban extraordinarios aspavientos histéricos, yendo de un lado a otro, en esa fantástica interlocución de monos que era aquel lenguaje de ruido, del caos, puro y deshumanizado. (Revueltas 80:74.Las negritas son nuestras).

Pareciera que Revueltas minimiza a sus personajes: monos. La no evolución del hombre y su retroceso en el devenir histórico-social.

Todos los personajes con nombre propio son de un estrato social bajo (Polonio, Salomé, Albino, El Carajo, Meche, La Chata y La Madre). Pero el narrador no resiste la tentación de meter las diferencias de clase en el relato. La “piadosa cortesía” con que eran escuchadas las señoras de la clase alta que pisaban la cárcel en las primeras veces, para visitar a sus reos. En la medida que el tiempo pasaba, la alcurnia “iba modificando poco a poco su actitud y haciendo concesiones a la realidad”, dejaban de hablar de la inocencia de sus presos o de las influencias que muy pronto podrían sacarlos de la cárcel. El sistema penitenciario crea una nueva estructura, aun en sus formas de sometimiento que el micropoder constituye. En su serie de concesiones o sometimientos, el encierro carcelario tiene la virtud de diluir ciertas diferencias de clases: “Nadie ponía en tela de juicio la culpabilidad o la inocencia del hijo, del marido, del hermano: estaban ahí, eso era todo”.

En la novela encontramos tres parejas, tres hombres apandados y tres mujeres en lo que podríamos llamar "libertad provisional" que proveen a sus reos, entre otras cosas de droga. Polonio y La Chata, Albino y la Meche, El Carajo y su Madre. Tres parejas unidas genitalmente. Meche y la Chata dan placer con su sexualidad a Polonio y Albino. La Madre de El Carajo, quien a pesar de darle la vida (“Dios sabe en qué circunstancias sórdidas y abyectas se habría ayuntado, y con quién para engendrarlo”), promete llevarle su ángel de la guarda para que lo libre de los males del penal (“la droga como un ángel blanco y sin rostro que lo conduciría de la mano a través de los ríos de la sangre, igual que si recorriera un largo palacio sin habitaciones y sin ecos”). Sólo la droga podía sacar a El Carajo del Palacio Negro de Lecumberri, acceder a un lugar sin habitaciones, sin crujías, sin apandos y sin ecos. Sin el grito dolorido que impone órdenes, sin el grito de dolor que busca inspirar lástima para obtener una tregua, que permita la recuperación, para aceptar más castigo, más dolor, más búsquedas de la muerte sin morir. El Carajo se acerca al otro mundo para que venga el ángel blanco a salvarlo, a darle la lasitud espesa, colagionosa y distante de la droga.

Si la droga es un ángel blanco, entonces la religión, en los términos clásicos del marxismo, es el opio de los pueblos. En sus simulacros de suicidio, para salir del infierno de soledad y angustia al que lo llevaba el delirio de la abstinencia, para salvarlo de la muerte, El Carajo era trasladado el jardín del Edén, a la enfermería, al paraíso artificial que le proporcionaba la droga, que lo conducía a una retorcida actitud religiosa, como agradeciendo a Dios el alivio que le proporcionaba. Así lo conoció Polonio, “bailaba una suerte de danza semi-ortopédica y recitaba de un modo atropellado y febril versículos de la Biblia”.

En El apando, la relación de El Carajo y su Madre se encuentra en los extremos del amor y el odio, apunta Ruffinelli (77:135). La narración no sólo describe a los dos horrendos físicamente, sino que están llenos del poder destructivo del odio y la traición. En estos elementos se basa su relación, estos personajes están caracterizados por epítetos con carga semántica negativa. Las imágenes que evocan, las comparaciones y las metáforas, son grotescas, sin duda son las imágenes de Goya, Brueghel y Goitia que Revueltas relacionaba con los elementos sórdidos del leprosario. Esta pareja trastoca el origen del hombre. La mujer (“asombrosamente tan fea como su hijo”) hizo al hombre en un ayuntamiento casi bíblico, no pecó al embarazarse, el pecado fue haber parido ese monstruo goyesco, su pena fue tener que cuidarlo, amar y odiarlo durante toda la vida.

El personaje deforme y contrahecho es una constante en la literatura de José Revueltas, El Carajo nos recuerda a Elena (el enano) de Los errores, ese pequeño monstruo acróbata como un “bufón antiguo, deforme”. El enano también juega al suicidio “¡Mátame, Muñeco!” le pide a Mario Cobián (el padrote) para moverlo a compasión hacia él. La relación de Mario y el enano es similar a la de El Carajo y su Madre: amor y odio, atracción y repugnancia son los elementos de la unidad dialéctica, de la sintética unidad y lucha de contrarios: “Odiaba a Elena. Odiaba esa devoción rendida que el pequeño cerdo tenía hacia él, esa abdicante forma de sometérsele hasta el retorcimiento, hasta la ignominia, que sin embargo Mario lograba sólo con acceder a darle un beso” (Revueltas 80:24).

En la figura de la Madre, nuestro autor desacraliza la imagen materna que nos hemos formado, no es la madrecita santa del cine mexicano de finales de los años sesenta y antes, es “la maldita y desgraciada madre que lo había parido”. No es la santa madre que había dado el Ser a El Carajo. No podía haber un llamado espontáneo de cariño; en el relato el sustantivo mamá no puede pronunciarse por sí, tiene que venir ligada al epíteto digno de ella: “Hablaba como un niño, mi mamá, cuando debía decir mi puta madre”. Ni aun cuando la señora se convierte en una imagen mariana puede ser vista en el esplendor o belleza de la madre de Dios, porque ella es la madre de “un anti-Dios maltrecho”. Aun como la Dolorosa, como la acepción de María en el vía crucis, con la cabeza de su hijo en la charola de Salomé, aun como imagen sagrada previa al sacrificio, la figura de la madre es grotesca, híbrida, mitad cristiana, mitad pagana:

Aterrada, aturdida, sonámbula de sufrimiento, con aquella mano que se posaba, sin conciencia alguna, sobre la frente de su hijo, tenía, de súbito, un poco el aspecto alucinante y sobrecogedor de una Dolorosa bárbara, sin desbastar, hecha de barro y de piedras y de adobes, un ídolo viejo y roto (Revueltas 99:49).

Hay una “frialdad” impresionante para mostrar la deshumanización de los personajes, para volver la base de la familia un elemento de descomposición social, material. Marx apuntaba en El Manifiesto que la familia de las clases subalternas de la sociedad capitalista, descansaba sobre el principio de la explotación, el comercio, el chantaje y el sometimiento, por eso para El Carajo “tener madre era la gran cosa para el cabrón, un negocio completo”.

Los elementos bíblicos permean también el relato: a pesar del ateísmo declarado de su autor, los elementos religiosos son también una constante presencia en la narrativa de Revueltas. Una imagen que se repite varias veces es la del decapitado. En el cumpleaños de Herodes, la hija de su mujer Herodías (exesposa del hermano de Herodes), baila ante el rey. Éste, fascinado, jura ante los invitados conceder un deseo a su hijastra-bailarina Salomé. Ésta, aconsejada por su madre (para vengarse la madre de la desaprobación del Bautista de su relación con Herodes), dice "Dame aquí en una bandeja la cabeza de Juan Bautista" (Mateo14:8). A su pesar, Herodes cumple la promesa. Es esa cabeza, la del Bautista, la que asoma como Polonio, Albino o El Carajo. El Bautista es la trinidad de viciosos que ponen su cabeza en la charola del apando, en el hoyo por donde reciben la comida, en el hoyo frío que los hace nacer.

El cuerpo decapitado dentro del apando parecía el cuerpo de Holofernes (general en jefe del ejercito Asirio, enemigo del pueblo judío), un cuerpo al que le temblaban las piernas de un modo ridículo y mortificante, como si tuviera miedo piensa Albino. La cabeza de los presos salía del hoyo como de la bolsa de Judit, como de la bolsa de la heroína judía que sedujo con su belleza a Holofernes para decapitar con dos tajos de espada al enemigo de su pueblo, la cabeza de Holofernes, es la del enemigo de los cristianos, vencido.

Como hemos señalado en otras partes del trabajo, encontramos, en la novela, alusiones al Paraíso, la presencia del ángel como el polvo blanco que lleva de regreso al Paraíso. El rezo febril de El Carajo recitando versículos de la Biblia. El dedo de Dios que ofrece un placer equívoco, el dedo de la celadora que llevaba al clímax en la superposición del recuerdo que la Meche tenía de la danza del vientre donde “se repetía el milagro de la Creación y el copular humano se daba por entero en toda su magnífica y portentosa esplendidez”.

En el principio fue el caos, en el principio fue el patio del reclusorio que se iría llenando de la promesa del paraíso:

La visita. La droga. Los cuerpos del humo desleían sus contornos, se enlazaban, construían relieves y estructuras y estelas, sujetos a su propio ordenamiento -el mismo que decide el sistema de los cielos- ya puramente divinos, libres de lo humano, parte de una naturaleza nueva y recién inventada, de la que el sol era el demiurgo, y donde las nebulosas, apenas con un soplo de geometría, antes de toda Creación, ocupaba la libertad de un espacio que se había formado a su propia imagen y semejanza, como un inmenso deseo interminable que no deja de realizarse nunca y no quiere ceñir jamás sus limites a nada que pueda contenerlo, igual que Dios.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Considero que en Revueltas no hay pesimismo, hay escepticismo. La duda, del escéptico, es uno de los grandes valores humanos considerados por el propio José. Revueltas duda, es escéptico, duda porque cree, si no se cree entonces para qué dudar.

Su literatura es trágica, sus personajes están en permanente contradicción. Su obra recrea un ambiente de soledad y angustia. El hombre se encuentra solo sobre la tierra, en su búsqueda no encuentra la salida, a ratos la intuye, pero no hay nada seguro.

No hay pesimismo, existe un amor visceral, crudo y tierno por la humanidad: por sus debilidades, "errores", por los encierros de soledad, por sus apandos.

En El apando, como en casi toda su obra, los personajes están en situaciones límite, en el umbral del desgarramiento. El relato es como un solo aliento que se va ahogando en un fuerte grito de dolor, no pierde intensidad, al contrario, va in crecendo, por eso la ausencia de puntos y aparte. El apando es un solo párrafo, extenso pero compacto, sólido y nítido.

José Joaquín Blanco (96:285) acierta al decirnos que Revueltas nos muestra en su obra en general su fascinación por el dolor, por la llaga y la derrota de sus personajes. El apando no es la excepción, las llagas de la sociedad, las llagas de El Carajo embarran de pus la mano de Albino, el pus asqueroso que casi se queda en la boca Albino y que es una razón más para desear la muerte objetiva del contrahecho personaje.

Aunque en la novela hay un aparente distanciamiento del tema político por parte del autor, podemos afirmar que es al contrario, de la diégesis se desprende una fuerte crítica social al sistema político, al submundo carcelario, a las pasiones humanas.

Intimista, subterráneo, escarbando en lo más recóndito de la mente humana, en sus delirios, en los placeres retorcidos. Hurgando en la capacidad del micropoder, del poder joder, destruir a partir de las armas que entrega la moral a los hombres, de las armas de una religión (cristiana o atea) que es capaz de castrar, violar, acorralar, agredir y que invariablemente conduce a la destrucción de los protagonistas.

La destrucción violenta como en las más clásicas de las tragedias griegas, se presente en la literatura de elementos sombríos que nos deslumbran y nos desgarran. No se trata de una fatalidad, pero sí de una atmósfera que se enrarece como un caño, como el caño por donde drenan las inmundicias de la humanidad.

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