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viernes, 18 de noviembre de 2016

Copiar: otra pieza en el rompecabezas de la comprensión lectora

Copiar: otra pieza en el rompecabezas de la comprensión lectora*

Artemio Ríos Rivera

A veces nos preguntamos, ¿qué es lo más importante de lo que escriben los jóvenes en la escuela básica? Debe haber múltiples respuestas, según el enfoque, la perspectiva y quién responda la pregunta. Para nosotros, una de las cosas más relevantes es la originalidad. La singularidad de la voz del alumno tiene que ver con la construcción de sí mismo, de un perfil ciudadano en él, de un sólido y ético perfil oculto. Colaborar con que el alumno aprenda a hacer algunas cosas también tiene que ver con abonar al tipo de país al que aspiramos.

Pero la voz propia no nace de la nada, por inspiración divina, surge de la interacción social de escuchar y leer la voz del otro, de comprender lo que dice y hacerlo de uno replicándolo con palabras propias. A las palabras no se las lleva el viento, menos la palabra escrita, aunque sea una tarea escolar de intrascendencia aparente.

Creemos que se debe abonar, para formar una cultura de producción de textos originales, desde la educación básica; no está de más hablar con los chicos de la ética académica, de lo que implica cortar y pegar sin dar crédito a las fuentes de información, no saber citar, en fin. Pero, sobre todo de lo que se trata es desarrollar con ellos actividades y proyectos escolares que los pongan en el camino de la producción de textos originales. Retomar otras voces para apoyar el punto de vista propio, para argumentar.

En años recientes el COLMEX y la UNAM han retirado títulos de posgrado al comprobarse que los sustentantes incurrieron en plagio en sus tesis doctorales; también se ha destituido a docentes universitarios por ir más allá del consabido “error metodológico”. Este problema nos trae a la mente nombres de políticos nacionales y extranjeros que, cuando menos, han tenido que enfrentarse al desprestigio y la repulsión social por plagiar fragmentos de algunos trabajos o alguna obra  completa. Recordemos que la renuncia del presidente de Hungría, en 2012, fue por el plagio que cometió al realizar su tesis doctoral.

Entonces, la cuestión de enseñar a escribir no es tan simple y tenemos que hacer consciencia en el alumno y, sobre todo, en el docente de la responsabilidad histórica -no es exageración- de aprender y enseñar a escribir diferentes tipos de textos, como los argumentativos. Pero, por ahora, no vamos a hablar de la construcción de textos propios sino de algo mucho más simple que, por lo mismo, le vemos frente a nosotros, pero poco hacemos por resolverlo.

No vayamos muy lejos, hay muchos detalles pequeños que los maestros debemos ir abordando más allá del diagnóstico, más allá de decir: los alumnos no saben ni copiar. Si nosotros localizamos ese problema al inicio del ciclo escolar, se lo decimos al chico, a los papás y al Consejo Técnico Escolar, para compartir la responsabilidad, es correcto; pero, si no tomamos pequeñas medidas prácticas sobre el problema, probablemente no avancemos mucho y al finalizar el curso corroboraremos lo que sabemos desde el inicio: los alumnos no saben ni copiar.

Nos volteamos a ver entre todos para, cada quien, descargar la responsabilidad en algún otro. Entonces, qué hicimos durante el año lectivo para que los chicos superaran el problema que ya teníamos localizado, tal vez nos pareció un problema tan grave y sencillo a la vez que fue muy poca la atención que pusimos en superarlo.

Nosotros podemos escoger algunos escritos, ponerlos en pantalla, en el pintarrón o en un impreso ante el alumno y proponerle: copia el siguiente texto. Al terminar no basta con palomear el cuaderno o decirle al alumno que ha copiado mal. Antes de que nos pida la revisión, nosotros podemos fomentar la autoevaluación de su escrito. Si el alumno ya terminó de copiar, ahora deberá revisar palabra por palabra, acento por acento, signo de puntuación por signo de puntuación, su copia con el original y autocorregirse. Le podemos pedir que anote a un lado de su copia el número de errores que localizó y corrigió.

Si repetimos este ejercicio de manera sistemática y metódica durante el curso es posible que el niño, al final, tenga menos errores o ninguno, y es posible que esto lo haga sentirse satisfecho de su trabajo en vez de frustrado porque no sabe ni copiar. De manera sutil, pero clara habrá superado un reto cognitivo. Es posible que al final del ciclo escolar el alumno, cuando menos, aprenda a copiar. ¿Basta con eso? Claro que no, pero es un buen avance en la formación del muchacho.

Tampoco nos podemos quedar ahí, el problema no es tan sencillo. Una cosa es copiar prosa, un texto narrativo, y otra uno poético. Vayamos a la práctica, por ejemplo, les pedimos a los chicos que copien el siguiente poema de Mario Benedetti:

Amor, de tarde

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

 La mayoría hacen lo correcto de acuerdo a la instrucción, pero algunos tienen lo siguiente en su cuaderno:

 Amor, de tarde

Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro y acabo la planilla y pienso diez minutos y estiro las piernas como todas las tardes y hago así con los hombros para aflojar la espalda y me doblo los dedos y les saco mentiras. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula intereses o dos manos que saltan obre cuarenta teclas o un oído que escucha como ladra el teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades.

A lo mejor ellos siguieron las indicaciones de copiar y autocorregirse, no tienen errores de ortografía, sin embargo, nadie les ha explicado que hay diferencias entre la copia de un tipo de texto y otro; entre la escritura y la lectura de prosa y verso. Muchos aprendemos a hacerlo solamente en la práctica, en el ensayo y el error. Pero el docente debe aportar elementos para que el estudiante logre el objetivo con más rapidez y eficiencia.

Podemos solicitar a los alumnos que observen la distribución de los espacios en dos textos diferentes, uno narrativo y otro poético; decirles que los comparen; hacerles preguntas para que lleguen a las conclusiones deseadas; pedirles que registren sus conclusiones poniendo énfasis en lo que aprendieron; y proporcionarles un nuevo ejercicio para corroborar, evaluar, lo que han construido sobre el copiado de textos.

El docente también debe preparar una breve explicación que le puede servir de cierre de la actividad, la explicación podría ser algo parecido a lo que sigue: ¿Cómo llamamos al fragmento escrito en un texto narrativo que es separado por un punto y aparte?, párrafo sería la respuesta. ¿Cómo llamamos al fragmento escrito en un texto poético que es separado por un punto y aparte?, estrofa. Bien, en el texto narrativo el párrafo lo cerramos con un punto y aparte, en el caso del texto poético no siempre hay punto –debido a las licencias poéticas–, pero sí doble espacio, esa es la seña de que se trata de estrofas diferentes.

Además, podemos cuestionar sobre la diferencia que hay entre los renglones de una prosa y los de una poesía. En el caso de la narrativa en el renglón van oraciones que inician con mayúsculas y terminan en punto, mientras no haya punto y aparte escribimos a renglón seguido, hasta donde nos alcance el espacio, ¿es igual en el caso de la poesía? No, en poesía no hablas de renglones sino de versos, de líneas versales y no podemos copiarlas a renglón seguido, si lo hacemos de esa manera tendremos que ocupar otros signos para que el lector entienda dónde termina un verso y dónde una estrofa.

El alumno que copio juntos los versos del poema, un poco desilusionado nos preguntará: ¿tengo que volver a copiar todo? La respuesta es que esa es una opción, pero puede haber otra. Sobre el texto que ya tiene a renglón seguido lo que puede hacer es agregar diagonales (/) para separar cada verso y doble diagonal (//) para separar las estrofas, entonces al realizar la corrección el alumno, su texto quedaría así:

Amor, de tarde

Es una lástima que no estés conmigo / cuando miro el reloj y son las cuatro / y acabo la planilla y pienso diez minutos / y estiro las piernas como todas las tardes / y hago así con los hombros para aflojar la espalda / y me doblo los dedos y les saco mentiras. // Es una lástima que no estés conmigo / cuando miro el reloj y son las cinco / y soy una manija que calcula intereses / o dos manos que saltan obre cuarenta teclas / o un oído que escucha como ladra el teléfono / o un tipo que hace números y les saca verdades.

Sin duda el copiado en soportes electrónicos tiene alguna otra convención y requerimientos técnicos que también hemos ido aprendiendo con la práctica y de manera más o menos autodidacta. En cualquier soporte será necesario que el alumno dé cuenta de quién es el autor del texto copiado, es decir, no sólo que cuide ser fiel al texto original, sino consignar con claridad -para él y para sus lectores- que él no es el autor.


Aunque la escuela debe formar alumnos autónomos y autodidactas, debe hacerlo a partir de un proceso consciente que ahorre el costo social que tendría, para los jóvenes, aprender sin una comunidad de aprendizaje; sin un marco que puede ser escolarizado, semiescolarizado o más libre, pero intencionalmente diseñado para consolidar el proceso formativo de los aprendices. Por el momento hagamos un alto hasta aquí, esperando no haber sido demasiado elementales en el tratamiento del tema.







*Para Sandra Ortiz, por su impulso vital y por el apoyo cotidiano a mis producciones.

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