AL BORDE DEL ABISMO
Artemio Ríos Rivera
Pesimismo
del espíritu, optimismo de la esperanza
Antonio Gramsci
El 27 de septiembre policías-sicarios de la ciudad de
Iguala en Guerrero, dispararon a un grupo de estudiantes de la Normal Rural de
Ayotzinapa; los estudiantes buscaban fondos para asistir a la marcha del 2 de
octubre en la Ciudad de México, paradójicamente a conmemorar la matanza de
estudiantes de 1968. Además de disparar a quemarropa, los policías-sicarios
desollaron el cuerpo de un estudiante con crueldad inusual; también aprendieron
a 43 estudiantes, de quienes, hasta ahora, no se sabe su paradero. El resultado
de este acto funesto es: 6 personas muertas –entre estudiantes y civiles que
pasaban por ahí–, 43 estudiantes desaparecidos y un país lleno de dolor y
rabia.
El siguiente texto es la articulación de varios
escritos que he publicado en las redes sociales a finales de septiembre y
principios de octubre de este año. Pretenden ser elementos de análisis,
opiniones más bien, sobre la coyuntura social en la que se encuentra México en
la segunda década del siglo XXI.
Foto: Sandra Ortiz |
Lo que ha sucedido a los normalistas de Ayotzinapa,
Guerrero, sólo es parte de la misma expresión,
de la misma actitud ante la nación de la clase política que gobierna
nuestro país, más allá de partidos políticos. Se trata de una política de
sonrisa, que por momentos se vuelve abierta carcajada de los cínicos que se
sienten dueños del país y de los accesos a cualquier puerta institucional.
Sonrisa y guante blanco que cierra espacios al diálogo, a la participación y a
la disidencia de expresiones a las que se les ha condenado al exterminio en
este país. El guante blanco esta empapado de efluvios de las víctimas, de la
ciudadanía, de los jóvenes que son sólo eso, menores de edad.
La cerrazón, la exclusión, la etiquetación y la
trapacería cada vez son más claras en los sindicatos, en las escuelas, en las
instituciones públicas y privadas, en el campo, en las calles, incluso en el
terreno electoral. No les basta ser "mayoría" o gobernar, no
descansan hasta no tener carro completo, aunque para eso se tengan que aliar
con el crimen organizado. El color de la clase política es el poder, no importa
el precio.
Ayotzinapa sólo es parte de la misma expresión de una
política que excluye, descalifica, se burla, se adueña de las instituciones,
tira migajas que por fuerza deben agradecerse. Es parte de la misma cultura del
poder (sin distinción de partidos políticos) que “generosamente” otorga dádivas
a quienes los lisonjean. Es la forma de pensar de quienes a nombre de todos,
piden prestado para, con el presupuesto de todos, asegurarse votos. Es la misma
expresión que desvía recursos para ganar votos.
La demagogia y la amenaza son elementos centrales de
ese discurso.
Ayotzinapa sólo es parte de la misma expresión de una política que amablemente cierra la puerta en la nariz a quienes piensan diferente que ellos, a quienes no votan por ellos o, peor, no votan ni participan en los procesos electorales.
Es la misma cultura que trampea las leyes, los acuerdos, los reglamentos. Sus voceros son los que se autonombran juez y son parte. Los mismos que ponen a los ciudadanos de a pie en un callejón sin salida.
Ayotzinapa está al mismo nivel de las nuevas leyes que regulan las pensiones, de la “Reformas Estructurales”, de la inseguridad; al mismo nivel del narcoestado en que vivimos, ¿cómo negar el maridaje del crimen organizado y el gobierno después de las revelaciones de los nexos de exgobernadores con los narcos? Al tiempo, el gobernante en turno también será EX.
No es cierto que los gobernantes, los jefes de la clase política, quieran resolver los problemas del país, sólo buscan nuevas formas que les permitan recomponer la correlación de fuerzas con la sociedad y el comportamiento del mercado electoral. Se trata de seguir medrando, necesitan recomponer el panorama para tener más y mejores ganancias, para seguir negando a todos los mexicanos lo que por derecho les pertenece. Para seguir en el monopolio del mercado de las ganancias rápidas: el narco, los secuestros, la venta de plazas, la entrega de los recursos públicos sin licitaciones y sin las garantías que la sociedad tiene derecho. Aparentemente cambian las “instituciones”, pero son los mismos los que las administran. Es la misma cultura de los secuestradores, que ejecutan sumariamente a sus víctimas y después, ellos mismos, los secuestradores, los asesinos, investigan para “deslindar responsabilidades”.
Esto ha llevado al país al borde del abismo, a un
callejón sin salida.
¿Cómo se sale de un callejón sin salida?, ¿ha sido la vía electoral realmente una vía de participación para solucionar la problemática del país?, dadas las circunstancias pareciera ser el momento que la sociedad civil y sus organizaciones discutan a profundidad el problema de la autodefensa ya que estamos en un estado de indefensión. Uno no lo desea, pero pareciera que en cualquier momento se van a desbordar los marcos institucionales, no por los gobernantes y sus aliados, ellos lo hacen todo el tiempo, sino por grupos sociales que eventualmente decidan transitar por vías no institucionales de participación, para cambiar en estado en que se encuentran las cosas en México. Uno no lo desea, pero presiente ese tipo de manifestaciones.
¿Cómo se sale de un callejón sin salida?, ¿ha sido la vía electoral realmente una vía de participación para solucionar la problemática del país?, dadas las circunstancias pareciera ser el momento que la sociedad civil y sus organizaciones discutan a profundidad el problema de la autodefensa ya que estamos en un estado de indefensión. Uno no lo desea, pero pareciera que en cualquier momento se van a desbordar los marcos institucionales, no por los gobernantes y sus aliados, ellos lo hacen todo el tiempo, sino por grupos sociales que eventualmente decidan transitar por vías no institucionales de participación, para cambiar en estado en que se encuentran las cosas en México. Uno no lo desea, pero presiente ese tipo de manifestaciones.
Foto: Sandra Ortiz |
El problema es que se sigue pavimentando el camino
para la participación por la vía de las armas, no ya como un camino para la
"toma del poder", sino como una mera forma de resistencia para no
caer avasallados como los normalistas de Ayotzinapa o como cualquiera de los
cuerpos que cotidianamente aparecen en las fosas clandestinas sembradas a lo
largo y ancho de este país.
Supongamos que la autoridad dice la verdad y un líder del hampa ordenó a un jefe policíaco: disparar contra los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, levantarlos, torturarlos, desaparecerlos, asesinarlos, desollarlos y quemarlos. ¿Qué es lo que permite que esto suceda en un estado de derecho? El CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) sabía de la connivencia de los partidos y el crimen organizado, de los gobiernos y el crimen organizado. El gobierno federal lo sabe, los partidos políticos lo saben y nadie mueve un dedo. Pura conveniencia política. Que la policía obedezca órdenes de carteles del narco es posible por la impunidad, la convivencia del Estado y el crimen organizado, la criminalización de la juventud, la criminalización de los movimientos sociales, así como por el pensamiento conservador que desprecia la vida de los jóvenes y de los opositores, ya que por encima de todo está el prestigio y buen nombre de los gobernantes; este es el pensamiento que priva en muchas de nuestras autoridades y en algunas de las buenas conciencias; esto abona el camino para que se cometan crímenes de Estado como el de Ayotzinapa y otros más, Tlatlaya por ejemplo. El rosario es muy largo.
El crimen organizado le paga al Estado su beneplácito fungiendo como paramilitares que hace el trabajo sucio de la autoridad. Más bien, ya no sabemos dónde termina el Estado y dónde comienza el crimen organizado.
No se hacen desde aquí "llamados a la lucha armada", se puede plantear así si se quiere descalificar una opinión y no pensar con seriedad sobre lo que está pasando. Lo que se hace es una reflexión sobre la cerrazón de las vías de convivencia política, de interlocución y de toma de acuerdos. Aunque dadas las circunstancias parece que no hay garantías, por eso la desesperación de muchos y la búsqueda de salidas radicales de algunos, les decía que una opción es la denuncia pública: hacer ruido en los medios, en las redes sociales electrónicas. Acudir a las redes de organismos no gubernamentales para que asuman el caso como propio. Acudir a instancias internacionales que ven con preocupación lo que sucede en México. Pedir a la universidad donde se estudia que asuma la defensa de sus estudiantes. En 1995, cuando la policía me seguía hasta mi escuela en la Colonia 6 de Enero, denuncié por radio universidad, en un rato estaban mi hermano, mi compañera de entonces, la prensa, derechos humanos y otros, conmigo, protegiéndome. Los amigos y familiares pendientes de lo que pudiera pasar. Después vinieron más amenazas, pero no pasó a mayores. ¿Cómo salir de un callejón sin salida? ¿Cómo sentirse copartícipe de la construcción de un país? ¿Cómo defenderse ante el avasallamiento mediático y autoritario de quienes no respetan la vida de la población? ¿Cómo defender el derecho a la vida de los que nada tienen? En fin, sólo unos botones, la cuestión era ¿qué hacer?, los compañeros se veían verdaderamente angustiados y la solución (precipitada a mi parecer) era sacar el hijo de la escuela y mandarlo a otro lugar, incluso al extranjero. Envenenan la vida familiar.
Cuando la gente del color del dinero y el poder dialogan con sus subalternos no es para llegar a acuerdos, sino para demostrar que la autoridad tiene la verdad y los otros están equivocados. La cerrazón no sólo se muestra con los fusiles encañonados, también es una sonrisa condescendiente de la autoridad que no está dispuesta a ceder nada, ni a los individuos ni a los movimientos sociales.
¿Cómo estar de acuerdo con reformas que han sido hechas para "beneficio de todos", pero sin tomar en cuenta la opinión de nadie?
En el mismo tenor, es lamentable la agresión a Adolfo Gilly, Javier Sicilia y Cuauhtémoc Cárdenas en una manifestación pública en la ciudad de México. No defiendo a los personajes en particular, preocupa el significado de la acción, la gente empieza a dejar de creer en cualquier interlocutor, en cualquier opción institucional.
Aunque las redes sociales son, en general, irreflexivas y de respuesta visceral por la posibilidad de anonimato y la inexistencia del cara a cara, también es lamentable el extremismo de algunas respuestas de la gente ante diferentes situaciones. A eso me refiero cuando comento lo del callejón sin salida. No es que se llame a respuestas extremas, sino que, por lo que está sucediendo, lo que se provoca son respuestas extremas, poco reflexivas, violentas.
A quienes les interesa seriamente lo que sucede en este país y les interesa construir espacios de convivencia para los hijos, los hermanos, los amigos y los seres queridos, sería irresponsable festinar lo sucedido. No creo en los partidos políticos, no creo en la clase política, pero lamento lo sucedido a Gilly, Sicilia y Cárdenas.
El comportamiento del poder esta articulado, por eso alerto sobre lo que sucede desde los sindicatos, las oficinas, en el remate del patrimonio nacional por un poco de brillo; por eso es terrible el cierre de opciones institucionales, no se trata de sentirse mártir, es preocupante porque nos llevan a un callejón sin salida. Se pierde la esperanza de construir proyectos, vías para construir un país incluyente. Solo la gente de partido que anda cachando votos, solo el revanchismo irracional, se puede poner feliz con lo sucedido. Solo quienes han puesto a la población contra la pared no entienden lo que es estar en un callejón sin salida.
Las amenazas policíacas nos llevan al borde del abismo, a callejones sin salida.
Un ejemplo: Durante varios días unos compañeros maestros y amigos trataron de
comunicarse con nosotros para hablarnos de sus desgracias, por fin nos
contactamos.
Los aparatos del orden han puesto a esta familia en un callejón sin salida, como a muchos ciudadanos de bien. Atizan más leña al fuego. Eligen a los jóvenes que consideran “más débiles”, por ejemplo mujeres, estudiantes universitarios, que participan en las movilizaciones sociales para levantarlos y amenazarlos, pedirles que se vayan del país si es que aprecian sus vidas. El lunes 13 de octubre, cerca de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana fue el levantamiento (con el amordazamiento y vendaje en los ojos propios del caso) y posteriormente la liberación de la víctima. No hubo golpes, no le robaron nada, sólo amenazas, el caso duró unas horas.
¿Cuál es la reacción de padres de familia clasemedieros, con galardones nacionales por su trabajo, cuando les hacen esto a sus hijos? Indignación y pánico después de ver lo sucedido en Ayotzinapa. Porque, además, los que se ostentaron como policías dijeron que les iba a pasar lo mismo que en Iguala a los que estaban movilizándose en el estado de Veracruz.
Con serenidad les comenté algunas de las cosas que a mi familia han sucedido. Mi hijo mayor, un tipo pacífico y bonachón, fue pateado en más de tres ocasiones por la policía en los acontecimientos del año pasado en la Plaza Lerdo en el centro de la capital de Veracruz, un año antes había sido detenido por participar en una marcha. Mi otro hijo, fotorreportero, fue pateado por granaderos en la ciudad de México al hacer su trabajo periodístico; existen evidencias gráficas publicadas en más de una revista. Personalmente, hace algunos años, a mi hermano le dijeron que me iban a desaparecer; como a muchos ciudadanos críticos fui constantemente perseguido por la policía, a mi casa llegaron anónimos, nos regalaron fotos de mi persona para que no hubiera duda de la vigilancia policíaca, fuimos correteados y golpeados a plena luz del día en la Avenida Ávila Camacho por órdenes del Capitán Montano, hoy flamante diputado federal. Aunque pasé alguna noche detenido sólo por preguntar por qué se pretendía detener a alguien sin orden de aprensión, creo que lo peor fue que envenenaran la vida familiar. La calumnia lo persigue a uno, el señalamiento, la descalificación.
También es conveniente la denuncia ante Derechos Humanos, pedir la protección de las organizaciones religiosas comprometidas con la sociedad, incluso pedir audiencia con el Gobernador o el Secretario de Gobierno para exigir garantías. Creo que hay algunas opciones. Lo que la familia me decía es que las circunstancias han cambiado y, aunque su hija a lo sumo ha participado en unas marchas y en algunas asambleas estudiantiles, después de Ayotzinapa temen hasta por la vida de la estudiante universitaria y es comprensible.
Supongamos que la autoridad dice la verdad y un líder del hampa ordenó a un jefe policíaco: disparar contra los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, levantarlos, torturarlos, desaparecerlos, asesinarlos, desollarlos y quemarlos. ¿Qué es lo que permite que esto suceda en un estado de derecho? El CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) sabía de la connivencia de los partidos y el crimen organizado, de los gobiernos y el crimen organizado. El gobierno federal lo sabe, los partidos políticos lo saben y nadie mueve un dedo. Pura conveniencia política. Que la policía obedezca órdenes de carteles del narco es posible por la impunidad, la convivencia del Estado y el crimen organizado, la criminalización de la juventud, la criminalización de los movimientos sociales, así como por el pensamiento conservador que desprecia la vida de los jóvenes y de los opositores, ya que por encima de todo está el prestigio y buen nombre de los gobernantes; este es el pensamiento que priva en muchas de nuestras autoridades y en algunas de las buenas conciencias; esto abona el camino para que se cometan crímenes de Estado como el de Ayotzinapa y otros más, Tlatlaya por ejemplo. El rosario es muy largo.
El crimen organizado le paga al Estado su beneplácito fungiendo como paramilitares que hace el trabajo sucio de la autoridad. Más bien, ya no sabemos dónde termina el Estado y dónde comienza el crimen organizado.
No se hacen desde aquí "llamados a la lucha armada", se puede plantear así si se quiere descalificar una opinión y no pensar con seriedad sobre lo que está pasando. Lo que se hace es una reflexión sobre la cerrazón de las vías de convivencia política, de interlocución y de toma de acuerdos. Aunque dadas las circunstancias parece que no hay garantías, por eso la desesperación de muchos y la búsqueda de salidas radicales de algunos, les decía que una opción es la denuncia pública: hacer ruido en los medios, en las redes sociales electrónicas. Acudir a las redes de organismos no gubernamentales para que asuman el caso como propio. Acudir a instancias internacionales que ven con preocupación lo que sucede en México. Pedir a la universidad donde se estudia que asuma la defensa de sus estudiantes. En 1995, cuando la policía me seguía hasta mi escuela en la Colonia 6 de Enero, denuncié por radio universidad, en un rato estaban mi hermano, mi compañera de entonces, la prensa, derechos humanos y otros, conmigo, protegiéndome. Los amigos y familiares pendientes de lo que pudiera pasar. Después vinieron más amenazas, pero no pasó a mayores. ¿Cómo salir de un callejón sin salida? ¿Cómo sentirse copartícipe de la construcción de un país? ¿Cómo defenderse ante el avasallamiento mediático y autoritario de quienes no respetan la vida de la población? ¿Cómo defender el derecho a la vida de los que nada tienen? En fin, sólo unos botones, la cuestión era ¿qué hacer?, los compañeros se veían verdaderamente angustiados y la solución (precipitada a mi parecer) era sacar el hijo de la escuela y mandarlo a otro lugar, incluso al extranjero. Envenenan la vida familiar.
Cuando la gente del color del dinero y el poder dialogan con sus subalternos no es para llegar a acuerdos, sino para demostrar que la autoridad tiene la verdad y los otros están equivocados. La cerrazón no sólo se muestra con los fusiles encañonados, también es una sonrisa condescendiente de la autoridad que no está dispuesta a ceder nada, ni a los individuos ni a los movimientos sociales.
¿Cómo estar de acuerdo con reformas que han sido hechas para "beneficio de todos", pero sin tomar en cuenta la opinión de nadie?
En el mismo tenor, es lamentable la agresión a Adolfo Gilly, Javier Sicilia y Cuauhtémoc Cárdenas en una manifestación pública en la ciudad de México. No defiendo a los personajes en particular, preocupa el significado de la acción, la gente empieza a dejar de creer en cualquier interlocutor, en cualquier opción institucional.
Aunque las redes sociales son, en general, irreflexivas y de respuesta visceral por la posibilidad de anonimato y la inexistencia del cara a cara, también es lamentable el extremismo de algunas respuestas de la gente ante diferentes situaciones. A eso me refiero cuando comento lo del callejón sin salida. No es que se llame a respuestas extremas, sino que, por lo que está sucediendo, lo que se provoca son respuestas extremas, poco reflexivas, violentas.
A quienes les interesa seriamente lo que sucede en este país y les interesa construir espacios de convivencia para los hijos, los hermanos, los amigos y los seres queridos, sería irresponsable festinar lo sucedido. No creo en los partidos políticos, no creo en la clase política, pero lamento lo sucedido a Gilly, Sicilia y Cárdenas.
El comportamiento del poder esta articulado, por eso alerto sobre lo que sucede desde los sindicatos, las oficinas, en el remate del patrimonio nacional por un poco de brillo; por eso es terrible el cierre de opciones institucionales, no se trata de sentirse mártir, es preocupante porque nos llevan a un callejón sin salida. Se pierde la esperanza de construir proyectos, vías para construir un país incluyente. Solo la gente de partido que anda cachando votos, solo el revanchismo irracional, se puede poner feliz con lo sucedido. Solo quienes han puesto a la población contra la pared no entienden lo que es estar en un callejón sin salida.
Las amenazas policíacas nos llevan al borde del abismo, a callejones sin salida.
Los aparatos del orden han puesto a esta familia en un callejón sin salida, como a muchos ciudadanos de bien. Atizan más leña al fuego. Eligen a los jóvenes que consideran “más débiles”, por ejemplo mujeres, estudiantes universitarios, que participan en las movilizaciones sociales para levantarlos y amenazarlos, pedirles que se vayan del país si es que aprecian sus vidas. El lunes 13 de octubre, cerca de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana fue el levantamiento (con el amordazamiento y vendaje en los ojos propios del caso) y posteriormente la liberación de la víctima. No hubo golpes, no le robaron nada, sólo amenazas, el caso duró unas horas.
¿Cuál es la reacción de padres de familia clasemedieros, con galardones nacionales por su trabajo, cuando les hacen esto a sus hijos? Indignación y pánico después de ver lo sucedido en Ayotzinapa. Porque, además, los que se ostentaron como policías dijeron que les iba a pasar lo mismo que en Iguala a los que estaban movilizándose en el estado de Veracruz.
Con serenidad les comenté algunas de las cosas que a mi familia han sucedido. Mi hijo mayor, un tipo pacífico y bonachón, fue pateado en más de tres ocasiones por la policía en los acontecimientos del año pasado en la Plaza Lerdo en el centro de la capital de Veracruz, un año antes había sido detenido por participar en una marcha. Mi otro hijo, fotorreportero, fue pateado por granaderos en la ciudad de México al hacer su trabajo periodístico; existen evidencias gráficas publicadas en más de una revista. Personalmente, hace algunos años, a mi hermano le dijeron que me iban a desaparecer; como a muchos ciudadanos críticos fui constantemente perseguido por la policía, a mi casa llegaron anónimos, nos regalaron fotos de mi persona para que no hubiera duda de la vigilancia policíaca, fuimos correteados y golpeados a plena luz del día en la Avenida Ávila Camacho por órdenes del Capitán Montano, hoy flamante diputado federal. Aunque pasé alguna noche detenido sólo por preguntar por qué se pretendía detener a alguien sin orden de aprensión, creo que lo peor fue que envenenaran la vida familiar. La calumnia lo persigue a uno, el señalamiento, la descalificación.
También es conveniente la denuncia ante Derechos Humanos, pedir la protección de las organizaciones religiosas comprometidas con la sociedad, incluso pedir audiencia con el Gobernador o el Secretario de Gobierno para exigir garantías. Creo que hay algunas opciones. Lo que la familia me decía es que las circunstancias han cambiado y, aunque su hija a lo sumo ha participado en unas marchas y en algunas asambleas estudiantiles, después de Ayotzinapa temen hasta por la vida de la estudiante universitaria y es comprensible.
Foto de Sandra Ortiz |
Yo creo que en este y otros casos, no se atreverían a más, que así como quieren sacar a los perros y a los vendedores ambulantes de las calles para que no se vean feos durante eventos internacionales, como los juegos centroamericanos, así quieren meter a los estudiantes a sus escuelas y a los movimientos sociales en sus comunidades, para limpiar el rostro del gobierno en turno. La ignominia gana cuando el miedo nos paraliza. Sin embargo uno se puede equivocar y lo que está en juego es la vida de nuestros hijos, decían los compañeros, sobre todo cuando se puede tratar de mujeres. Sería terrible si tuvieran razón.
Creo sinceramente que tenemos que seguir saliendo a
las calles a denunciar lo denunciable, porque cuando eso no se pueda hacer, o
la gente no se atreve a hacerlo por miedo, entonces sí estaremos en lo profundo
del callejón sin salida del cual no se sale fácilmente. Por eso pareciera de
pronto que la única opción es por medio del enfrentamiento violento con quienes
te amenazan y no te dejan hacer tu vida cotidiana. El país está al borde del
abismo, ¿es necesaria una profunda reforma democrática?, ¿una huelga general
insurreccional que cambie de golpe la correlación de fuerzas del país?, ¿una
revolución social?, no lo sé, esto es ya un callejón… ¿sin salida?
Ayer leí tu artículo. Tienes razón, esto cada vez está creciendo como bola de nieve, si continúan así las cosas, explotará sin duda.
ResponderEliminarOjalá las voces de los que hemos sido agredidos, alguna vez; se escuchara, moviera a los gobernantes y ciudadanía a buscar soluciones válidas y lo más importante: aplicarlas. De lo contrario los ciudadanos rebasarán a los que nos gobiernan, de hecho, comienzan a hacerlo y las consecuencias serían graves para todos. Gracias por alzar tu voz. Qué sirva de ejemplo.