La verde lágrima de Isis Samaniego
Artemio Ríos Rivera
Todo verdor perecerá
dijo la voz de la escritura
como siempre
implacable
Mario
Benedetti
Aunque no se trata de un color primario, el verde es
fundamental para la vida, por eso ha estampado de color a la poesía, o quizá el
verde ha sido coloreado por los mundos que emergen de las voces poéticas, que se
expresan en los escritos de diferentes vates.
Es necesario decir que el eco del color viene de lejos, de
una larga y prolífica tradición poética. Para Octavio Paz, en “Escrito con
tinta verde”, en esta combinación de azul con amarillo está la tinta que crea
jardines, selvas, prados y follajes; la palabra en Paz implica a los árboles y
al cielo que tiene un verde tatuaje de estrellas.
Para el poeta chileno Barattini, la alusión es a la verde calma,
al corazón verde, el alma o la ilusión verdes, que no son de ese color porque
necesariamente sean inmaduras.
Como no evocar el romance del granadino Federico García
Lorca: Verde que te quiero verde. Verde es el viento; verdes las ramas. Verde la
carne, el pelo y, sobre todo, las barandas desde donde se mantiene la vigilia
del sonámbulo.
Y así, la tradición nos trae a “La musa verde” de Gutiérrez
Nájera. El soneto amoroso de Neruda, donde en el verde mar, el verde frío y la
rama verde, hacen las olas del ponto. Gabriela Mistral, cuando habla del verde danzador: esta tonalidad es el
verde-trébol, verde-oliva y verde limón.
Siguiendo esta veta de la tradición poética, para Isis
Samaniego el verde es remembranza, es refrescarse en la infancia que habita en
un locus amenus, en el lugar idílico
del origen, de la infancia. Por eso Antonio Orihuela, al atisbar la verde
lágrima de Isis, ha “visto a un niño que no quería crecer”. Así lo corrobora el poemario
en cuestión:
Me gustaba explorar las
entrañas del monte trepar los árboles gigantes de zapote rescatar mangos crudos
a punto de desprenderse al vacío salvarles de caer al precipicio para cortarlos
en tiritas y como un caníbal devorarlos con todo y piel. Eran los años de
batallas contra árboles-monstruo que con seis brazos nos sacaban los ojos y las
palabras, ahogadas palabras de niños solitarios.
No importa que en esa campiña las puertas y ventanas fueran
azotadas, en las tardes, por un ventarrón y que el sonido del relámpago sonara “al
caer la lluvia en pesados goterones”, las inclemencias climatológicas no
implican semas negativos, siguen siendo la descripción
del paraíso habitado por niñas blancas, abuelos músicos, abuelas cocineras, perros
que ladran, madres y padres, hombres que caminan pensativos, señores gruñones
que educan.
Pero el paraíso no es en sí mismo, la luz no se reconoce sin
su antípoda: la oscuridad. Por eso aparece la gota que desborda al ojo, la
tinta verde que ha devenido en lágrima. La lágrima no sólo es el “erotismo en
estado puro”, como lo señala Juan Becerra Hernández. La lágrima también puede
interpretarse como llanto.
Adan y Eva tuvieron consciencia del paraíso al ser expulsados
del lugar, las razones no importan. En la expulsión se reconoce la pérdida, en
el abandono, la orfandad. Así se expresa Isis Samaniego en Verde Lágrima:
A mis escasos seis años
ya sufría el desamor, el abandono de mis padres dejó herida honda en mis huesos
infantes mas seguía creciendo como la yerba mala; estos ojos siempre estuvieron
presos de lágrimas y despedidas, se fueron los abuelos se fue el perro también
se fue mi primer amor. He de confesar que el dolor más grande era ya no tener
perro que me ladrara. Tu sonrisa con los
años igual desapareció.
Mario
Benedetti, autor del epígrafe con que inicia este escrito, nos propone que
“aunque las escrituras/no lo digan/todo verdor/renacerá”, por eso, a pesar de
que “Dios ha olvidado los mares”, es en ese descuido del creador que la voz
poética renace para cerrar el universo de Verde
Lágrima.
Crecí sin padre, balsa a la deriva
barco de papel deshecho por la lluvia anegado de tormenta; nací a la orilla de
tu brazo al amparo de tu trueno mar del golfo heredé tus partidas las travesías
los mapas el caudal de tus sueños.
Samaniego,
Isis (2017). Verde lágrima. BUAP.
México. Colección Extra(e)ditados.
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