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jueves, 22 de febrero de 2018

La verde lágrima de Isis Samaniego

La verde lágrima de Isis Samaniego
Artemio Ríos Rivera

Todo verdor perecerá
dijo la voz de la escritura
como siempre
implacable
                                                                                                                             Mario Benedetti

Aunque no se trata de un color primario, el verde es fundamental para la vida, por eso ha estampado de color a la poesía, o quizá el verde ha sido coloreado por los mundos que emergen de las voces poéticas, que se expresan en los escritos de diferentes vates.

Es necesario decir que el eco del color viene de lejos, de una larga y prolífica tradición poética. Para Octavio Paz, en “Escrito con tinta verde”, en esta combinación de azul con amarillo está la tinta que crea jardines, selvas, prados y follajes; la palabra en Paz implica a los árboles y al cielo que tiene un verde tatuaje de estrellas.

Para el poeta chileno Barattini, la alusión es a la verde calma, al corazón verde, el alma o la ilusión verdes, que no son de ese color porque necesariamente sean inmaduras.

Como no evocar el romance del granadino Federico García Lorca: Verde que te quiero verde. Verde es el viento; verdes las ramas. Verde la carne, el pelo y, sobre todo, las barandas desde donde se mantiene la vigilia del sonámbulo.

Y así, la tradición nos trae a “La musa verde” de Gutiérrez Nájera. El soneto amoroso de Neruda, donde en el verde mar, el verde frío y la rama verde, hacen las olas del ponto. Gabriela Mistral, cuando habla del  verde danzador: esta tonalidad es el verde-trébol, verde-oliva y verde limón.

Siguiendo esta veta de la tradición poética, para Isis Samaniego el verde es remembranza, es refrescarse en la infancia que habita en un locus amenus, en el lugar idílico del origen, de la infancia. Por eso Antonio Orihuela, al atisbar la verde lágrima de Isis, ha “visto a un niño que no quería crecer”. Así lo corrobora el poemario en cuestión:

Me gustaba explorar las entrañas del monte trepar los árboles gigantes de zapote rescatar mangos crudos a punto de desprenderse al vacío salvarles de caer al precipicio para cortarlos en tiritas y como un caníbal devorarlos con todo y piel. Eran los años de batallas contra árboles-monstruo que con seis brazos nos sacaban los ojos y las palabras, ahogadas palabras de niños solitarios.

No importa que en esa campiña las puertas y ventanas fueran azotadas, en las tardes, por un ventarrón y que el sonido del relámpago sonara “al caer la lluvia en pesados goterones”, las inclemencias climatológicas no implican semas negativos, siguen siendo la descripción del paraíso habitado por niñas blancas, abuelos músicos, abuelas cocineras, perros que ladran, madres y padres, hombres que caminan pensativos, señores gruñones que educan.

Pero el paraíso no es en sí mismo, la luz no se reconoce sin su antípoda: la oscuridad. Por eso aparece la gota que desborda al ojo, la tinta verde que ha devenido en lágrima. La lágrima no sólo es el “erotismo en estado puro”, como lo señala Juan Becerra Hernández. La lágrima también puede interpretarse como llanto.

Adan y Eva tuvieron consciencia del paraíso al ser expulsados del lugar, las razones no importan. En la expulsión se reconoce la pérdida, en el abandono, la orfandad. Así se expresa Isis Samaniego en Verde Lágrima:

A mis escasos seis años ya sufría el desamor, el abandono de mis padres dejó herida honda en mis huesos infantes mas seguía creciendo como la yerba mala; estos ojos siempre estuvieron presos de lágrimas y despedidas, se fueron los abuelos se fue el perro también se fue mi primer amor. He de confesar que el dolor más grande era ya no tener perro que me ladrara.  Tu sonrisa con los años igual desapareció.

Mario Benedetti, autor del epígrafe con que inicia este escrito, nos propone que “aunque las escrituras/no lo digan/todo verdor/renacerá”, por eso, a pesar de que “Dios ha olvidado los mares”, es en ese descuido del creador que la voz poética renace para cerrar el universo de Verde Lágrima.

Crecí sin padre, balsa a la deriva barco de papel deshecho por la lluvia anegado de tormenta; nací a la orilla de tu brazo al amparo de tu trueno mar del golfo heredé tus partidas las travesías los mapas el caudal de tus sueños.



Samaniego, Isis (2017). Verde lágrima. BUAP. México. Colección Extra(e)ditados.


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