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martes, 27 de septiembre de 2016

Breve nota sobre la sensibilización del promotor de lectura y escritura

Breve nota sobre la sensibilización del promotor de lectura y escritura

Sandra Ortiz Martínez
Artemio Ríos Rivera




Mucho se dice sobre las condiciones que se requieren para formar lectores, la que nos parece el meollo, el centro de la discusión es que sólo los lectores apasionados serán capaces de compartir el deseo y el gusto por la lectura… dice el viejo refrán “nadie puede dar lo que no tiene”.

Los buenos actores que preparan el montaje de una obra no sólo estudian sobre el contexto social e histórico de su personaje, sus rasgos psíquicos, muchas veces conviven en espacios cotidianos en los que se desarrollan sus personajes: un hospital, un bar, un psiquiátrico, un mercado, una escuela, la cárcel, en fin; junto con ello aprenden el guion de la obra, las escenas donde participan, analizan las relaciones con otros personajes, buscan en su repertorio emocional y corporal los gestos, los ademanes que van a vestir a su personaje. Todo para convencer al público, comunicar, enamorar con su trabajo. El inspirador de lectura y escritura requiere de un trabajo similar al preparar una actividad, puesto que invitar a leer y escribir no se trata de reproducir una secuencia de equis cantidad de pasos, sino de representar con todo el cuerpo y la mente a un amante de la lectura y escritura. No solamente a un instructor que reparte órdenes, premios y castigos. No se trata de imponer la necesidad de leer, sino de enamorar, de seducir para impulsar el amor por la lectura.

El promotor debe elegir los textos base en cada actividad, estudiarlos, puede también hacer caso de la opinión de los expertos, sí; pero no sólo eso, debe elegir textos similares, empaparse del género, conocer otras obras del autor, construir una sensibilidad particular y gusto por ellos. Muchas de las veces no se puede disfrutar plenamente de un texto si se lee sólo una vez, si no se conoce de algo que está alrededor de él… algo, no todo, algo que mueva el interés y la curiosidad. Es necesario pensar el texto elegido en función de los jóvenes o de los grupos con quienes se va a desarrollar la promoción lectora y escritora. Tratar de focalizarlo desde la mirada del otro, pero, paradójicamente, también desconfiar de la mirada propia, tener margen para dejarse sorprender por los lectores en sus gustos y capacidades de recepción textual. Hay que tener un dato sobre el cuento, la novela, el poema; enamorarse de un personaje, de una escena, de un verso. Memorizar un fragmento, una línea. Conocer una anécdota sobre la primera edición, un comentario de otro autor sobre el texto. En cada obra emerge un mundo posible, una realidad. Cada texto tiene su autonomía aunque haya intertextualidad y muchos vasos comunicantes con el mundo literario o real. Por lo mismo el promotor debe ser humilde y trabajar directamente la obra en cuestión, sólo acudir a otras referencias si es necesario. No hay que abrumar al lector ni actuar pedántemente ante él.

Por ello se recomienda al docente seleccionar algunas lecturas previas a la actividad, algunos textos similares que le permitan comprender mejor el escrito que usará para su actividad de iniciación; indagar un poco sobre dicha obra, buscar un comentario sobre ella, alguna reseña crítica. Lo necesario para sentir que el relato lo ha “mordido”, ha penetrado en su curiosidad y necesita compartirlo.


Así como un actor que está por salir a escena afina la garganta; respira 10 veces pro-fun-da-men-te, reteniendo el aire; camina por el pasillo más largo; guarda silencio, se concentra para entrar a su personaje; bebe agua, se relaja concentradamente en la aventura que está por emprender… el promotor debe prepararse para salir a escena, tomar notas finales, repasar su secuencia, mirar al grupo con el que trabajará, tener los libros a mano, prever imprevistos, la luz necesaria y entonces… comenzar.

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