Breve nota sobre la sensibilización del
promotor de lectura y escritura
Sandra Ortiz Martínez
Artemio Ríos Rivera
Mucho se dice sobre las condiciones que se requieren para formar lectores,
la que nos parece el meollo, el centro de la discusión es que sólo los lectores
apasionados serán capaces de compartir el deseo y el gusto por la lectura… dice
el viejo refrán “nadie puede dar lo que no tiene”.
Los buenos actores que preparan el montaje de una obra no sólo estudian
sobre el contexto social e histórico de su personaje, sus rasgos psíquicos,
muchas veces conviven en espacios cotidianos en los que se desarrollan sus
personajes: un hospital, un bar, un psiquiátrico, un mercado, una escuela, la
cárcel, en fin; junto con ello aprenden el guion de la obra, las escenas donde
participan, analizan las relaciones con otros personajes, buscan en su
repertorio emocional y corporal los gestos, los ademanes que van a vestir a su
personaje. Todo para convencer al público, comunicar, enamorar con su trabajo. El
inspirador de lectura y escritura requiere de un trabajo similar al preparar una
actividad, puesto que invitar a leer y escribir no se trata de reproducir una
secuencia de equis cantidad de pasos, sino de representar con todo el cuerpo y
la mente a un amante de la lectura y escritura. No solamente a un instructor
que reparte órdenes, premios y castigos. No se trata de imponer la necesidad de
leer, sino de enamorar, de seducir para impulsar el amor por la lectura.
El promotor debe elegir los textos base en cada actividad, estudiarlos, puede
también hacer caso de la opinión de los expertos, sí; pero no sólo eso, debe
elegir textos similares, empaparse del género, conocer otras obras del autor,
construir una sensibilidad particular y gusto por ellos. Muchas de las veces no
se puede disfrutar plenamente de un texto si se lee sólo una vez, si no se
conoce de algo que está alrededor de él… algo, no todo, algo que mueva el
interés y la curiosidad. Es necesario pensar el texto elegido en función de los
jóvenes o de los grupos con quienes se va a desarrollar la promoción lectora y
escritora. Tratar de focalizarlo desde la mirada del otro, pero, paradójicamente,
también desconfiar de la mirada propia, tener margen para dejarse sorprender
por los lectores en sus gustos y capacidades de recepción textual. Hay que tener
un dato sobre el cuento, la novela, el poema; enamorarse de un personaje, de
una escena, de un verso. Memorizar un fragmento, una línea. Conocer una
anécdota sobre la primera edición, un comentario de otro autor sobre el texto.
En cada obra emerge un mundo posible, una realidad. Cada texto tiene su
autonomía aunque haya intertextualidad y muchos vasos comunicantes con el mundo
literario o real. Por lo mismo el promotor debe ser humilde y trabajar
directamente la obra en cuestión, sólo acudir a otras referencias si es
necesario. No hay que abrumar al lector ni actuar pedántemente ante él.
Por ello se recomienda al docente seleccionar algunas lecturas previas a
la actividad, algunos textos similares que le permitan comprender mejor el
escrito que usará para su actividad de iniciación; indagar un poco sobre dicha obra, buscar un comentario sobre ella, alguna reseña crítica. Lo necesario para
sentir que el relato lo ha “mordido”, ha penetrado en su curiosidad y necesita
compartirlo.
Así como un actor que está por salir a escena afina la garganta; respira 10
veces pro-fun-da-men-te, reteniendo el aire; camina por el pasillo más largo;
guarda silencio, se concentra para entrar a su personaje; bebe agua, se relaja
concentradamente en la aventura que está por emprender… el promotor debe prepararse para salir a escena, tomar
notas finales, repasar su secuencia, mirar al grupo con el que trabajará, tener
los libros a mano, prever imprevistos, la luz necesaria y entonces… comenzar.
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