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lunes, 8 de marzo de 2021

Toñito y el balero

Toñito y el balero

Artemio Ríos Rivera

 

 

Valeroso balero que brincas en el dedo, cuelgas en el perchero del cuarto de azotea, ahí estás, solo, lleno de polvo y moho, despeinado, con la cabeza gacha.

 

La casa es grande y poco habitada, por eso la azotea no es un lugar de mucho tránsito y el pequeño cuarto de triques, menos que menos.

 

Lo que el valeroso balero no sabe es que hoy será un día especial. Ha visto deambular fuera del cuarto una figura masculina, joven, casi infantil. ¿Quién será? Se pregunta el juguete de madera y, ¿cómo podré llamar su atención?

 

El chico es Toñito. A decir de su tía, el adolescente es un milagro que crece y se transforma, al que conoció al nacer metido en una incubadora y ahora lo ve como un joven guapo, responsable y tierno, tímido. De alguna manera, dice ella, ese adolescente es una prueba de lo mucho que puede amar a alguien de manera irrevocable e inmediata. La tía le tiene fobia a los hijos propios, pero adora los ajenos. El muchacho también es, en ella, una manifestación de la contradicción, desea y espera su libertad plena y al mismo tiempo le teme. Por eso no tiene hijos, se dice. Mientras tanto, él crece.

 

En realidad Toñito es un adolescente retraído, trabajador, de 15 años. En ese momento estaba en la azotea de la casa de sus tíos, en el bosque de niebla. Él chico se disponía a estudiar, tenía su clase de matemáticas a distancia. Anda a la caza de un espacio cómodo.

 

Caminaba buscando señal de internet. La búsqueda lo lleva al cuartito. Jala una silla a la pequeña habitación, se sienta ante su portátil ordenador. Su mirada se prende hipnotizada del valeroso balero. Aunque el polvo y el tiempo lo hacen opaco, todavía conserva la viveza de sus colores, de los círculos alrededor de su gordo barril. El balero, que se sentía una bala, fue comprado en un mercado de artesanías, más como un adorno no como juguete, por eso ha tenido una vida sedentaria, casi triste. Así que ahora es la oportunidad de revivir. 

 

El balero brilla, quiere la atención de Toñito. Para el adolescente no hay dudas, entre el balero y las matemáticas es clara la elección. Sin embargo, la tía sube a la terraza, mira al crío con ternura, él siente la mirada como una reconvención. Toño decide hacer su tarea, ella piensa que ojalá fuera menos apegado a sus tareas el muchacho, que sería bueno se pusiera a jugar, aunque sea con el balero. La tía baja al patio, Toño busca otro espacio para trabajar, el balero sigue inmóvil. Por hoy tendrán que esperar otra oportunidad.


Foto tomada de:
https://granturismomexico.com/juguetes-tradicionales-mexicanos/ 

4 comentarios:

  1. Se queda uno picado, fue muy corto pero muy bueno.Saludos.

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    1. Qué bueno que te quedes picado. Sí, es un cuento muy corto, saludos.

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  2. Hacer lo que creemos que los otros quieren que hagamos, nos priva de hacer lo que realmente queremos

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    1. Sin duda, siempre es bueno comunicar aunque parezca muy obvio lo que tenemos o queremos decir. Gracias por el comentario.

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