Traicionera memoria
(ficción crónica o crónica ficción)
Artemio Ríos Rivera
Estas memorias o recuerdos son intermitentes
y a ratos olvidadizos porque así precisamente
es la vida. La intermitencia del sueño nos permite
sostener los días de trabajo. Muchos de mis
recuerdos se han desdibujado al evocarlos,
han devenido en polvo como un cristal
irremediablemente herido.
PABLO NERUDA
Corría el año de 1976, mientras recibía mi carta de aceptación para ingresar a la preparatoria, mercenarios anticastristas, espías chilenos y un agente de la CIA, por órdenes de Pinochet, asesinaban en Washignton a Orlando Letelier, excolaborador de Salvador Allende en su aventura socialista chilena. Nuestro país recibía exiliados del cono sur, quienes huían de la persecución de las dictaduras militares.
Estaba en la ciudad de México, recién salido de la secundaria, recién habitante solitario de la ciudad, mi madre se había separado de su pareja y huido de él a trabajar en Houston. El sentimiento de desamparo era atroz, la vida dependía de la carta de aceptación para seguir estudiando. Ésta llegó y me tocaba inscripción en el CCH Azcapotzalco, no eran mis rumbos, yo me había movido por el sur y oriente de la ciudad, no con los bárbaros barrios del norte.
No sé cómo, busqué y logré un cambio a la Escuela Nacional Preparatoria No 4, en la avenida Constituyentes, por la salida a Toluca, tampoco eran mis rumbos, pero mi moral victoriana se sentía un poco aliviada por los prejuicios que nos habían vendido en contra de los Colegios de Ciencias y Humanidades. No eran escuelas, decían, sino experimentos, nidos de activistas, inventos de los revoltosos del movimiento estudiantil del 68.
Mientras Taxi driver se exhibía en salas cinematográficas inalcanzables en esos momentos para mí, yo corría entre un cuarto de vecindad en la San Simón, por Culhuacán; la escuela en Constituyentes y un trabajo de medio tiempo en Avenida Universidad y Doctor Barragán. Era mortal, con dinero para mal comer, una cama en un piso de tierra para mal dormir, correr todo el día para medio morir en las noches sin ánimo para hacer tarea o estudiar.
Me cambié de casa, de escuela y de trabajo. Un cuarto de azotea en la colonia Obrera me recibía regularmente; la Prepa No 2 que entonces estaba en la calle del Carmen, en pleno Zócalo, era mi nueva escuela; en el Centro San Juan de Telmex trabajaba de aseador, en horario nocturno, por el rumbo de El Salto del Agua y el Eje Central, atrás del cine Teresa. Ahora la vida casi me sonreía, el tiempo me alcanzaba más, aunque el dinero seguía siendo magro.
En la prepa Erasmo Castellanos Quinto, me recibió un grupo de amigos congregados alrededor de Torales, de ahí recuerdo al Fraile, a Gordillo y a una compañera con la que me fui ipso facto a fajar en las catacumbas. Los temas eran el billar, las ranitas, y la vida escolar de la preparatoria. La propensión a la lucha social me llevó a acercarme al Movimiento de Estudiantes Socialistas (El presente es de lucha, el futuro es nuestro, pregonaba su eslogan), organización estudiantil del Partido Comunista Mexicano, eventualmente ayudaba a elaborar el periódico mural, a botear en los camiones del centro de la ciudad y participar en alguna de las Marchas que salían de San Cosme o Chapultepec rumbo al Zocalo de la gran ciudad, aunque no llegaban tan lejos, generalmente se quedaban en el Hemiciclo a Juárez.
En ese año del 77, consolidaba mi mistad con Carlos y Torales, al tiempo que Campanita conquistaba a Braulio y se iniciaba la zaga de La guerra de las galaxias. La UNAM se enfrentaba a una huelga encabezada por un recién nacido Sindicato de Trabajadores de la UNAM. Durante toda la huelga yo, prácticamente iba del trabajo a la escuela, ahí se leían todos los diarios, se discutía el movimiento de la opinión pública y la correlación de fuerzas entre las autoridades y los trabajadores de la UNAM a la luz de los posicionamientos de diferentes actores nacionales, de los columnistas, de las cartas y del tipo de notas que se publicaban en los medios. Fueron casi tres semanas de un intenso aprendizaje imperceptible, salíamos en brigadas a repartir volantes a los camiones, a vocear y volantear; hacíamos carteles y periódicos murales. Una de esas tardes, estando un pequeño grupo de estudiantes jugando futbol en un desierto patio central de la escuela tomada por los huelguistas, fuimos apedreados por los porros desde las azoteas a las que habían arribado por un pequeño hotel de la calle de Moneda, a un costado del Palacio Nacional.
Al participar en las marchas por el Paseo de la Reforma era como un poseso gritando todas las consignas a todo pulmón hasta terminar ronco. Por ese motivo los del MES me apodaron el Gritón. Había dos maestros memorables, en ese sentido, un laboratorista medio hippie que tenía bombas molotov en su aula de experimentos; y un psicoanalista que había observado, clínicamente, el efecto del ácido lisérgico entre sus alumnos voluntarios en 1968. Por esa razón fue perseguido y hostigado por la policía durante varios años, en ese momento estaba todavía muy ciscado y medio paranoico. Olvido involuntariamente nombres de maestros, camaradas y compañeros, pero algunos acontecimientos están claros en mi memoria, si es que ésta no me traiciona y no invento demasiado: si no recuerdo, fabulo.
En algún momento fuimos a la preparatoria Issac Ochoterena, ubicada al centro del rombo que forman Insurgentes Sur, Reforma, Balderas y Avenida Chapultepec, para hacer un mitin que impidiera las clases extramuros que esquiroleaban a la huelga. La adrenalina se agolpaba en el cerebro, la sangre ponía roja la cara, el cuerpo temblaba, las cosas se veían en otro tiempo, en otra dimensión, yo estaba entre los improvisados oradores. Esa escuela había tenido su triste e involuntario papel en los acontecimientos iniciales que propiciaron las movilizaciones estudiantiles y populares de 1968.
A los 7 días del séptimo mes de aquel año, la policía intervino y rompió la huelga, unos mil trabajadores fueron a parar unos días a la cárcel y varios dirigentes tuvieron que enfrentar procesos judiciales. Yo tomaba las lecciones puntualmente de los acontecimientos sociales en el país. Durante todos esos días los periódicos hablaban de provocaciones en las preparatorias de la UNAM, de detenciones selectivas, de violencia contra las brigadas estudiantiles o de trabajadores en los diferentes campus universitarios. En el centro de la ciudad, donde estaban las preparatorias 1, 2 y 3, el trato era más diplomático, sólo vigilancia evidente para amedrentar a los participantes. Nuestra participación no era “tan heroica” como la de los que eran víctimas de la represión.
Pero también éramos propicios a las manipulaciones porriles, en las vísperas de los encuentros de futbol americano entre las Águilas Blancas del Instituto Politécnico Nacional y los Pumas de la UNAM, en Ciudad Universitaria; la quema del burro propiciaba desmanes, porras, hordas de adolescentes vociferantes alrededor de la catedral en una alborotada búsqueda de identidad. El río revuelto favorecía el atraco de refrescos, cervezas y botanas en las tiendas que salían al paso de los grupos estudiantiles. Yo, un adolescente sin arraigo, sin familia en la ciudad y sin identidad, me expresaba con la estridencia necesaria en esos escenarios. Creo que, en uno de esos marcos, Carlos se agarró a chingadazos con un porro, lo madreo en un dos por tres, y corrió a resguardarse de la golpiza que le prometían los vándalos amigos del caído. Carlos se metió sorpresivamente a un edificio de la Secretaría de Hacienda, resguardado por policías, no supe a qué hora salió de ahí, eso lo salvó por el momento. Después, su primo, de violento pasado, fue a mover sus influencias para evitar la venganza en la humanidad de nuestro compañero. El primo había sido porro en el 71, de premio le dieron una prefectura en secundaria. En la prepa 2 los porros eran comandados por el Mosco, quien tenía plaza administrativa en la biblioteca central de CU.
Un mes antes de la huelga habían asesinado al profesor Alfonso Peralta, le dieron un tiro cuando se encontraba en los patios del CCH Azcapotzalco, en esos momentos se estaba preparando la huelga, el profesor era delegado en el Consejo General de Huelga del STUNAM. Al otro día del asesinato los del MES pintamos una barda, en protesta por el hecho. La pinta fue en pleno Zócalo, frente a la preparatoria, en eso se nos acercó un porro para decirnos que nos dejáramos de pendejadas, que nos estaban apuntando con un arma desde una azotea vecina, que dejáramos de pintar o iban a disparar, el cuate estaba bastante drogado. Seguramente no era cierto, pero si nos amedrentaba la advertencia.
Mi compañero en la pinta tuvo miedo, fuimos a ver al Bonito, entonces subdirector de la escuela, para exponer el caso y pedir garantías. A mí me daba igual, nadie me esperaba en ningún lado. Terminamos la pinta y así lo consigné unos años más tarde en un poema:
… Ciudad de ratas
Elefantitos
Y ositos retozones
De nalgas rozagantes
Y pelos de colores
Ciudad de podredumbre
De opulencia y costumbre.
Así yo te recuerdo:
Mataron a Peralta
—tomamos una barda—
golpearon con la razzia
—presta
saca
atraca
y puto el que se raje—.
La calle 16
Muchachos a correr
Porque viene la tira
Y nos viene a joder…
A media tarde, antes de las últimas clases, salía yo a la panadería a una cuadra de la prepa a comprarme un ojo de pancha, algunos me identificaban por eso: ¿de quién están hablando?, del chavo que llega con su pan a la clase, ¡¡ah!!, sí, ya sé quién es.
Tuvimos maestros generosos como el de literatura universal y el de anatomía, fisiología e higiene. Tuvimos maestras deseables, como Marcela o la de francés, que alborotaban nuestros adolescentes sueños. Tuvimos maestros Gays, unos de responable y académica actitud, otros verdaderamente patéticos e irresponsables. La memoria vive en las cabezas de los otros, en la mítica memoria colectiva. La propia son recuerdos inventados, son un mundo posible que no sé si fue o sigue siendo en el presente. Regresando a Neruda, que abre con el epígrafe, que cierren sus palabras "sumergido en estos recuerdos debo despertar de pronto".
*FOTOS
Cine TERESA. https://www.mexicodesconocido.com.mx/antiguo-cine-teresa-en-la-cdmx-mucho-mas-que-porno.html
LCI. https://www.memoriapoliticademexico.org/Efemerides/2/29021940.jpg
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