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martes, 16 de marzo de 2010

EL APANDO: DENTRO DE LA CÁRCEL, LA CÁRCEL, FUERA DE ELLA TAMBIÉN.

EL APANDO: DENTRO DE LA CÁRCEL, LA CÁRCEL, FUERA DE ELLA TAMBIÉN.
                                        Artemio Ríos Rivera

¡A la chingada cualquier creencia en absolutos!

Los hombres se inventan absolutos… porque necesitan

un asidero para defenderse del Infinito, porque tienen

miedo de descubrir la inutilidad intrínseca del hombre.

Sí, lo asombroso no es la inexistencia de verdades absolutas,

sino que el hombre las busque y las invente… el hombre no

tiene ninguna finalidad, ninguna de vivir…

¡Luchemos por una sociedad sin Clases!

¡ Pero no, no para hacer felices a los hombres,

sino para hacerlos libremente desdichados,

para arrebatarles toda la esperanza, para hacerlos hombres!

José Revueltas en “Los días terrenales”.

Pp 488-489, Obra literaria Tomo I.

EL AUTOR

José Revueltas nació en Durango y neceó con su heterodoxia -dentro de la ortodoxia-, por todos lados. Vio la luz por primera vez el 20 de noviembre de 1914, su efeméride paradójicamente será la misma que celebrará la Revolución Mexicana, esa revolución en la que finca su esperanza y lo persigue policiacamente las más de las veces. 1914, el mismo año en que nacieron Octavio Paz y Efraín Huerta. El periodo es en vísperas de la consumación de la Revolución de Octubre, movimiento que conmovió al mundo y al propio escritor; sin embargo, los “curas rojos” adoradores del stalinismo de la burocracia Soviética lo expulsaron de sus organizaciones varias veces.

José inició su militancia comunista a los 14 años de edad, en el Socorro Rojo Internacional. Ingresó en 1932 en el Partido Comunista Mexicano (PCM), en el que trabajó en la reorganización de la Federación de Jóvenes Comunistas. Lo mejor de su lucha lo dio fuera del Partido. Fue Delegado al séptimo Congreso de la Internacional en la URSS (1935), donde la delegación mexicana aclamo a Stalin –según Revueltas- con el fraternal grito de ¡Chigue a su madre Stalin!

Expulsado del PCM en 1943, formó parte del grupo El Insurgente que se fusionó con otras organizaciones para fundar, en 1947, el Partido Popular (de Lombardo Toledano), en el que permaneció hasta mediados de los años cincuenta. En 1956 ingresó en el Partido Obrero Campesino Mexicano, que dejó al año siguiente para fundar la Liga Leninista Espartaco, de la cual fue expulsado en 1963. Además de cofundador del Grupo Comunista Internacional (1968) de tendencia troskista, fue secretario juvenil de la Confederación Sindical Unitaria de México.

Formó parte del personal docente del dormitorio para niños del Cuadrante de la Soledad, cercano al barrio de La Merced donde su familia tuvo una tienda de abarrotes. De esos barrios se alimenta de elementos sórdidos que más adelante utilizará en sus narraciones.

Ocupó la secretaría del interior y la secretaría general de la Sección de Autores y Adaptadores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, cargos a los que renunció después de publicar una serie de artículos contra el empresario William Jenkins en la revista Hoy.

Fue encarcelado numerosas veces: la primera a los 14 años de edad y la última en la penitenciaría de Lecumberri, por su participación en el movimiento estudiantil de 1968. Quedó en libertad en 1971. En dos ocasiones fue recluido en las islas Marías, y estuvo además en la prisión de Tlatelolco, en la Correccional para menores y en la Cárcel de Belén, entre otras.

En 1961 viajó a Cuba para iniciar los trabajos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. Impartió cátedra en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, fue reportero de varios diarios y revistas mexicanas. Escribió para órganos partidarios. Sus trabajos literarios, periodísticos y políticos han sido publicados aun póstumamente. Obtuvo el premio de la editorial Farrar & Reinhart de Nueva York y el Premio Nacional de Literatura en 1943. En 1951 rechazó un reconocimiento del gobierno franquista español, recibiendo en 1968 el Premio Xavier Villaurrutia.

Pepe fue un hombre de lucha y producción literaria fecundas. De su última estancia en Lecumberri, en compañía de los jóvenes del movimiento estudiantil, tomó las notas para realizar su novela corta El apando. Nada mejor que las propias palabras del autor para reconocer su concepción de sí mismo, como literato y político: "Mis experiencias literarias, son siempre experiencias políticas, desde los Muros de agua hasta Los errores o El apando... a veces los escritores viven por experiencia literaria y no por experiencia existencial: viven para escribir y no escriben para vivir. Hay algo en mí de eso. La vida social y política, la lucha me han servido para impregnarme de la realidad del país, porque yo no soy un escritor comprometido, soy un escritor ¡dentro del compromiso! Yo no me comprometo desde fuera, soy simplemente una gente comprometida desde dentro: mi vida es la Revolución, y otra expresión de mi vida es la Literatura”.

Revueltas muere el 14 de abril de 1976 en la ciudad de México.

LA RECEPCIÓN

Pablo Neruda dijo de él: “es una síntesis del alma mexicana. Tiene como su patria, una órbita propia, libre y violenta. Tiene la rebeldía de México”. José Agustín (67:646) escribe que “Revueltas es el primer escritor en nuestro país que no teme llamar a las cosas por su nombre y que sabe reproducir el habla coloquial”. Salvador Novo, citado por Agustín, se expresa de la siguiente manera “Pepe Revueltas es ya un gran novelista. Su estilo es depurado, profundo, rico. Pero también creo que no está destinado a ser un novelista popular. Exige la misma lenta disposición de ánimo que Proust para entregarse al lac de délices de sus introspecciones aplicadas a personajes estéticos”. En 1943 Octavio Paz (91:572) señalaba el carácter polémico que tuvo la recepción de la literatura de nuestro escritor, “La novela de Revueltas ha provocado, al mismo tiempo, los más encendidos elogios y las críticas más acerbas. Algún crítico marxista lo ha acusado de pesimismo; otros entusiastas, en cambio, no han vacilado en citar a Dostoievski”.

Sin duda después de 1968 la obra de Revueltas amplió su público y el gusto de éste por su obra; sin embargo, lo que sucedió con anterioridad fue muy distinto, tal como lo relata José Joaquín Blanco:

…el público, aun el escaso público culto de la época, lo vio como un autor excéntrico, quizás fanático, desaliñado y perdido en extrañas manías. La respuesta de la izquierda fue feroz, tanto con respecto a Los días terrenales como a Los errores: y como un protagonista de estas novelas, el propio Revueltas sufrió persecución por parte de sus camaradas, e incomprensión e injurias precisamente de aquellos para quienes sobre todo escribía (96:195).

La obra literaria (novela y cuento) de Revueltas se conforma básicamente por los siguientes textos: Los muros de agua (1941), El luto humano (1943), Dios en la tierra (1944), Los días terrenales (1949), En algún valle de lágrimas (1956), Los motivos de Caín (1957), Dormir en tierra (1960), Los errores (1964), El apando (1969), Material de sueños (1974), Las cenizas (póstuma). Su producción ensayística, teatral y de guiones cinematográficos no la mencionaremos en este trabajo.

Revueltas fue siempre un crítico de las religiones (desde la Iglesia católica hasta las capillas comunistas), de sus sacerdotes y acólitos, de los individuos que aterrorizan y torturan a los más nobles, ingenuos, a los más sensibles y necesitados, a los más desvalidos de los personajes de sus relatos. Según el autor sus personajes son extraídos de la realidad.

En un momento en que los “escritores comunistas” deberían escribir en el marco del “realismo socialista”, José opta por el “realismo dialéctico”, en “la decisión de jamás apartar los ojos de la realidad, así fuera ésta terrible y lacerante” nos dice Ignacio Solares (Ruffinelli 77/2:23). Pero no se trataba de reflejar la realidad, sino tomarla como punto de partida, como experiencia de vida que se refuncionaliza en experiencia literaria.


LOS CUENTOS

Los cuentos son lo más logrado de la obra literaria de Revueltas según varios críticos. De Dios en la tierra, Ruffinelli (77/1:66) apunta que es “un certero rosario del dolor humano, de las formas del sufrimiento, como si el autor se empeñara en realizar una encuesta cuyo resultado global y particular no hace más que confirmar la visión sombría del mundo, la realidad que éste es para los hombres”.

En Dormir en tierra, texto de cuentos de donde recuerdo “La hermana enemiga”, como en otros escritos, hay una constante: los sueños. Pero los sueños son generalmente pesadillas asfixiantes donde se castiga a la naturaleza humana, sus desnudeces, su maduración física. Pesadillas que aplastan a los personajes y los hacen arrastrarse a nivel del suelo, reptar en el piso sin permitirles un rato de descanso. El despertar sobresaltado implica enfrentarse a una vigilia más sórdida que los propios sueños. Los más débiles son duramente hostilizados, como en este caso lo hace la hermanastra con la niña huérfana.

Cuentos en blanco y negro, en colores sepia, oscuros, como la sotana del padre o el cuarto y la suerte de la niña, como el trapo que pendía del techo o la conciencia de la hermanastra. Una oscuridad condenatoria que no permite ver la claridad de la vida, oscuridad que castiga, en la hija huérfana, el pecado de su madre, el adulterio que es castigado con la pena capital. Como en El apando la madre quién sabe en qué mal momento concibe a la hija, la maternidad no es un acto consciente, sino un accidente de la vida, un error que merece castigo.

La inocencia es, en el universo de Revueltas, una porquería que se autorreprime. Autocastigo para placer de aquellos que creen tener la verdad absoluta en sus manos. Para regocijo de la hermanastra, de modo que la madrastra tenga a mano un ejemplo del lugar inexorable a donde conduce el pecado de la inocencia.

EL APANDO

El apando es una novela corta (cuento largo o noveleta) que “cuenta la historia de tres presos comunes, drogadictos, y sus tentativas de ingresar droga al penal”, según resume la anécdota Ruffinelli (77:129). Espacialmente inscrita en una cárcel dentro de la cárcel, el apando es un espacio de reclusión dentro de la prisión, que a su vez se encuentra recluida en la cárcel-sociedad o en el presidio-realidad. Así nos podríamos ir sumergiendo en espacios de reclusión cada vez más estrechos, profundos y asfixiantes: como en una mazmorra-cebolla, donde cada capa de la realidad es un encierro enajenado de otra realidad hasta llegar al cuarto en que dormimos o al claustro matriz. La vagina que promete los paraísos artificiales, el alivio al dolor por medio del tapón de droga que trae entre las verijas la madre del Carajo. La tumba es también una cárcel matriz, un hoyo que guarda al ser humano en su seno, uno cada vez, o más en casos extremos.

“Estaban presos ahí los monos –nos dice el narrador al inicio de la novela-… caminaban, copulaban, crueles y sin memoria, mona y mono dentro del Paraíso, idénticos, de la misma pelambre y del mismo sexo, pero mono y mona, encarcelados, jodidos”. Paradójicamente los monos viven en el Paraíso. Los animales darwinianos que evolucionan para convertirse en humanos, o al revés, los hombres que involucionan para convertirse en animales, en bestias impías, se encuentran en el jardín del edén, en el paraíso de la creación cristiana. Pero el paraíso mismo es una cárcel de la que hay que tratar de escapar. Estamos encerrados en una escala zoológica que se involucra con el espacio, con el tiempo, con la “geometría enajenada”. Estamos presos fuera de nosotros mismos, ajenos a nosotros. La inconsciencia es una prisión: “Todo era un no darse cuenta de nada”.

En 1961 -ocho años antes de El Apando-, Revueltas escribe "A propósito de Los muros de agua". Podemos encontrar en ese texto elementos que nos muestren de dónde va a alimentarse el denominador monos. Tal vez de su visita a un leprosario, del que queda fuertemente impresionado. José observa el proceso de degradación del ser humano, de la carne que se va secando como la ceniza del cigarro. De ahí el regreso en la escala zoológica, la lepra destruye físicamente al hombre; emocionalmente lo va convirtiendo en mono:

¿Por qué {tenían los leprosos}… aquellos rostros de leones, {…} aquellos ojos redondos? Y ahora, de pronto, doy con el secreto: ¡eso mismo! Ahora me doy cuenta de lo que hay de extraño en los ojos: probablemente no es que se muestren muy abiertos y como sin párpados, sino que se hacen redondos, circulares, pierden su aspecto rasgado y se van haciendo como los ojos de los monos, pero peor aún. (Revueltas 80:14)

Pero también hay que recordar que a los empleados de la excárcel de Lecumberri, donde suponemos se desarrolla la novela, se les denominaba con el genérico monos, ellos mismos utilizaban el vocablo para denominarse a sí mismos, trabajaban de monos en Lecumberri. Sin embargo, monos somos todos, no sólo los carceleros y sus familias, también los demás presos y sus visitas. El que vigila es mono, lo es también el vigilado: “Monos, archimonos, estúpidos, viles e inocentes, con la inocencia de una puta de diez años de edad. Tan estúpidos como para no darse cuenta de que los presos eran ellos (…) con todo y sus madres y sus hijos y los padres de sus padres”.

El sustantivo mono ligado a elementos del orden, como policías o agentes represivos ya lo encontramos presente en Los errores:

Los policías pitaban, en el colmo de la desesperación, con los silbatos incrustados en los dientes, igual que labios artificiales, como si tuvieran otros órganos del habla, a tiempo que ejecutaban extraordinarios aspavientos histéricos, yendo de un lado a otro, en esa fantástica interlocución de monos que era aquel lenguaje de ruido, del caos, puro y deshumanizado. (Revueltas 80:74.Las negritas son nuestras).

Pareciera que Revueltas minimiza a sus personajes: monos. La no evolución del hombre y su retroceso en el devenir histórico-social.

Todos los personajes con nombre propio son de un estrato social bajo (Polonio, Salomé, Albino, El Carajo, Meche, La Chata y La Madre). Pero el narrador no resiste la tentación de meter las diferencias de clase en el relato. La “piadosa cortesía” con que eran escuchadas las señoras de la clase alta que pisaban la cárcel en las primeras veces, para visitar a sus reos. En la medida que el tiempo pasaba, la alcurnia “iba modificando poco a poco su actitud y haciendo concesiones a la realidad”, dejaban de hablar de la inocencia de sus presos o de las influencias que muy pronto podrían sacarlos de la cárcel. El sistema penitenciario crea una nueva estructura, aun en sus formas de sometimiento que el micropoder constituye. En su serie de concesiones o sometimientos, el encierro carcelario tiene la virtud de diluir ciertas diferencias de clases: “Nadie ponía en tela de juicio la culpabilidad o la inocencia del hijo, del marido, del hermano: estaban ahí, eso era todo”.

En la novela encontramos tres parejas, tres hombres apandados y tres mujeres en lo que podríamos llamar "libertad provisional" que proveen a sus reos, entre otras cosas de droga. Polonio y La Chata, Albino y la Meche, El Carajo y su Madre. Tres parejas unidas genitalmente. Meche y la Chata dan placer con su sexualidad a Polonio y Albino. La Madre de El Carajo, quien a pesar de darle la vida (“Dios sabe en qué circunstancias sórdidas y abyectas se habría ayuntado, y con quién para engendrarlo”), promete llevarle su ángel de la guarda para que lo libre de los males del penal (“la droga como un ángel blanco y sin rostro que lo conduciría de la mano a través de los ríos de la sangre, igual que si recorriera un largo palacio sin habitaciones y sin ecos”). Sólo la droga podía sacar a El Carajo del Palacio Negro de Lecumberri, acceder a un lugar sin habitaciones, sin crujías, sin apandos y sin ecos. Sin el grito dolorido que impone órdenes, sin el grito de dolor que busca inspirar lástima para obtener una tregua, que permita la recuperación, para aceptar más castigo, más dolor, más búsquedas de la muerte sin morir. El Carajo se acerca al otro mundo para que venga el ángel blanco a salvarlo, a darle la lasitud espesa, colagionosa y distante de la droga.

Si la droga es un ángel blanco, entonces la religión, en los términos clásicos del marxismo, es el opio de los pueblos. En sus simulacros de suicidio, para salir del infierno de soledad y angustia al que lo llevaba el delirio de la abstinencia, para salvarlo de la muerte, El Carajo era trasladado el jardín del Edén, a la enfermería, al paraíso artificial que le proporcionaba la droga, que lo conducía a una retorcida actitud religiosa, como agradeciendo a Dios el alivio que le proporcionaba. Así lo conoció Polonio, “bailaba una suerte de danza semi-ortopédica y recitaba de un modo atropellado y febril versículos de la Biblia”.

En El apando, la relación de El Carajo y su Madre se encuentra en los extremos del amor y el odio, apunta Ruffinelli (77:135). La narración no sólo describe a los dos horrendos físicamente, sino que están llenos del poder destructivo del odio y la traición. En estos elementos se basa su relación, estos personajes están caracterizados por epítetos con carga semántica negativa. Las imágenes que evocan, las comparaciones y las metáforas, son grotescas, sin duda son las imágenes de Goya, Brueghel y Goitia que Revueltas relacionaba con los elementos sórdidos del leprosario. Esta pareja trastoca el origen del hombre. La mujer (“asombrosamente tan fea como su hijo”) hizo al hombre en un ayuntamiento casi bíblico, no pecó al embarazarse, el pecado fue haber parido ese monstruo goyesco, su pena fue tener que cuidarlo, amar y odiarlo durante toda la vida.

El personaje deforme y contrahecho es una constante en la literatura de José Revueltas, El Carajo nos recuerda a Elena (el enano) de Los errores, ese pequeño monstruo acróbata como un “bufón antiguo, deforme”. El enano también juega al suicidio “¡Mátame, Muñeco!” le pide a Mario Cobián (el padrote) para moverlo a compasión hacia él. La relación de Mario y el enano es similar a la de El Carajo y su Madre: amor y odio, atracción y repugnancia son los elementos de la unidad dialéctica, de la sintética unidad y lucha de contrarios: “Odiaba a Elena. Odiaba esa devoción rendida que el pequeño cerdo tenía hacia él, esa abdicante forma de sometérsele hasta el retorcimiento, hasta la ignominia, que sin embargo Mario lograba sólo con acceder a darle un beso” (Revueltas 80:24).

En la figura de la Madre, nuestro autor desacraliza la imagen materna que nos hemos formado, no es la madrecita santa del cine mexicano de finales de los años sesenta y antes, es “la maldita y desgraciada madre que lo había parido”. No es la santa madre que había dado el Ser a El Carajo. No podía haber un llamado espontáneo de cariño; en el relato el sustantivo mamá no puede pronunciarse por sí, tiene que venir ligada al epíteto digno de ella: “Hablaba como un niño, mi mamá, cuando debía decir mi puta madre”. Ni aun cuando la señora se convierte en una imagen mariana puede ser vista en el esplendor o belleza de la madre de Dios, porque ella es la madre de “un anti-Dios maltrecho”. Aun como la Dolorosa, como la acepción de María en el vía crucis, con la cabeza de su hijo en la charola de Salomé, aun como imagen sagrada previa al sacrificio, la figura de la madre es grotesca, híbrida, mitad cristiana, mitad pagana:

Aterrada, aturdida, sonámbula de sufrimiento, con aquella mano que se posaba, sin conciencia alguna, sobre la frente de su hijo, tenía, de súbito, un poco el aspecto alucinante y sobrecogedor de una Dolorosa bárbara, sin desbastar, hecha de barro y de piedras y de adobes, un ídolo viejo y roto (Revueltas 99:49).

Hay una “frialdad” impresionante para mostrar la deshumanización de los personajes, para volver la base de la familia un elemento de descomposición social, material. Marx apuntaba en El Manifiesto que la familia de las clases subalternas de la sociedad capitalista, descansaba sobre el principio de la explotación, el comercio, el chantaje y el sometimiento, por eso para El Carajo “tener madre era la gran cosa para el cabrón, un negocio completo”.

Los elementos bíblicos permean también el relato: a pesar del ateísmo declarado de su autor, los elementos religiosos son también una constante presencia en la narrativa de Revueltas. Una imagen que se repite varias veces es la del decapitado. En el cumpleaños de Herodes, la hija de su mujer Herodías (exesposa del hermano de Herodes), baila ante el rey. Éste, fascinado, jura ante los invitados conceder un deseo a su hijastra-bailarina Salomé. Ésta, aconsejada por su madre (para vengarse la madre de la desaprobación del Bautista de su relación con Herodes), dice "Dame aquí en una bandeja la cabeza de Juan Bautista" (Mateo14:8). A su pesar, Herodes cumple la promesa. Es esa cabeza, la del Bautista, la que asoma como Polonio, Albino o El Carajo. El Bautista es la trinidad de viciosos que ponen su cabeza en la charola del apando, en el hoyo por donde reciben la comida, en el hoyo frío que los hace nacer.

El cuerpo decapitado dentro del apando parecía el cuerpo de Holofernes (general en jefe del ejercito Asirio, enemigo del pueblo judío), un cuerpo al que le temblaban las piernas de un modo ridículo y mortificante, como si tuviera miedo piensa Albino. La cabeza de los presos salía del hoyo como de la bolsa de Judit, como de la bolsa de la heroína judía que sedujo con su belleza a Holofernes para decapitar con dos tajos de espada al enemigo de su pueblo, la cabeza de Holofernes, es la del enemigo de los cristianos, vencido.

Como hemos señalado en otras partes del trabajo, encontramos, en la novela, alusiones al Paraíso, la presencia del ángel como el polvo blanco que lleva de regreso al Paraíso. El rezo febril de El Carajo recitando versículos de la Biblia. El dedo de Dios que ofrece un placer equívoco, el dedo de la celadora que llevaba al clímax en la superposición del recuerdo que la Meche tenía de la danza del vientre donde “se repetía el milagro de la Creación y el copular humano se daba por entero en toda su magnífica y portentosa esplendidez”.

En el principio fue el caos, en el principio fue el patio del reclusorio que se iría llenando de la promesa del paraíso:

La visita. La droga. Los cuerpos del humo desleían sus contornos, se enlazaban, construían relieves y estructuras y estelas, sujetos a su propio ordenamiento -el mismo que decide el sistema de los cielos- ya puramente divinos, libres de lo humano, parte de una naturaleza nueva y recién inventada, de la que el sol era el demiurgo, y donde las nebulosas, apenas con un soplo de geometría, antes de toda Creación, ocupaba la libertad de un espacio que se había formado a su propia imagen y semejanza, como un inmenso deseo interminable que no deja de realizarse nunca y no quiere ceñir jamás sus limites a nada que pueda contenerlo, igual que Dios.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Considero que en Revueltas no hay pesimismo, hay escepticismo. La duda, del escéptico, es uno de los grandes valores humanos considerados por el propio José. Revueltas duda, es escéptico, duda porque cree, si no se cree entonces para qué dudar.

Su literatura es trágica, sus personajes están en permanente contradicción. Su obra recrea un ambiente de soledad y angustia. El hombre se encuentra solo sobre la tierra, en su búsqueda no encuentra la salida, a ratos la intuye, pero no hay nada seguro.

No hay pesimismo, existe un amor visceral, crudo y tierno por la humanidad: por sus debilidades, "errores", por los encierros de soledad, por sus apandos.

En El apando, como en casi toda su obra, los personajes están en situaciones límite, en el umbral del desgarramiento. El relato es como un solo aliento que se va ahogando en un fuerte grito de dolor, no pierde intensidad, al contrario, va in crecendo, por eso la ausencia de puntos y aparte. El apando es un solo párrafo, extenso pero compacto, sólido y nítido.

José Joaquín Blanco (96:285) acierta al decirnos que Revueltas nos muestra en su obra en general su fascinación por el dolor, por la llaga y la derrota de sus personajes. El apando no es la excepción, las llagas de la sociedad, las llagas de El Carajo embarran de pus la mano de Albino, el pus asqueroso que casi se queda en la boca Albino y que es una razón más para desear la muerte objetiva del contrahecho personaje.

Aunque en la novela hay un aparente distanciamiento del tema político por parte del autor, podemos afirmar que es al contrario, de la diégesis se desprende una fuerte crítica social al sistema político, al submundo carcelario, a las pasiones humanas.

Intimista, subterráneo, escarbando en lo más recóndito de la mente humana, en sus delirios, en los placeres retorcidos. Hurgando en la capacidad del micropoder, del poder joder, destruir a partir de las armas que entrega la moral a los hombres, de las armas de una religión (cristiana o atea) que es capaz de castrar, violar, acorralar, agredir y que invariablemente conduce a la destrucción de los protagonistas.

La destrucción violenta como en las más clásicas de las tragedias griegas, se presente en la literatura de elementos sombríos que nos deslumbran y nos desgarran. No se trata de una fatalidad, pero sí de una atmósfera que se enrarece como un caño, como el caño por donde drenan las inmundicias de la humanidad.

BIBLIOGRAFIA

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BLANCO, José Joaquín, Crónica Literaria. Un siglo de escritores mexicanos, Cal y Arena, México, 1996, págs. 283-317 y 457-461.

MARTÍNEZ, José Luis, Literatura mexicana siglo XX 1910-1949, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1990, págs. 61-64 y 226-231.

MONSIVÁIS, Carlos, Amor perdido, Biblioteca Era, México, 1978, págs. 120-125.

PAZ, Octavio, México en la obra de Octavio Paz, Generaciones y semblanzas, Fondo de Cultura Económica, México, 1991, págs, 570-584.

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____________, A propósito de Los muros de agua, en Los muros de agua, editorial Era, México, 1980, págs. 9-20.

____________, Los errores, editorial Era, México, 1980.

____________, Los motivos de Caín, editorial era, México, 1991.

REVUELTAS, Andrea y Philippe Cheron, Olivia Peralta, Mi vida con José Revueltas, Plaza y Valdes-IVEC, México, 1997.

RUFFINELLI, Jorge, José Revueltas, ficción, política y verdad, Universidad Veracruzana, Xalapa, Ver., 1977.

____________ (compilador), Conversaciones con José Revueltas, CIL-L UV, México, 1977.

1 comentario:

  1. Un primero de marzo hace 25 años se ejecutaba la amnistía a los presos políticos de la dictadura uruguaya, primera acción del gobierno democrático, allá fuimos a por la gente, los raparon justo la noche antes, recuerdo a mi madre abrazando a su primo por la cintura, la ropa que llevamos le quedaba grande, caminamos y caminamos, íbamos al palacio legislativo, mucha gente y entre ella, cobijados, hombres y mujeres recién rapados. La cárcel donde los tuvieron y que aun existe se llama el Penal de Libertad...

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