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lunes, 15 de febrero de 2010

¿Dónde empiezan los caminos del zapatismo?

¿Dónde empiezan los caminos del zapatismo?
O sueño y memoria de la resistencia.
Artemio Ríos Rivera

Enfrentarse a la lectura presentación del libro colectivo Caminos del zapatismo: Resistencia y liberación, Red_es, <>, México, 2005; implica mirarse al espejo y tratar de encontrar los rasgos propios en un rostro colectivo; mirar al otro y buscar en su perfil, oculto o descubierto, nuestros rastros: ya sea como colectivos organizados más o menos de manera permanente, como amplias emergencias en coyunturas específicas o como individuos.

Cuando hablo de colectivos organizados me refiero a las organizaciones convocantes a este evento y otras que por ahora no están aquí, pero que son con las que hemos coincidido en el entorno inmediato a lo largo de los últimos años en las calles, en las plazas públicas, en recintos cerrados como este salón universitario, en publicaciones periódicas y en el espacio cibernético. Cuando menciono amplias emergencias en coyunturas específicas, me refiero a la participación de la sociedad civil en actividades alrededor de demandas concretas o de las convocatorias que el EZLN ha hecho, y a las que los veracruzanos han respondido de manera decidida rebasando los marcos de las organizaciones sociales y de los partidos políticos; así, amplias capas de habitantes de este estado se han manifestado y se han movilizado alrededor de: El diálogo de la catedral de San Cristóbal, la conformación de la Convención Nacional Democrática, los diálogos de San Andrés, La Marcha del Color de la Tierra, la Consulta por el Reconocimiento de los Derechos y Cultura Indígenas y Contra la Guerra de Exterminio, así como con la conformación del Frente Zapatista y la definición de un zapatismo silvestre fuera del propio frente, entre otras situaciones. Además de que juntos hemos marchado en diversas movilizaciones locales de carácter gremial, de género, sectoriales o por la lucha contra la “legalidad” entendida como camisa de fuerza en contra de los adversarios políticos de los políticos, y que intentan conculcar el derecho ciudadano de elección, independientemente de lo discutible que sea esta temática.

Regresemos, Caminos del zapatismo nos recuerda unos pasos que hacen camino al andar, como escribiera el poeta Antonio Machado Ruiz y nos recuerda en la conclusión del libro Guillermo Michel; pasos que enseñan y al mismo tiempo escuchan, nos miran y caminan preguntado; no es simple retórica sino un método de acción concreto, real, específico; por eso nos reconocemos en esos pasos; por eso, el juego de espejos nos lleva a explorar lo que, eventualmente, hemos contribuido en ese andar, a esos pasos que caminan por las sendas de las que nos hablan María Gloria Benavides, Guillermo Michel, Jorge Fuentes Morúa y Gustavo López Laredo en su libro.

La obra, prologado y coordinado por Guillermo Michel, esta compuesta de cuatro ensayos; los estudios-testimonios, si hay que llamarlos de alguna forma, nos muestran algunos de los caminos que el zapatismo ha ido abriendo con su paso, o los pasos con los que se ha construido así mismo un movimiento de profundas raíces en el pasado, con un presente de propuesta en movimiento y un futuro que mucho depende de la participación de la gente en muchos lugares del mundo, incluido Xalapa. Un paso que no es por sí mismo; que es creativo, pero se alimenta del andar de otras muchas formas de rebeldía, de otras muchas búsquedas de la esperanza, de esos senderos que hemos transitado en las universidades, en los sindicatos, en los movimientos sociales, en los barrios, en el campo, en los partidos políticos inclusive; de esos andares de flujos y reflujos, de ensayos, aciertos y errores, de la palabra, el grito y la consigna que los zapatistas han tomado, reformulado y potenciado para tejer sus redes que desbordan las llamadas fronteras nacionales y como un fantasma recorren el mundo, el fantasma del zapatismo, de la resistencia y la liberación.

Con este juego de espejos y su indudable contribución han construido su paso, su andar de palabra y fuego, de crítica y propuesta, de vigilia y sueño, de ruidos y silencios, de realidades y esperanzas. Más allá del desprecio del poder. El zapatismo no está focalizado y circunscrito a “unos cuantos municipios del estado de Chiapas”, como quiere hacernos creer el poder, se extiende y construye en diversas formas y voces, en distintas rebeldías que se expresan en un espacio muy amplio de este planeta.

Jorge Fuentes Morúa nos entrega un ensayo de carácter jurídico: “La larga marcha hacia la autogestión indígena”. Desde una perspectiva legislativa nos muestra el carácter ilegal del estado de derecho en México, al menos en cuanto a la contrarreforma indígena foxista se refiere. A la luz de una revisión minuciosa de la tradición histórica que alimenta la “legalidad”, a la luz de los acuerdos internacionales suscritos por el Estado mexicano, donde se evidencia el carácter ilegal de la ley indígena de Fox, ya que sus argumentos “reducen la personalidad jurídica de los pueblos y comunidades indígenas en entidades de interés público, y no de derecho público” (50) como se desprendía de los acuerdos de San Andrés y se incluía en el proyecto de Ley presentado por la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA). El mito del estado de derecho es desnudado con los mismos argumentos que esgrime el estado de derecha mexicano: el discurso de la ley. Pero no desde perspectiva externa a la legalidad, no como una crítica ideológica o política, sino desde una sólida argumentación jurídica que dentro mismo del aparato legislativo que sustenta la legitimidad neoliberal.

Con este recuento de leyes, decretos y reglamentos, Jorge Fuentes Morúa sustenta de manera contundente la validez jurídica de un acto que a la luz del invocado estado de derecho es “ilegal”, la aplicación en los hechos de los acuerdos de San Andrés por parte de las comunidades zapatistas; la creación y estructuración de los municipios autónomos y la coordinación de estos desde los caracoles que nacen de las cenizas de los Aguascalientes, aves fénix que renuevan la esperanza de que un mundo distinto es posible: “Sin descuidar las cinco puntas de la emblemática estrella zapatista, se han conformado cinco Juntas de Buen Gobierno, es decir, una en cada uno de los cinco Caracoles que dan estructura, comunicación y flujo a las relaciones entre los treinta municipios autónomos” (61), de este modo, escribe más adelante Guillermo Michel: “Sin aspavientos, sin gritos estentóreos, sin alharacas, los zapatistas han tomado en sus manos nuestra Constitución Política (especialmente el artículo 39), los Acuerdos de San Andrés (incumplidos por el Estado mexicano), así como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, para dar un nuevo impulso a los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ). Es decir, a su estilo democrático, a su autonomía libertaria, a su forma de impartir justicia” (181).

Hay un momento para pedir, otro para exigir y otro para tomar las cosas, por lo tanto, no es necesario pedir permiso para ser libres, nos recuerdan los zapatistas a través del libro. Con la aplicación en los hechos de los acuerdos de San Andrés, la utopía no es solamente un punto en el horizonte sino un espacio habitado por la tierna locura del EZLN y sus bases de apoyo, donde practicar el mandar obedeciendo no esta exento de contradicciones, pero que en los hechos se hace terrenal sin dejar de ser esa luna, de la hablaba Galeano, que camina delante de nosotros sin dejarse alcanzar, sin embargo ya no es ajena al zapatismo, es un astro-papalote pendido de un hilo, fuerte, confiable y resistente, en las manos de esas voces sin rostro dispuestas a morir para luchar contra el olvido. Sabemos que nada es infalible, el devenir histórico realizará su balance.

El estado mexicano tiene sus razones para negar a los pueblos indios “la gestión colectiva de tierras y territorios” (30) e impulsar un “proceso de apropiación privada de los recursos naturales”, en el fondo el argumento de la balcanización del país con el reconocimiento de la autonomía de los pueblos indios es una burda cortina de humo para esconder los intereses relacionados con la biotecnología y la biopirateria; los conocimientos de los pueblos originarios sobre herbolaria, botánica, “así como el manejo de sus recursos naturales: agua, bosques, fauna, etc.” (57) se ven seriamente amenazados por las empresas multinacionales al no reconocerlos como sujeto de derecho colectivo. Como “el imperialismo también es vegetariano” le interesa privatizar, es decir fragmentar las propiedades materiales y los saberes locales de los pueblos indios, para poder comprar suelo, subsuelo, conciencias y dignidades.

Por otro lado Ma. Gloria Benavides escribe el relato: “Los braceros: una nueva forma de construir el zapatismo.” Desde una mirada antropológica, desde una construcción etnográfica nos explica la configuración de los braceros tlaxcaltecas como actores de un movimiento político que lucha por una reivindicación económica vigente y que está por definir sus resultados. Los braceros se han impuesto en la agenda política nacional a partir de sus reclamos, de sus legítimas exigencias. A partir del escrito de Gloria Benavides es que vamos entendiendo que los caminos del zapatismo se pueden transitar desde nuestra escuela, nuestro centro de trabajo, nuestro barrio, desde el seno de nuestra propia familia, de nuestras luchas y resistencias cotidianas, desde la recuperación de la memoria como lo han hecho los trabajadores migrantes al norte.

Gloria Benavides nos entrega la cronología de un movimiento que tiene su origen en la migración temporal y legal de trabajadores mexicanos a los Estados Unidos entre 1942 y 1966. Los contratos de estos trabajadores les imponía un descuento del 10% de su salario; estos recursos los norteamericanos los mandarían al gobierno mexicano, quien tenía la obligación de devolverlos a los jornaleros cuando volvieran a sus lugares de origen. Los dineros fueron entregados al gobierno de México en su momento, hasta la fecha los braceros no han recibido un solo centavo, parece que programas de relumbrón como el denominado “paisano” no implican una política de Estado de respeto a los derechos de los trabajadores migrantes y el producto de su trabajo; los roban en las fronteras y carreteras los agentes aduanales y los roba el gobierno desde las alturas del cuello blanco de los poderosos. Hoy después de alrededor de 40 años los braceros reclaman el dinero que les pertenece, intereses incluidos.

Los caminos del zapatismo abren su perspectiva desde el espacio mismo que pisamos, como resistencia, como vocación ética, como satisfacción del deber cumplido, como formas de lucha contra el olvido, con dignidad, con la tolerancia que nos da el entender que la lucha no es por imponer una forma de ser o de pensar sino por un mundo donde quepan todos los mundos posibles. En estos términos entiendo “el aporte de los jornaleros de origen nahua de la zona de La Malinche, en Tlaxcala” (87), quienes conformaron La Asamblea Nacional de Braceros que agrupa a trabajadores repatriados de Tlaxcala, Puebla, Guerrero, DF, Oaxaca y San Luís Potosí. Su convocatoria al “Espacio por la verdad en el Zócalo de la Ciudad de México” (93) el 13 de octubre de 2003 ha sido una muestra de las formas de movilización pacífica que han emprendido estos trabajadores y sus familiares para hacer escuchar su voz.

Hacer la historia desde el presente, recuperar la memoria y reconocer el papel de la mujer en el cuidado de la parcela, los hijos y las raíces que se quedaban en la tierra de origen implica para, Gloria Benavides, recuperar la mirada femenina. En un encuentro y reconocimiento de memorias se conforma la resistencia, la lucha, la esperanza. Vencer al olvido es en sí mismo un triunfo del movimiento. Otro de los logros es reconocerse en otros movimientos y hacer suyo el Plan la Realidad-Tijuana, iniciativa zapatista en contraposición del Plan Puebla-Panamá. Se van encontrado puntos de referencia, identidad y fortaleza que nos son más comunes de lo que pareciera a primera vista.

Tenemos dos ensayos más, uno de ellos: “Pasado y presente del zapatismo y los trabajadores” de Gustavo López Laredo quien se encuentra entre nosotros y hará una referencia a su trabajo. No me quiero extender demasiado, sólo señalaré que: su mirada no es imparcial, es juez y parte, hace un trabajo de investigación participante, ya que al historiar el pasado inmediato, lo hace como sindicalista del SITUAM. Como antropólogo revisa las experiencias del movimiento obrero del siglo XX, de las que varios hemos sido testigos y actores.

Si bien es cierto que el 17 de noviembre de 1983 un puñado de indios y mestizos fundaban el EZLN, y el 1º de enero de 1994 declaraban la guerra al gobierno de México. Si bien hay quienes han decretado el fin de las ideologías y de la historia y con eso la muerte de la clase obrera como sujeto histórico. El zapatismo también se fundamenta en la historia del movimiento obrero. Eso es lo que nos viene a recordar López Laredo, la presencia de “Los trabajadores en las raíces del zapatismo”.

El libro se cierra con el escrito de Guillermo Michel: “Caracoles y espirales: el vaivén de nuestra historia”. Se trata de una exposición sociológica y política de la continuidad de la lucha del EZLN, las comunidades zapatistas y sus autoridades locales en el camino del mandar obedeciendo bajo una guerra que ya no de baja intensidad sino de alta iniquidad. Un recuento del silencio rebelde que ha significado la soberanía de su andar construyendo sus municipios autónomos, sus juntas de buen gobierno, sus sistemas educativo, de salud e impartición de justicia.

Pero, esta democracia radical es ilegal a la luz del poder, ya que: “Hoy, como ayer, se pervierte el lenguaje. Se exige respeto a la ley cuando quienes la violan todos los días y pisotean los derechos humanos, se amparan en la impunidad que les otorga su posición económica o política, dentro de un sistema de ilusión democrática, hipócritamente enmascarada en la ‘lucha de partidos’, la cual, por experiencia sabemos que está signada por la iniquidad y la inequidad” (176)

En la intertextualidad con la voz de González Casanova, Michel recuerda que “... cuando fueron traicionados por el Congreso de la Unión, en abril de 2001, [los zapatistas] no llamaron a levantarse en armas, sino que iniciaron la construcción de su autonomía en los territorios rebeldes.” (180) Es por eso que podemos decir que: los Caminos del zapatismo son de la palabra armada de resistencia y liberación. El libro nos aclara el carácter civil de las acciones de los zapatistas en los últimos años. No era retórica cuando el EZLN declaró, que se hicieron soldados para que ya no fueran necesarios los soldados, están en ese proceso, se armaron de fuego para abrirle camino a la palabra.

*Texto leído el 19 de mayo de 2005 en la librería “La Rueca de Gandhi” de la ciudad de Xalapa, Veracruz, México.

1 comentario:

  1. A... Es un gusto poder leerte en este espacio, gracias por compartir tus escritos. Un abrazo Carmen

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