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lunes, 15 de febrero de 2010

INSTANTÁNEAS DE VIAJE (1950-1981): opera prima de Alicia Pacheco

INSTANTÁNEAS DE VIAJE (1950-1981): opera prima de Alicia Pacheco
Artemio Ríos Rivera


El enigma de la historia
no está en la razón sino
en el deseo: no en el trabajo
sino en el amor.
Norman O. Brown

Me suscribo a la razón y al trabajo, pero si no tuviera que elegir, un instintivo resorte me impulsaría al amor y al deseo, estoy plenamente seguro. De hecho escribir unas líneas sobre Instantáneas de viaje, novela de Alicia Pacheco Álvarez, intenta ser un trabajo ejercicio de la razón, sin embargo es un impulso del amor y el deseo. Un amor y un deseo polivalentes, por la amistad y la literatura, por una generación y una perspectiva de las cosas. Dejémoslo ahí, no creo que esto requiera más explicación, cada quién hará su lectura, su interpretación de la novela y de éstas líneas. Muy poco tiene que ver lo aquí digo con la recepción de cada quien, quedémonos con la idea de ser artífices de un impulso creador que puede surgir de la provocación. De la invitación a una lectura. Porque la lectura es siempre un acto de creación.

Con la noche se abre la novela, como el vate que abrió la oscuridad con su poesía. La fábula inicia con el viaje nocturno. La carretera hacia el corazón esclerótico de un país que se llama México, de acuerdo a la convención literaria que nos plantea Alicia en esta entrega. Camino hacia la gran ciudad, escribe: “De noche: majestuosa. De día: gastado corazón de arterias obstruidas”. De lo majestuoso hacia lo otro. Del campo a la ciudad. De la noche hacia el amanecer. ¿Puede ser la noche majestuosa y el amanecer lo otro? ¡si! Cuando la y el mañana implica regresar para reencontrarse con el desencuentro.

Con sus referentes temporales obligados, la segunda mitad del siglo XX mexicano, la novela narra la relación de Pablo e Irasema, es una historia de amor y deseo, del choque de la concepción tradicional y las nuevas propuestas en la relación de pareja. Pero tal ves no sea ese el quid del asunto, posiblemente la historia esta centrada en la relación de Pablo y Miguel, una trama sobre la filialidad fraterna o de la fraternidad filial. Además, aunque menos desarrollada, podría ser también la historia de Pablo y Citlali, del papá no-padre biológico, y de la idílica y envidiable relación con su hija no-hija biológica. Si hay que definir el origen de la paternidad, me adhiero a la idea de las suegras tradicionales: la paternidad es una cuestión de fe. Esos son algunos de los tópicos que la autora intenta mostrarnos en su opera prima, apuntando hacia lo fragmentario que es el ser humano, sin perder su unidad.

Desde el presente narrativo Alicia nos va enterando de los sucesos a partir de recurrentes analépsis: los recuerdos. Una actualidad descriptiva con reiterados regresos al pasado, que van avanzando a lo largo del relato hasta que el flash back alcanza al tiempo de la evocación, para empatarse con él. Las instantáneas del viaje. Las imágenes fijas del recuerdo, las fotos impresas en las memorias de Pablo, fotógrafo de profesión, y de Miguel, su compañero en el periplo de la vida.

Instantáneas de viaje recuerda a la tragedia dramática. Y cómo no invocar la producción teatral, si conociendo a Alicia podríamos esperar que su primera obra fuera de carácter dramático y no una novela, en fin. Instantáneas es un trabajo de asuntos necesariamente escabrosos y modernos, de formas de concebir la relación de pareja en esa recurrente tensión entre tradición y modernidad, entre la monogamia y la propuesta poliándrica que Irasema hace a Pablo. Mujer y hombre, antagonista y protagonista de la trama respectivamente, aunque podría no ser tan simple el encajonamiento, en ese sentido podríamos explorar más en el relato. Ese es un reto para el lector y sus referentes.

Los sagrados valores, digámoslo así, de la lealtad, la amistad y el amor no alcanzan para salvar de la destrucción al Rey Hamlet (o la sombra invocada de Diego muerto en Tlatelolco), ni la su hijo el Príncipe de Dinamarca (un Pablo destruido moral y físicamente). Laertes (el amigo Miguel) muere también en la tragedia por razones que no son muy claras y que sin duda nos recuerdan que: algo esta podrido en este reino. Shakespeare afirmaba, y lo cita Alicia en su novela: Liviandad, tienes nombre de mujer. Liviandad, fragilidad o levedad, aunque es importante el matiz, qué nos importa ahora cuál es la traducción pertinente en esta circunstancia, en todo caso, para no fallar, todo eso tiene nombre de mujer, del inquietante personaje femenino de la novela, la nueva Ofelia. La Ofelia-Irasema. ¿Ella muere también? ¿Antes de morir se vuelve loca? No lo sabemos, no nos lo cuenta la historia. Cada quien a su gusto le dará el final o la continuidad que más le plazca, queda abierta esta línea en la narración. Para mi gusto vivió feliz para siempre en su hedonismo y liviandad, no se complicaba demasiado, aunque en esto se llevara por delante a los demás y, de alguna forma a ella misma. Una especie de inocencia perversa, de cándido primitivismo que, paradójicamente, nos entrega propuestas de futuro.

En el argumento Alicia se mueve, a mi juicio, entre al amor y el deseo, entre la santísima trinidad masculina formada por Diego, Pablo y Miguel, ligada por el amor. Y la mujer deseada, el objeto disjunto, que es capaz de desequilibrar a los dos últimos con una forma de ser que nos cuesta trabajo entender: disfrutar sin complicaciones mayores, no ser excluyente en el deseo ni en el amor. Ver las cosas con una infantil sencillez donde caben, en una relación de pareja, más de dos integrantes para compatir el sentimiento o la sexualidad.

Desde la perspectiva constructivista, el lenguaje, nos dicen Berger y Luckmann, es capaz de transformarse en depósito objetivo de vastas acumulaciones de significado y experiencia, que puede preservar a través del tiempo y transmitir a las generaciones futuras. El lenguaje se origina en la vida cotidiana a la que toma como referencia primordial, pero también puede usarse para referir otras realidades, es capaz de trascender por completo la realidad de la vida cotidiana. Otra ves el problema de la realidad y la representación, del lenguaje de la vida y el literario. Instantáneas se alimenta de la vida cotidiana de una generación que se empeña por transformar este país, desde la segunda mitad del siglo pasado, hasta nuestros días. Con esa experiencia, trascendida, construye su narrativa Alicia Pacheco. El libro es un depósito objetivo de vastas acumulaciones de significado.

Si regresamos a la tragedia, a la que se inscribe la entrega en cuestión, encontramos una clara intertextualidad que la autora busca con William Shakespeare, con Hamlet, por lo mismo tenemos que reflexionar sobre la muerte. Pero más que hablar de la muerte en general, Renato Rosaldo señala, debe considerarse la posición del sujeto dentro del área de relaciones sociales, para así comprender nuestra experiencia emocional. La emotividad es un elemento fundamental para la fusión de los horizontes, el trauma es un momento de claridad. Nuestro horizonte cultural se funde con el de la novela en la lectura. Los personajes que se mueven en ella corresponden a una generación y a una forma de ver la vida que, en mi caso, pertenecen a una área de relaciones sociales que me son muy cercanas, por lo que cada línea me lleva a invocar mi experiencia emocional y a degustar gratamente de ésta lectura en particular. Como lector cada individuo es un punto donde convergen redes de relaciones sociales, de experiencias vividas o literarias, Instantáneas de viaje trajo a mi memoria sensorial la excelente novela de otro escritor veracruzano: Nuestra alma melancólica en conserva de Agustín del Moral. La ficción y la realidad encuentran sus vasos comunicantes y nos sentimos parte de la temporalidad, la especialidad o del protagonismo de los personajes de estas novelas con relativa facilidad, por su cercanía cronológica y por la geografía que invocan entre otras cosas, y que nos parecen familiares.

Una buena novela dura más que un orgasmo, bastante más que una larga película, y tiene la virtud de hacerte ver el mundo con los ojos de otro dice Paco Ignacio Taibo II. Para mi gusto la de Alicia es una buena novela. Podría debatirse la acotación temporal que se hace desde el título, por su aparente desfase, en términos de la lógica interna del relato, con la temporalidad que sugiere el final del trabajo. A pesar de eso, me gusta la narración y me ha permitido ver el mundo desde los ojos de otro, desde la perspectiva del narrador. Es interesante que la narración esté focalizada desde una perspectiva masculina, siempre se agradece que un autor intente escribir desde un género, sexualmente hablando, que no es el suyo. Despojarse de si mismo para vigilar epistemológicamente cómo se mira al otro, desde la otra perspectiva; un poco cómo se mira la otredad a si misma. Así lo intenta Alicia muy acertadamente.

La novela podría tener algunos detalles discutibles a los ojos del crítico literario. Yo considero, con Rafael Aguilar, que la única forma en que podemos hacer justicia a los seres humanos concretos es respetar sus creaciones culturales particulares y considerarlas como dignas de ser un punto de referencia esencial. Y no por que así lo consideremos, sino porque así lo son las creaciones culturales. No me resta más que reiterarles el que ha sido mi propósito a lo largo de éstas líneas: invitarlos a asomarse al mundo posible que emerge de Instantáneas de viaje (1950-1981) de Alicia Pacheco Álvarez, editada por el Instituto Veracruzano de Cultura en su serie Atarazanas, año 2006.

*Texto leído en la Galería del Estado en Xalapa, Veracruz, México. Noviembre 16 de 2006

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