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martes, 16 de febrero de 2010

En vísperas del encuentro entre dos mundos

En vísperas del encuentro entre dos mundos
Artemio Ríos Rivera

Al comenzar el siglo XII una banda de cazadores y recolectores que se hacía llamar mexica irrumpió en las tierras densamente pobladas de la cuenca de México. Los habitantes de esta región, que tenía siglos de vivir en ella y cultivarla, los miraron con desprecio y apenas consintieron en que se establecieran en las áreas libres de la laguna. Doscientos años más tarde, los advenedizos se habían convertido en el pueblo dominante y encabezaban el Estado más poderoso de Mesoamérica, un dominio sólo comparable al que diez siglos antes ejerció Teotihuacan en esa región.
Enrique Florescano

La vida cotidiana de una cultura, en vísperas de un encuentro entre civilizaciones tan distintas como la europea y la americana es la preocupación central del Antropólogo Soustelle en su libro La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista. Un verdadero parteaguas histórico es el encuentro de esos mundos en la historia de nuestro continente y, tal ves, de la humanidad. La conquista de los pueblos Mesoamericanos, la fusión y el sincretismo resultante, provienen de la destrucción de la cotidianeidad precolombina que, sin embargo, se mueve hasta nuestros días y se niega a desaparecer de la faz de la tierra.

La introducción del texto nos recrea un interesante paralelismo entre el mundo mesoamericano, en vísperas de la conquista, y el siglo XVI europeo. Maquiavelo y Da Vinci en Italia nos evocan un mundo renacentista al que llega tarde España. Los ibéricos imponen, por la vía del sectarismo religioso, un pensamiento monista y totalitario en el Nuevo Mundo. No hay renacimiento en América, en el sentido del renacer de la cultura y las artes; hay destrucción, barbarie, choque violento que, paradójicamente, recrea una nueva forma de ser y ver el mundo: el mestizaje.

Los asentamientos humanos no se pueden explicar sin su espacialidad. El espacio está ligado a la temporalidad; los dos ejes son los referentes del discurso historiográfico usado en el libro en cuestión. Por eso el trabajo de Soustelle inicia con la descripción de la ciudad de México-Tenochtitlan. Su origen mítico: el lago, la nopalera, el águila y la serpiente; la peregrinación desde el Aztlan hasta el centro de lo que hoy conocemos como el Zócalo del Distrito Federal. Una extensión territorial, lacustre, pantanosa, por lo mismo rica para la agricultura, que se expande con la anexión de las ciudades vecinas, como es el caso de Tlatelolco. Una ciudad estamentada que refleja la estratificación social en su arquitectura: Palacios, escuelas y templos al centro; en la periferia las casas de adobe y varas. A pesar de todo los Teocallis, Calmecacs y Tlacochcallis no son edificaciones definitivas, se van complejizando con el paso del tiempo y de los reinados. El Templo Mayor es claro ejemplo, las superposiciones de piedras sobre construcciones acabadas corresponde a la administración de diferentes gobernantes.

La civilización Azteca a la llegada de los españoles era una cultura joven y en crecimiento, no había decadencia, como pretenden algunos antropólogos eurocentristas: “La irrupción de los europeos vino a cortar en seco un impulso ascendente que nada había logrado debilitar.”(1)

La convivencia espacio temporal de los hombres va creando elementos de complejidad. El transito de lo simple a lo complejo, en términos de relación social, implica la configuración de instituciones, formas organizativas y de regulación de la convivencia que se expresan en un aparato de Estado. La estructura social de los mexicas transita de un igualitarismo simple en el periodo de la migración(2) a una sociedad claramente estratificada; organización que constituye la base de un imperio que extendía sus dominios o su influencia en todo Mesoamérica.

La clase dirigente estaba comandada por el gobernante: Huey Tlatoani(3), quien también era conocido como tlatoque. Aunque la familia juega un papel importante en la conservación del poder, no hay perfiles patrilineales cerradas en la sucesión del trono, hay grietas perfectamente validadas que permiten, al menos en teoría, acceder al poder desde cualquier casta, siempre y cuando se hagan los méritos necesarios, sobre todo en la guerra.

Aunque todos los hombres pasaban a formar parte de los ejércitos en momentos de guerra, había una casta con grandes privilegios que profesionalmente se dedicaba a esta actividad: los guerreros. Caballeros águila, caballeros tigre estaban en la cúspide de esta casta respetada y glorificada por el resto de la sociedad. En la parte alta de la pirámide social sólo los sacerdotes, dedicados a los sacrificios y las ciencias adivinatorias, tenían una vida frugal, sin grandes ostentaciones de riqueza. Abajo estaban los artesanos, los comerciantes y los plebeyos, es decir los macehuales. Como en la mayoría de las altas culturas, los vestigios arqueológicos y testimóniales(4) permiten rastrear la vida de las capas altas de la sociedad. Aunque el autor hace un esfuerzo, no puede recrear, con la misma riqueza, la vida de las clases bajas, ya que él mismo reconoce: “A medida que nos alejamos de parte más alta de la sociedad, los informes se vuelven más raros. Ni los historiadores indígenas ni los cronistas españoles tienen interés en describirnos la vida de las clases más humildes”. (2003, 76)

Algo que llama poderosamente la atención es la concepción que los mexicas tenían de la esclavitud. Una idea abierta, como en la religión y en el ascenso social. La esclavitud podía ser temporal y muy distinta a la que se vivió en La Colonia con los encomenderos. El esclavo, tlacotli para los mexicas se desempeñaba en las siguientes condiciones: “no recibe remuneración por sus servicios. Pero le dan alojamiento, alimentos y vestidos como cualquier ciudadano ordinario. `Los trataban cuasi como hijos`. (El autor cita a Motolinia) Se cita el caso de esclavos que, convertidos en mayordomos, dirigen grandes casas y tienen a su mando a hombres libres” (2003, 83)

El que pudieran poseer bienes y no tener restricciones para el matrimonio con las otras castas sociales, así como la existencia de la esclavitud voluntaria, nos permite pensar que no vivían en una situación de penuria o ignominia, como fue después el caso de los esclavos en las colonias de Norteamérica. Aunque se trata de una forma de dominación el Tlacoti no vive la barbarie del esclavismo en su concepción occidental.

En el tercer capítulo, Soustelle, nos habla de las concepciones religiosas y filosóficas de los aztecas en vísperas de la conquista. El origen de su mundo basado en El mito de los cuatro soles. La era del quinto sol es la que toca vivir, no solo a los mexicas, sino a todos los pueblos mesoamericanos. Los hombres de maíz, como señala el Popol Vuh, serán los hijos del quinto sol. El sol, la sangre y la guerra florida están ligadas a la concepción del mundo prehispánico y su actuar en consecuencia: “Los aztecas fueron por excelencia `el pueblo del sol`. Su dios supremo, Huitzilopochtli, personificaba al sol en el cenit, al sol abrasador del mediodía.” (2003, 108)

El sol es la vida, la hoguera sagrada donde surge y resurge el movimiento. Su opuesto es el Mictlan, el lugar de los descarnados. Pero hay más allá, reencarnación, promesas de cosas buenas, producto de la interacción con los dioses, la recompensa después del sacrificio y la guerra: “Después de cuatro años, reencarnaban (los guerreros) en forma de colibríes y volaban de flor en flor en el aire tibio”. (2003, 113)

La vida cotidiana de los aztecas pretende acercarnos, valga la redundancia, a la cotidianeidad de esa cultura, a los atavíos de sus mujeres, a los jardines de las casas, a las comidas de las clases bajas y a los banquetes de los reyes. Según el rango, la profesión y la riqueza de los habitantes sus costumbres y formas de convivencia cambiaban. Además, la descripción de las habitaciones, por ejemplo, nos dice mucho de su relación informal. Sobre todo llama la atención el uso del temascal, no sólo por la higiene, también por sus propiedades curativas y la pervivencia de este tipo de baños hasta nuestros días.

El libro cierra con el capítulo “La vida civilizada”. La barbarie esta representada por los Chichimecas, los pueblos nómadas del Norte. La civilización viene de la herencia Tolteca. Los aztecas, sin dejar de reconocer su origen bárbaro, buscan ligarse a una herencia cultural Tolteca que, en sentido estricto, no les corresponde, pero es una forma de justificar su dominio. Las artes y la guerra. La civilización y la barbarie. Poesía, canto, música, danza, pintura, arte plumario y orfebrería son elementos de la expresión cultural mexica, de sus aspiraciones guerreras y expansionistas. El apéndice que nos ofrece el libro sobre los meses del calendario azteca nos habla, finalmente, de conocimientos astronómicos de gran importancia.

Quisiéramos hacer un breve comentario final a este trabajo. La lectura que hemos abordado tiene su dificultad sobre todo por el uso de conceptos del nahuatl que nos cuesta trabajo entender. No es un texto lejano a nuestros referentes culturales ya que muchos de los relatos del libro nos invocan las clases de la historia nacional. Nos preocupa un poco que el escrito llegue a nuestras manos medio siglo después de su primera publicación en francés (1955) y de la primera edición en español (1956). No tenemos conocimientos antropológicos que nos avalen, pero parece un texto un poco viejo. Después de la publicación del libro se han hecho excavaciones importantes en el zócalo de la ciudad de México que, creemos, deben arrojar nuevos matices a las interpretaciones sobre los mexicas en la víspera de la llegada de los españoles. Parece, por otro lado, que hay textos literarios que tratan el mismo periodo y pueden ser un poco más legibles para nosotros, menos densos. En fin, no por eso La vida cotidiana de los aztecas de de ser vigente y apasionante como lectura.

NOTAS:
1. Las referencias bibliográficas en este trabajo, del texto de Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, serán señalados con el año de reimpresión entre paréntesis seguido por el número de página: (2003, 50).
2. En este periodo los mexicas eran esencialmente campesinos-soldados, había “igualdad en la pobreza” (2003, 52) sólo se diferenciaban del resto de la tribu los sacerdotes.
3. Los gobernantes mexicas de 1375 a 1525 fueron: Acamapichtli, Huitzilihuitl, Chimalpopoca, Itzcoatl, Motecuhzoma I, Axayacatl, Tizoc, Ahizotl, Motecuhzoma II, Cuitlahuac y Cuauhtemoc. Fuente: Florescano (1996: 104)
4. Los trabajos de los cronistas son importantes elementos para la reconstrucción historiográfica, aunque hay que pensar que su propio imaginario, intereses y búsquedas influyen en la forma de mirar y relatar las cosas del Nuevo Mundo.






Bibliografía


FLORESCANO, Enrique (1996). Etnia, Estado y Nación, Taurus, México. Págs. 95-132.

SOUSTELLE, Jacques (2003). La vida cotidiana de los Aztecas en vísperas de la conquista, Fondo de Cultura Económica, México.

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